La Madrid Gaming Experience se estrena con menos juegos que nunca y una ausencia de apoyos bastante preocupante.
Si una feria de videojuegos dedica la mitad de su espacio a stands de tiendas, puestos de comida y juguetes electrónicos, algo está funcionando mal. Quizá la Madrid Gaming Experience no haya sido un desastre absoluto, pero algo ha funcionado terriblemente mal, fruto de las prisas, la mala coordinación y, también, el interés económico.
La feria oficial, la Barcelona Games World, que contaba con el apoyo de la Asociación Española de Videojuegos (AEVI), este año se ha celebrado en Barcelona, después de varios años celebrándose en la capital, entre las antiguas GameFest y Madrid Games Week. Cuando se anunció el cambio de ciudad, los de IFEMA se apresuraron a decir que seguían vivos y que iban a organizar su propia feria.
El desastre se veía venir, desde luego. Hasta pocos días antes del inicio de la feria, IFEMA no anunció qué compañías iban a ir, ni tampoco el programa de los eventos y las charlas. ¿Estrategia de comunicación o estrategia comercial para vender más entradas ante la incertidumbre? Nunca lo sabremos.
Supongo que la gente fue a la Madrid Gaming Experience con una mezcla entre resignación, por no poder ir a la feria oficial, pero también con ilusión por un evento de este tipo. Ilusión por probar la realidad virtual, por probar juegos que todavía no estén en las tiendas o por pasar un día disfrutando de su afición. Pero la Madrid Gaming Experience ha dejado a la gente con ganas de todo.
De todas las compañías que hay en España, solo han estado Microsoft y Badland Games. Ni Sony, ni Nintendo, ni Bandai Namco, ni Electronic Arts, ni Ubisoft. Y es normal. Entre la Barcelona Games World y el Salón del Manga de Barcelona, que lleva marcado en el calendario meses para algunas de ellas, ¿cómo iban a poder asistir a un tercer evento? Las prisas de IFEMA por montar algo y no quedarse sin una feria de videojuegos, que imagino que es algo que les ha dado bastante dinero en otros años, ha llevado a que la Madrid Gaming Experience cojee de todas las patas posibles.
Cuánta necesidad tendrían de rellenar espacio que los stands de los fabricantes de PC, dónde se podían probar juegos en ordenadores muy potentes, abarcaban más espacio que los de Microsoft y Badland juntos. Y con colas similares en muchísimos casos.
Un detalle organizativo, y que ilustra muy bien el funcionamiento de la feria. Debajo de grandes carteles verdes con el logo de Xbox One había un ministand cerrado en el que se podía jugar a Gears of War 4. Mayúscula sorpresa cuando, entre tanto logo de Xbox, los que entraban a jugar se encontraban con que no iban a jugar en una Xbox One, sino en un ordenador portátil. Con su mando xboxero y con la imagen en un monitor, pero en un ordenador.
La realidad virtual era uno de los puntos más importantes de la feria. Había muchas estaciones de juego de PlayStation VR y HTC Vive, y toda la gente salía encantada después de terminar su turno de juego. Quién no estaban muy contentos eran todos aquellos que se acercaban a probar el juego y les decía que no, que no podía ser, que iba por turno y que se habían agotado por la mañana. Qué sensación más fenomenal tiene que ser pagar 12 euros (o 15, que los de IFEMA subieron el precio a última hora), llegar dispuesto a hacer horas de cola si hace falta para probar la realidad virtual y que te digan que mala suerte, que vuelva otro día.
Seguro que ha habido muchas Madrid Gaming Experience, una para cada persona que fuera. Los que fueran queriendo disfrutar del torneo de League of Legends organizado por ESL, seguro que lo pasaron de miedo. Los perros viejos, en la zona retro, también se lo pasarían de lujo. Yo mismo me pasé las horas muertas probando los juegos indie y escuchando las ponencias de Gamelab Academy. Pero que no nos vendan la moto. Todas esas propuestas son complementarias a lo que se supone es central: probar tanto títulos que acaban de salir como los que están por llegar. Y en cantidad, no solo de dos compañías.
No sé cuánto recorrido va a tener la Madrid Gaming Experience, pero si ya estaba bastante vacía, a excepción del sábado y el domingo, no me quiero imaginar cómo de vacía estará el año que viene, con el recuerdo de este desastre en la mente todos los asistentes.