Voy a dejar algo claro como redactor de este análisis de Life is Strange: True Colors: no me gustó la entrega original. La secuela perdió todo interés por mi parte durante su publicación. Ya ni hablemos de Before the Storm, que aún siendo el guión con mayor potencial se quedaba atrapado en su condición como precuela. Mis frustraciones deben tenerse en cuenta a la hora de sentarme a escribir este texto.
Sin embargo hay otra saga de la que sí me considero fan: Blue Reflection. No he dejado de hablar en los últimos meses sobre la secuela. El impacto que dejó su historia acerca de la importancia de la expresión de emociones y la empatía fue muy significativo en mí. Centrarme en ese juego hizo que ignorase algo más cuánto se acercaba True Colors y lo que su historia ocultaba.
No esperaba que un Life is Strange a estas alturas conectase conmigo. Muchos de los que considero problemas de la saga siguen presentes aquí, enraizados y sin tratar. Pero es casi indiferente. Alex y el pequeño pueblo de Haven ha conectado conmigo, y por primera vez veo el potencial que guardan sus juegos. Es un prisma de posibilidades con la ocasión de sacar lo mejor de cada uno.
La historia de Alex Chen es una de complejas relaciones con su alrededor. La veinteañera ha pasado casi toda su vida cambiando de hogar de acogida cada poco tiempo. Sus relaciones con otras personas se han visto afectadas por el interés, las malas reacciones y el abandono. Un rápido vistazo a sus mensajes privados dejan claro que su vida ha sido un desastre de principio a fin.
Para complicar las cosas ha sido ingresada por un largo tiempo en un centro psiquiátrico debido a sus problemas con el control de las emociones. No es que a Alex le falte un gran sentido del autocontrol: en algún momento de su adolescencia desarrolló un poder descontrolado. Es capaz de ver las auras emocionales de otras personas y leer sus pensamientos, por expresarlo de alguna manera.
Cuando esos sentimientos son lo suficientemente intensos pueden afectarla. La rabia extrema de odiar a alguien hasta empujarte al asesinato, el dolor de la depresión cuando no ves salida o la paranoia absoluta. Todo golpea a Alex sin previo aviso.
¿Podéis imaginar lo que es que cambien vuestros emociones de un segundo a otro por el mínimo cambio en el ambiente? ¿Ser incapaz de controlar tus acciones y arrepentirte de inmediato de lo que has hecho para gestionarlas? No se trata de tener un poco de autocontrol. Es estar siendo empujado constantemente por un mundo que ni tú entiendes ni nadie lo hace. Es hacerte daño y hacérselo a quienes sólo quieren ayudarte.
Cerrarse al mundo es lo mejor, piensas. Bloquearlo todo y aislarte en un pozo hasta que te olviden. Con suerte pronto te olvidarán y el mundo será un lugar mejor sin ti. Tú no importas si el resultado es ese. Y por eso da tanta rabia cuando alguien baja a ese pozo contigo, te abraza y te anima a salir de él. Te demuestra que puedes hacer el mundo un lugar mejor de otra manera. Por muchos golpes que se lleve, te demuestra que puedes llevarlo adelante.
Para Alex, esa persona es su hermano. Y a partir de él, más gente que empieza a conocer y le ofrecen sus hombros. Pronto, todo su mundo brilla con nuevos colores.
Contar con el apoyo que ofrece el pueblo de Haven es lo que hace que el viaje de Alex tenga sentido. La gente que conoce, las conversaciones que mantiene con ellos crean un futuro muy distinto a la oscuridad que ella esperaba. La gente es mucho más que amable y comprensiva con ella: es un nuevo comienzo que muchos envidiarán.
Tiene un precio, claro. En primer lugar está su reputación. En un pueblo tan pequeño como Haven todas tus acciones tienen consecuencias. Los rumores se desperdigan realmente rápido con tan pocas personas, y una cara desconocida tiene más posibilidades de ser diana de críticas. Además, Alex puede ver esas auras de emociones negativas hacia ellas.
Las decisiones que tomas, por tanto, son importantes no para la historia, sino para ti. El aura emocional que creas cada vez que tienes que tomar una de las elecciones clave que se te pone por delante cada tres episodios remarca mucho quién eres, qué pensarán de ti y quién quieres aspirar a ser. Es el aspecto que más brilla en la jugabilidad en nuestro análisis de Life is Strange: True Colors.
No hay mucho más para extraer en el aspecto jugable en la obra. Las secciones en las que controlamos directamente a Alex son escasas y muy alejadas unas de otras. Se han eliminado los Quick Time Events de entregas anteriores, las decisiones pequeñas son escasas y no existe mucha opción para la exploración.
Por no haber, casi no hay ni coleccionables: pequeñas escenas de flashback sobre objetos impregnados con ciertas emociones. Es casi todo lo que el juego tiene para ofrecer. Invita poco a la rejugabilidad más allá de ver las consecuencias de otras elecciones y finales alternativos.
La falta de puntos jugables se deshace de problemas a la vez que crea otros. Eliminar los Quick Time Events ha sido un acierto y permite al guión brillar más por lo que es, además de que nos demuestra el poco control que Alex tiene sobre las emociones que le controlan. Habría sido muy sencillo hacernos pulsar unos botones para contenernos o algo semejante. Eso habría rebajado su mensaje.
Pero no haber dedicado una pequeña parte del desarrollo a este apartado jugable es notorio en el producto final. La primera vez que controlamos a Alex podemos notar de inmediato que hay un descenso muy significativo en el rendimiento. El apartado gráfico no es espectacular por sí mismo, y el hecho de que se rebajen los frames por segundo es chocante. Cabe remarcar que hablamos de la versión de PlayStation 5.
El guión y los personajes son lo que sostiene la obra al completo. Este nos invita a intentar empatizar con todos quienes nos cruzamos: si el público responderá correctamente al comportamiento de algunas personas dependerá de la inteligencia emocional global. Vivimos en una era en la que es muy fácil negar la importancia emocional mientras se exige la comprensión de esta.
Además de estos puntos, el título también cae en el habitual tropo del montaje musical con el ambiente de música pop para conectar con sus jugadores. Tiene una buena selección musical, aunque no sabría decir tanto como si es acertada en todos sus momentos.
Sea como fuere, el jugador puede decidir pasar todo el tiempo que quiera con estos montajes, saltándolos de inmediato o disfrutando del ambiente largos minutos. Una de las pocas instancias en las que tenemos algo de opción, pero se que se agradece para quienes quieran ir directos a la trama.
No puedo decir que mi relación con la franquicia haya cambiado tras este análisis de Life is Strange: True Colors. Si miro atrás mis problemas con las entregas anteriores no se recontextualizan ni puedo apreciarlos desde otra perspectiva. Y no me voy a sentir culpable de ello.
Los aciertos de Life is Strange: True Colors son muchos. La saga apunta en buena dirección gracias a sus nuevos desarrolladores sin que se sientan atrapados por tramas previas ni el uso innecesario de pulsar botones por pulsarnos. Han creado un pequeño lugar con el que empatizar, Haven, y una protagonista que nos llega a importar de verdad. Pese a sus defectos y su pasado.
No os dejéis llevar por sus problemas. Dadle una oportunidad a esta entrega y ved por vosotros si es capaz de sacaros los colores y disfrutad de sus puntos fuertes.
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