Hay un comentario que leo repetidas veces cada vez que llega una nueva entrega de esta saga. Este es el peor juego de la saga, dice. Todavía suena con la decimoquinta parte en los últimos años: no seré yo quien lo discuta. También sonó en su día sobre la decimocuarta. Las voces ya se han apagado sobre la decimotercera. Ahora valoran el duodécimo como uno de los mejores títulos modernos; no eran las palabras amables que sonaban hace quince años. Algo así espero oír también tras este análisis de Final Fantasy II Pixel Remaster.
La relación de los fans de Square Enix con esta entrega siempre ha sido complicada. Se suele repetir que es el peor de toda la saga a excepción de esa última entrega reciente del momento. Yo también he estado en esa posición complicada: me crié con él y su bienaventurado remake para Game Boy Advance. Ya he hablado de cómo la nostalgia afecta al juicio en el análisis del primer Pixel Remaster.
Revisitar esta secuela, sin embargo, me ha hecho replantearme esa relación. El odio generado de los fans, su extraña posición en la saga y las razones de su choque cultural. Esperaba al quitarme las gafas de la nostalgia encontrarme con un título senil. Lo que he encontrado es, contra mi pronóstico, hermoso, anciano, agridulce. Como los restos de un templo abandonado, destruido por la guerra y el progreso.
La historia que vais a encontrar en nuestro análisis de Final Fantasy II Pixel Remaster viene encapsulada en un tema musical. El tema principal del juego, titulado Promised Land, es una mezcla agridulce que precede al drama que asola su mundo. Nobuo Uematsu ha trabajado en la recomposición de todos los temas musicales del juego y este es el que más cariño guarda, con un tono épico a la par que triste.
La trama gira alrededor de Firion y sus amigos, un grupo de rebeldes dedicados a combatir la batalla imposible contra todo un imperio. El comienzo de la aventura marca el tono al enfrentarnos a un grupo de enemigos que no podemos derrotar. Nos aplastan e ignoran nuestros cuerpos en su marcha por la conquista. No somos más que una mota de polvo contra la maquinaria del sistema.
Firion es apenas un avatar para el esfuerzo de la resistencia. El ejército rebelde está liderado por la princesa Hilda, última esperanza de combatir contra un reino opresor al que todos los demás se han rendido. Su batalla contra los deseos del Emperador Mateus consiste en pequeñas victorias en un marco gigante. El precio de estas es, quizás, superior al que se puede permitir un pueblo tan debilitado como el suyo.
Esta característica hace que Firion se convierta en uno de los personajes más planos de la franquicia. La primera entrega tenía la excusa de representar al jugador, pero no hay razón para que el grupo carezca de personalidad. Destaca mucho más los acompañantes del equipo, representados como un ocasional cuarto personaje que va rotando a lo largo de la aventura. Ellos son el auténtico alma de Final Fantasy II.
Los personajes como Minu y Néstor serán el alma del juego, pero todo el protagonismo recae sobre el villano de la historia: Mateus. Este terrible y cruel emperador destacó en el arte promocional del título, la novelización del juego de donde recibe su nombre y el legado que ha dejado a través de los años.
Es la figura que representa a todo el imperio y sus acciones, una motivación que Square Enix encontraría tan atractiva como para repetir en los posteriores juegos. Y el impacto que deja en la narrativa es sorprendente cuando apenas aparece en la historia tres veces. Al igual que Firion representa la resistencia, Mateus lo hace con el sistema y el mundo que le rodea.
No se trata simplemente de la tierra digital que viajamos. Algo queremos dejaros claro en este análisis de Final Fantasy II Pixel Remaster: su particularidad es lo que le hace especial y por lo que es odiado. En un mundo donde los JRPG estaban siendo definidos por su sistema de combate, su fórmula de estadísticas y las narrativas simples Square se atrevió a desafiar al sistema.
No hay niveles a los que atender en este juego. Nuestro entrenamiento es casi inútil si buscamos puntos de experiencia. La idea revolucionaria que nos propone es funcionar en base a la mejora de las estadísticas individuales a medida que más se utilizan. Si somos atacados, nuestra defensa subirá. Golpea con tu arma y mejorarás tu fuerza. Haz uso de tu magia para obtener más puntos mágicos.
No es un problema tan grave a día de hoy. Quizás la remasterización ha tocado algunos ajustes para arreglar sus faltas más destacadas, pero no es tan fácil abusar de este sistema como parece ni se hace una carga. El juego suele mantener un buen balance en nuestras estadísticas a medida que avanzamos si lo hacemos con la especialización de nuestros personajes en mente. Eso sí, el cuarto miembro siempre será el más débil en consecuencia, aunque ese problema es de estructura y no del sistema.
Incluso si el sistema de combate diera problemas no quita los enormes esfuerzos que hace Final Fantasy II por innovarse y no quedarse estancado. La primera entrega apenas guarda relación con el resto de la saga, pero esta secuela comienza a tener pequeños puntos que se usan como pilares de la franquicia. La aparición de los chocobos, la presencia de imperios malignos, criaturas como Leviatán o las magias propias como Artema.
Además de no mencionar cómo maneja la narrativa. Si trasladamos la historia del pasado a este análisis de Final Fantasy II Pixel Remaster es obvio que se queda coja. Pero incluso para su momento es una trama sobrecogedora, llena de giros y con ápices de profundidad en sus personajes. Esto es lo que de verdad representa la franquicia por encima de otros JRPG: su dramática trama y sus variados personajes.
Toda esta personalidad rezuma a través de la banda sonora del juego. Al igual que en el resto de Pixel Remaster, Nobuo Uematsu vuelve para reinterpretar sus propios temas y traerlos a su máxima gloria. No contienen la misma revolución que los cambios que introduce en la primera entrega, pero cuida con máximo detalle el apartado musical. El tema imperial tiene la grandiosidad que merece, y el de los magos tiene un ambiente spooky nuevo añadido.
Me hallo más sorprendido de lo que esperaba con el análisis de Final Fantasy II Pixel Remaster. O bien el juego original ha envejecido mejor de lo que la conciencia colectiva recuerda, o Square Enix ha mejorado lo suficiente su experiencia como para convertirse en un JRPG más que digno del nombre que trae.
Vais a encontrar mucho mejores juegos en el género. Si buscáis obras más redondas aún tenemos Final Fantasy IV Pixel Remaster, por no mencionar lo cerca que está la remasterización de la sexta entrega. Pero merece la pena echar esta mirada atrás y reevaluar nuestras opiniones. Quizá así lleguemos a un consenso, de una vez por todas, de cuál no es la peor entrega de la saga.
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