No se qué tenemos algunos jugadores, pero eso de sentir miedo lo llevamos muy mal, hasta el punto de convertirnos en auténticos masoquistas entonando el «todo vale» con tal de sentir esa sensación de morbo. Me declaro culpable. Soy de esos que saltan de la silla, chillan y hasta se ponen la mano en los ojos mientras juega, pero aún así, no puedo evitar disfrutar de los títulos de terror. Sentir terror, para mí, es igual a sentir que estoy vivo, aunque suene tope edgy. Y de eso quiero hablaros hoy, a través del siguiente análisis de Project Zero Maiden of Black Water para PS4.
Los yurei, aquellos espíritus o fantasmas que bañan las historias de Japón, a menudo son usados como motor para construir historias de terror muy sólidas y escalofriantes. Ejemplo de ello es el cine que nos dejó el país del Sol Naciente, con infinidad de cintas «acojonantes», sobresaliendo directores como Hideo Nakata o Takashi Shimizu.
Y es que el terror japonés viene acompañado, irremediablemente, del atractivo por lo desconocido. El retorcer de la imaginación para intentar dar una forma grotesca al «más allá de la muerte» hace que Japón sea líder a la hora de brindarnos cuentos terroríficos. Son maestros en el arte de la exposición, labrando el susto en vez de soltártelo en la cara en forma de jump scare. El miedo para Japón es sacar a la luz nuestros secretos más oscuros, que estos nos persigan y nos den caza, de forma lenta, dolorosa y angustiante.
Sí, lo sé, con esta descripción os traje de vuelta la imagen de Silent Hill en vuestras cabezas. Y es que justamente la franquicia de Konami era la reina en esto, pero lamentablemente acabó abandonando su trono. Un trono que algunos se disputan, y el cual creo que podría ser ocupado por el juego que hoy os traigo.
Así como el cine sustentado en los yurei tuvo su época dorada a inicios del siglo XXI, Project Zero nació a la par siendo su vehículo dentro del terreno del videojuego. El primer título de la franquicia se estrenó en 2001, invocando a los fantasmas nipones en la circuitería de las ya jubiladas PlayStation 2 y Xbox.
No podemos decir que haya sido una saga especialmente boyante. Nunca ha sobresalido en crítica, ni tampoco en ventas. Sin embargo, siempre dejó patente una identidad que nadie ha sabido replicar. Project Zero es tan singular como la cámara que portamos para fotografiar a los espectros, y pese a no sobresalir en casi ningún apartado, su forma de construir el terror siempre ha sido muy llamativa.
Una identidad que se ha ido heredando entrega a entrega, hasta llegar al título que hoy nos ocupa: Project Zero Maiden Of Black Water. Por supuesto, no estamos ante un juego totalmente nuevo. Realmente se trata de una remasterización del título ya visto en 2014 para Wii U, del cual podéis leer nuestro análisis aquí mismo.
Sin embargo, en Koei Tecmo se han portado lo suficiente para relanzarlo con algunas novedades y cambios que son de agradecer.
En mi caso, tengo que decir que es una pena que no haya podido jugarlo en PlayStation 5. Esta versión permite utilizar las bondades de DualSense para imitar la sensación de movimiento del Wii U Gamepad, una característica de la que no dispone PlayStation 4. No obstante, soy algo detractor de los controles por movimiento y utilizar la cámara con los gatillos es algo que no me supuso ningún inconveniente.
Como dije, ni en lo gráfico ni en lo técnico estamos ante un portento. Ya en Wii U era un juego que se veía anticuado, pero se hace más obvio al jugarlo en sistemas más potentes. El control, fuera de lo que es el ecosistema de la cámara oscura, es bastante mejorable (con un sistema de esquiva atroz que te obliga a cambiar de perspectiva cada dos por tres) y el trabajo de texturizado podría pasar perfectamente por un juego de hace dos generaciones.
No obstante, los modelos de los personajes siguen viéndose decentes gracias a un sistema facial muy trabajado. Pero bueno, en Project Zero nunca ha importado el apartado técnico, y en lo que nos interesa sigue siendo un juego robusto: la narrativa y las mecánicas que sustentan al terror.
Ayako Toyada repite como compositora. Es una maestra del suspense que sabe cómo engalanar cada momento con una pista sonora genuina.
Así como en lo visual se siente arcaico, en la parte jugable podríamos decir que se siente maduro. Sigue los tropos de los juegos japoneses de hace 20 años, pero funciona, y muy bien. Por ejemplo, los enfrentamientos contra los fantasmas son interesantes gracias a lo resultón de su minijuego con la cámara, que nos insta a darle vueltas para buscar los puntos débiles de los espectros.
A mayores, la cámara también nos sirve para solventar puzzles que se irán sucediendo por los escenarios, los cuales tienen jugosas recompensas que nos permitirán mejorar a la herramienta fotográfica. Por ende, esa sensación de progresión, con pequeñas mecánicas funcionales, empujan el juego para convertirse en un agente muy adictivo, que no te soltará por el afán de mejorar como jugadores y mitigar el aura intimidante de los fantasmas.
Así mismo, las mecánicas permean en la parte narrativa gracias a las aguas negras. Las mismas, que dan nombre al título, son el vehículo de la narración y afectan a las protagonistas, tanto en su psique (metiéndonos en un estado de maldición) como en su físico (mojando nuestras ropas con un agua lodosa). La trama gira sobre ellas, construyendo un thriller de misterio muy meditado y detallista que nos llevará a conocer más cosas del yomi y el purgatorio.
La versión de Wii U vino cargada de trajes de los personajes míticos de Nintendo. Por supuesto, esos trajes aquí no los vamos a ver por razones obvias. En su lugar, Koei Tecmo introdujo un montón de skins nuevas para sus protagonistas. Además de que no se olvidaron de la expansión de Ayane, la kunoichi de Dead Or Alive. Un contenido muy original que nos permite sentir la experiencia Project Zero desde un enfoque más sigiloso.
En cuanto a términos técnicos, esta nueva versión corre a 1080p y 60 FPS en PlayStation 4, dejando en el olvido los 720p y 30 FPS de la versión de Wii U. Sigue siendo una aventura 100% rejugable, donde repetir escenarios para mejorar la puntuación, recoger coleccionables olvidados o desbloquear todos los finales nos comerá bastantes horas. En total, el juego nos dispone de 8 finales, todos muy importantes para completar ese puzzle tan complejo que es su trama.
Me fastidia un poco el abuso en repetir escenarios o que no se haya intentado mejorar un poco más el apartado visual. Quitando esos dos peros, con este análisis de Project Zero Maiden Of Black Waster os dejo bien claro que sigue siendo un portento dentro de los survival horror.
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