Sí, lo sabemos, Rockstar creo un género que revolucionó la forma en la que interactuamos con los mundos abiertos. No es de extrañar que dentro del panorama independiente se fijen en la editora americana para replicar su fórmula. Sin embargo, el caso que se nos presenta con este análisis de Rustler es algo diferente.
Rustler no se «inspira» en GTA, si no que ha cogido esa franquicia para hacer de su juego una vil parodia del mismo y darnos la respuesta a la siguiente pregunta: ¿Cómo sería un GTA en un mundo medieval? Pues, queridos culpables, Rustler es esto mismo.
La historia nos pone a los mandos de Guy, un chaval que no es más que un matón de poca monta que se dedica a hacer trastadas y pillarse borracheras que ni el Zagal en su pueblo. Cansado de una madre que le obliga a trabajar el campo y de una sociedad que no reconoce su valía por haber nacido campesino, llevará a cabo todo tipo de fechorías para labrarse una reputación.
Y eso conlleva, en la mayoría de las ocasiones, robar en propiedades ajenas, secuestrar caballos, atentar contra el patrimonio de la zona y, por supuesto, llevarnos por delante las vidas de aquellos que se entrometan en nuestro ascenso a la gloria.
Porque Rustler nos abre a nuestros pies una ciudad medieval bien estructurada y repleta de matices, con su zona rural cohesionada por los típicos caminos de tierra y piedras. Tendremos que aprenderla como la palma de nuestra mano ya que no hay viajes rápidos y los caballos serán nuestro transporte recurrente.
Si queremos ser famosos en la Edad Media no queda otra que empuñar arma en mano y difundir la palabra del terror. Por ende, en Rustler tenemos un buen arsenal de «herramientas» con las que sembrar el caos allí por donde pasemos.
La más habitual será la ballesta, que nos permitirá finiquitar a todo listillo a una distancia prudencial. Lo malo de la misma es que necesita recargarse y nos come un tiempo valioso que los rivales aprovecharán para dejarnos la cara estampada en el barro.
Aun así, nuestra favorita es la guadaña, la cual con un golpe bien medido dejaremos para al arrastre incluso a caballeros bien pertrechados. A mayores, podremos llevar varios tipos de escudos, hachas, lanzas, espadas y hasta un palo con el que ser el hazmerreír… hasta que le prendemos fuego y así borrar todo rastro de sonrisa burlona.
Y, como ya pasaba en las entregas de la saga de Rockstar, aquí también podemos tirar de puños desnudos para defendernos si la dicha no provee de otros recursos. Al jugar con mando tendremos un gatillo para bloquear ataques del rival mientras que con el otro podremos asestar buenos ganchos.
Un contraste que me ha encantado en Rustler es como nosotros no tenemos pudor ninguno en sembrar el mal por doquier mientras aquellos que nos encomiendan misiones poseen trabajos o posiciones dignas para al resto de la sociedad medieval.
Tal es el caso, que no será de extrañar ver que un enterrador bien visto en la comunidad de vecinos por su labor tan especial nos encomiende tareas tan malévolas como vestirnos de la parca y matar personas sin ningún patrón, todo con el afán de aumentar su cuota de entierros y con ello sus ganancias.
Rustler juega mucho con estas dobles caras, donde personajes que parecen planos en un inicio acaban desvelándose como auténticos «iofrutras» que se lavan las manos gracias a nosotros. Mención especial para los guardias de la ciudad, que a la mínima que vean una liada se lanzarán como fieras atizando sus espadas y alabardas sin que la conciencia les carcoma un mínimo.
Pero bueno, el juego narrativamente es lo máximo que nos va ofrecer. Su historia se transmite por tímidos diálogos que entablaremos con los NPC que nos den misiones y poco más. Es justo y suficiente. Sobre todo si lo comparamos con las primeras entregas de GTA, pero se echa en falta un poco más de chica y tratamiento narrativo.
Una incorporación que no tenían los juegos de Rockstar -al menos no de forma evidente- y de la que podemos sacar provecho en Rustler, es el árbol de habilidades que desarrollará el potencial de Guy en todas las facetas posibles.
Desde mejor capacidad para trotar a caballo, y desbloquear submecánicas del mismo, pasando por mejoras en el combate que nos convertirán en un matón al que nadie se atreverá a toser. Para poder adquirir tales mejoras deberemos coleccionar herraduras que se erigen como uno de los coleccionables del programa.
Las mismas estarán escondidas y diseminadas por todo el mapa aunque el mayor grueso lo obtendremos por completar misiones. A mayores tenemos el oro. Con él podremos comprar armas, comida para restaurar la salud, casas y tiendas de campaña que actuarán de pisos francos e incluso pagar a servicios en negro, como teñir caballos que robemos para que sus dueños originales les pierdan la pista.
Otro atractivo que posee Rustler es el cómo mezcla tendencias y elementos de la cultura urbana contemporánea y las conjuga con la sociología del medievo sin que desentone. Ver autopistas con señales de tráfico para caballos, juglares rapeando, escribas dando noticias como si estuviesen en la televisión… Son chorraditas pero que molan mucho.
Además, enfatizan la atmósfera cómica ácida que derrocha el título una barbaridad. No sé, pero pagarle unos oros a un juglar para que se suba al carro contigo -hola, radio de GTA- haciendo beat box mientras escapas de guardias y cortas cabezas en carrera es toda una experiencia religiosa.
Y es que no hay «doblaje» como tal en el videojuego, eso es lo más chocante. Los personajes hacen murmullos ininteligibles a los que dan ritmo y entonación según la situación. Una decisión artística que puede ser cuestionable pero que a mi forma de verlo hace que te mimetices más con su universo de cafrería desenfrenada.
Rustler se propuso a sí mismo ser un GTA con identidad y hacer del medievo su terreno para sus maldades y travesuras. La verdad es que sí lo ha conseguido. Estamos ante un videojuego muy cachondo que nos atrapará por su cóctel de humor ácido, ambientación tan sugerente y sus misiones tan descabelladas.
Como siempre, un servidor os vuelve a dejar claro que no es fan de las cámaras en perspectiva cenital. Creo que le sentaría mejor una en tercera persona. Sin embargo, el desempeño que hace del motor Unity es bastante loable para darnos un programa resultón en lo visual. También es bastante robusto en el campo de la optimización.
Claro está, no está al nivel de los grandes AAA del género en lo técnico. Tampoco lo está en las demás áreas, pero dada la originalidad de su propuesta a modo parodia y como la desenvuelve con lo poco que tenían a mano, Rustler se convierte en una opción interesante para el amante de los juegos de mundo abierto.
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