¿Quién no querría que el comunismo se impusiese sobre cualquier forma de gobierno actual? Un estado utópico bajo esta ideología nunca se había visto tan bien representado como en el juego que hoy nos ocupa. Progreso social, económico y sobre todo tecnológico se dan la mano para configurar la ambientación de uno de los títulos más dispares que tendremos en este 2023. Análisis de Atomic Heart.
No puedo iniciar mi reseña sin pensar en la obra primigenia de ID Software (y revivida muchos años después por MachineGames con Wolfenstein: The New Order). El agente Blazkowicz regresaba en 2014 para enfrentarse a un ejército nazi que conseguía postergar la Segunda Guerra Mundial hasta los años 60, para al final acabar ganando el conflicto e instaurar su régimen en todo el mundo. MachineGames supo imaginar a la perfección como sería nuestro pasado más reciente imbuido por la ideología nazi, siendo una auténtica pesadilla pero a la vez verosímil por su acertada visión de la tecnología y las estrategias del nuevo Reich.
Atomic Heart me recuerda muchísimo a Wolfenstein: The New Order por una sencilla razón: han sabido hacer exactamente lo mismo pero con el polo ideológico contrario. Y cuando digo esto lo digo a todos los niveles. Así como se nos presentaba a los nazis como unos demonios y agentes de la represión en el juego de MachineGames, en Atomic Heart sentimos que estamos dentro de un sueño. Todo el mundo es feliz, todo funciona como una máquina bien engrasada, todos los hilos están perfectamente cosidos. Partimos de que estamos ante el escenario perfecto y es un agente foráneo el que iniciará la pesadilla que estamos a punto de vivir.
La Unión Soviética se postra ante los progresos de un científico con una mente maravillosa que consigue llevar al Estado a una superioridad militar y tecnológica sin precedentes. Como dije, todo pintaba perfecto sobre el papel, hasta que la corrupción hace acto de presencia tirando la utopía roja por el váter mediante saboteadores que convertirán al espectro tecnológico en una máquina asesina y despiadada. Nuestra misión será frenar el caos sacando partido de dicha tecnología, apoyados de una IA y de un armamento a medio camino entre lo rústico y una epopeya futurista.
Si te llamó la atención Atomic Heart, seguramente haya sido por cómo lucía en los tráilers. Puedo confirmarte que el juego en movimiento es una absoluta delicia visual y auditiva. No solo es sabroso por lo ideal de su construcción de la ambientación distópica, sino por lo bien que han trabajado con Unreal Engine 5. Nuestras retinas absorberán uno de los espectáculos gráficos más llamativos de los últimos años, dejando atrás incluso a obras que sorprendieron recientemente como The Callisto Protocol.
A efectos de luz, texturizado y recreación de los escenarios nos quedaremos boquiabiertos. Sin olvidar a los autómatas y cómo se mueven, estando realmente ante figuras que nos llenarán de pavor. Los mismos hacen gala de manchas de óxido, chispas, cableado suturado; podremos desfigurarlos a placer con nuestros golpes, creándose cortes y abolladuras allí donde peguemos con nuestras armas blancas e incluso podremos desmembrarlos si atinamos a sus partes.
De esto he sido testigo jugándolo en una PS5 en modo rendimiento, por lo que podréis deleitaros a unos flamantes 60 frames por segundo en todo su esplendor. Eso sí, ya aviso que no siempre serán estables y que seremos víctimas de alguna rascada puntual. Los tiempos de carga van como la llama y en general nos sentiremos cómodos ante su despliegue tecnológico.
En lo sonoro me ha cautivado sus temas de polca rusa, los cuales sonarán en momentos puntuales del videojuego. Por lo demás, la banda sonora es manufactura de Mike Gordon, que sin llegar a hacer un trabajo tan divino como con Doom y Doom Eternal, se ha sacado una score que ambienta a la perfección cada sección del juego de Mundfish. Lo malo de la misma es que cede su protagonismo y se conforma con ser un una parte más del decorado; no brilla en situaciones donde lo pide a gritos como en los combates contra jefes o en momentos más narrativos.
Puedo decir que hasta aquí podría hablar bien de Atomic Heart; lo que viene ahora va salir de mis dedos desde la más absoluta de las decepciones. La obra de Mundfish falla (aunque no estrepitosamente) en lo jugable. Me explico. Estamos ante un FPS que combina partes semiabiertas con escenarios laberínticos, donde repartiremos cera a los autómatas y sortearemos otros peligros mientras intentamos avanzar resolviendo puzles de todo tipo.
Su fórmula no funciona mal dentro del marco teórico: ¿Queremos avanzar por esta puerta? Pues habrá que dar media vuelta y buscar la forma de abrirla, ya sea con la combinación de su cerrojo que encontraremos en la nota de un cadáver como rebanándonos los sesos con un circuito de vagones para llegar al interruptor de la misma. Estos son solo unos ejemplos, que como he dicho, sobre el papel suenan bien pero que a la hora de hablar de factores de diseño, se convierten en literalmente un coñazo.
Tenemos una guía genérica que nos marca a donde debemos ir, pero esta no diferencia entre objetos primarios o secundarios, siendo completamente inútil en muchas ocasiones. Tampoco ayuda lo intrincado de sus escenarios, los cuales se notan hechos así aposta sin que tengan mucho sentido dentro del propio contexto del videojuego. Esto provoca que nos sintamos ligeramente perdidos muchas veces. Entiendo que esto lo agradecerán algunos jugadores, pero cuando vienes de jugar de una sesión de 4-5 horas donde has tenido que hacer más de una decena de rompecabezas para avanzar, la fatiga es indiscutible.
Sí, culpables. Atomic Heart bebe muchísimo de la obra de Ken Levine e intenta emular su éxito sin darse cuenta de que Bioshock tiene ya 16 años. Mecánicas que en su momento nos fascinaron en forma de ataques elementales, enterándonos del acervo recogiendo cintas auditivas o resolviendo pequeños puzles para abrir cajas fuertes en pleno 2023 se sienten rancias. En efecto, Atomic Heart repite los mismos tropos, dejando en nuestras manos un sistema de combate paupérrimo que se siente anodino sin importar la cantidad de mejoras con las que saturemos nuestras armas y guante elemental.
Recoger relojes que guardan mensajes de audio, que reproducimos mientras estamos concentrados dando matarile a un androide que nos patea, no es funcional, tener que estar entrando en toda oficina que veamos para rapiñar hasta el último cajón (aún con un guante que extrae todo con telequinesis pulsando un botón) para poder cosechar materiales de mejora es un coñazo, pegar con un hacha a moles de metal que apenas se inmutan tiene cero fascinación, disparar una escopeta a enemigos que son esponjas está demasiado trillado, ¿sigo? Supongo que no hace falta que dé más ejemplos para entender que Atomic Heart es una experiencia demasiado soporífera.
Ni con la infinidad de mejoras que podemos aplicar a nuestro armamento cambia la cosa. Podremos aumentar el daño, tener más precisión, meter algún que otro ataque cargado nuevo… Pero la esencia seguirá siendo siempre la misma: pegar, esquivar, pegar, curar, ataque cargado o habilidad del guante, rapiñar cadáver, repetir proceso. Y así hasta el final del juego; inclusive con los jefes finales. Además de que echo en falta sinergias entre las habilidades del guante y otras mecánicas más allá, de por ejemplo, congelar un enemigo y romperlo a golpes.
Podemos decir de Atomic Heart que básicamente estamos ante un envoltorio muy bonito pero que se sustenta de ideas y mecánicas que ya están caducadas, tonándonos la experiencia en un desarrollo muy poco divertido y nada fascinante más allá de lo que nos pueda engatusar su poderosa ambientación. En lo narrativo tampoco es nada del otro mundo, cumple con lo mínimo para generarnos interés sobre la conspiración que se va gestando a nuestros pasos y las dobles caras de los personajes. Sin duda alguna, me quedo con la relación giga chad que tenemos entre nuestro protagonista y la IA de su guante.
Fuera de eso no tiene más. Sin ser un juego profundamente horroroso, esperaba muchísimo más de Atomic Heart; al menos contaba encontrarme una experiencia con un combate muy divertido y vertiginoso, pero se ha quedado muy atrás, siendo incluso más anodino que Bioshock Infinite pues no se le puede comparar en lo dinámico que resultaba este en las escenas de acción.
Eso sí, si sois jugadores muy pacientes, os gusta recorrer escenarios sin dejar nada sin revisar, disfrutáis perdiendo horas con pequeños puzles y minijuegos y no os importa demasiado la faceta combativa, considero que encontraréis en Atomic Heart una experiencia bastante digna.
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