Todo evoluciona. Las consolas, los juegos, los desarrolladores, los jugadores… En general todo cambia. Eso de la perfección absoluta es más relativo (y erróneo) que el considerar buen cantante a Justin Bieber y esto, queridos culpables, es algo que debe permanecer así ya que, posiblemente, sin ese toque, estaríamos aún jugando con dos barras y un puntito simulando que son… lo que quiera que simulen que son.
Todo este cambio lo hemos podido ir viendo a lo largo de las muchas generaciones que han existido de consolas (y espero que no seáis de los que piensan que estamos en la 3ª, porque si no, tenemos un pequeño problema de conceptos). Se han mejorado los gráficos (evidentemente, siendo uno de los grandes efectos visibles del proceso), los conceptos de juego, la jugabilidad, la tipología de videojuego, el formato e incluso la duración. Pero ¿qué camino sigue este cambio? O, mejor dicho, y para ir centrando el tema, ¿quién dirige este supuesto camino a seguir y cuál es el factor clave que determina que se ha pegado un salto cualitativo?
Esta pregunta tiene una difícil respuesta real, ya que es como en los sondeos de las manifestaciones a las que últimamente nos tienen tan acostumbrados. Depende de quién lo haga, será una cosa o la otra. Y realmente, son todas aceptables como opiniones, ¡faltaría más! Que un servidor escribe estas líneas como una opinión de tantas otras. Sin embargo, eso no quita que estén más o menos cerca de lo que en realidad debería considerarse cambio.
Aquí es donde llega el kit de la cuestión. Las empresas se aprovechan de este vacío de concepto para enseñarnos cuál es, según ellos, el concepto de lo que es “mejor” en este mundo de los videojuegos.
Algunos opinan que son los gráficos. Pero basarnos en gráficos es como ligar con un batiburrillo de cánones de belleza. Estamos de parranda y de pronto nos viene un/una impresionante chico/a al que le queremos sacar los ojos para quedárnoslo de trofeo. Tenemos sexo desenfrenado, varias veces si es necesario (porque nosotros lo valemos) y, a la mañana siguiente, cuando intentamos tener una conversación, resulta que lo máximo a lo que llega es a ir al gimnasio sin perro lazarillo o al centro comercial sin tacones. Además, todos sabemos lo mal que envejecen los gráficos, sino que se lo digan a Final Fantasy VII.
Otros apuestan por el Online. Pues mire usted, dejando de lado que no me parece ni acertado ni desacertado, basarse sólo en esto es como asumir que, por narices, tenemos que ser seres sociales, cuando, todo el mundo necesita de su momento de relax encerrado en su cuarto. Y espero que estéis pensando lo mismo que yo. Exactamente, eso mismo.
Pero el problema no viene cuando hablamos de esto sino cuando lo que nos empiezan a tocar son cosas más problemáticas, como el bolsillo. Cuando empiezan a aparecer los conceptos de DLCs de pago, de accesorios de pago, de ediciones coleccionistas supuestamente exclusivas de pago… en definitiva, de modelos de juego que nos pretenden sacar hasta el último cuarto.
Estamos hartos de ver, y de protestar, sobre los métodos de determinadas empresas que no quiero mencionar (CAP*cof*COM… ¿quién ha sido?) en las que literalmente, nos toman por monederos gigantes con el símbolo del euro pintado en verde y a los que continuamente timan a base de bien.
Nos encontramos con empresas (SO*cof*NY… ¡otra vez!) que se dedican a buscar la forma de plantarnos publicidad en la cara a costa de la experiencia de juego pese a que nosotros no hemos pedido eso, sino que nos lo quieren imponer.
Vemos cómo cada X meses nos sorprenden con una nueva reedición de una consola (Nin*cof*ten*cof*do… ejem) que resulta que trae prácticamente lo mismo pero con una leve mejora. O peor, que cuando la mejora es sustancial, acaba disminuyendo la calidad del resto.
Incluso otras empresas que ni si quiera se molestan en traer un juego traducido, que no doblado, al castellano (SQUA*cof*RE-E*cof*NIX ejem…), y se empeñan en vendérnoslo como si, encima, nos estuviesen haciendo un favor del tamaño de la Catedral de Sevilla.
La pregunta es ¿no os cansa? ¿No os sentís un poco estafados? Si la respuesta es no, por favor, decidme la receta. Si la respuesta es sí, es culpa vuestra. Así de claro y así de sencillo. Somos nosotros los que lo hemos permitido. Nosotros los que hemos dejado que sean otros los que decidan por nosotros. Y todo ello por un error de concepto un poco bestia.
Los jefes son los que pagan. Hasta ahí bien. El cliente siempre tiene la razón. Eso no es verdad pero las empresas lo dicen. Entonces la cuestión es ¿por qué acabamos pagando por algo que no nos gusta cómo está hecho?
Muchos alegarán que es lo que hay, que no se puede elegir. Otros, simplemente, es que les gusta el juego y quieran o no, si lo quieren disfrutar, tienen que pasar por el aro. Todo patrañas (qué bonita palabra). Simplemente hay que aprender a castigar.
¿Y qué es castigar? Bueno, a tu perro le regañas cuando se hace pis en casa y a tu herman@ pequeño le zurras cuando usa tus cosas sin permiso, pero claro, no puedes hacer eso con una empresa porque tienen seguridad, y partimos de la base en que no sabemos artes marciales a nivel Son Gohan.
La fórmula es simple: no pasar por el aro; no comprar; no descargar. En definitiva, decir NO. Sí, entiendo que nosotros corremos el riesgo de quedarnos sin el juego, pero quizás es un muy bajo precio a pagar por conseguir evitar algo que nos lleva doliendo un tiempo y que parece que se está asentando.
Si compramos cada edición de Street Fighter IV (que hay 3 diferentes y se dice pronto) , si bajamos cada DLC (incluido o no en el disco), si compramos juegos sin traducir o a precios abusivos, lo que estamos haciendo es dar nuestro visto bueno a toda esta lógica ilógica. Estamos dando nuestro voto a favor. Vamos, como si hubiésemos votado al PP.
Las cosas no deberían de ser así. Somos los jugadores, es decir, nosotros, los que deberíamos guiar todo este proceso, no al revés. No hay que confundir las propuestas que toda empresa pueda ofrecernos con nuevos títulos, nuevas formas de jugar e idear o nuevos conceptos, con el tener que asumir y tragarnos cualquier cosa que a ELLOS les venga bien, les compense o les convenga.
Somos nosotros los que tenemos el “poder” (como He-man). Es nuestro el dinero que les hace a ellos funcionar. Es así de simple y así de claro. Si no nos parece algo lógico o no nos gusta un concepto, no se le apoya. Las compañías se podrán poner todo lo chulas que quieran, pero, si no hay ventas, habrá que dar marcha atrás.
Así que, que no nos engañen culpables. No tenemos por qué asumir imposiciones de nadie, ya que somos nosotros los que elegimos. Ahora bien, cada cual es libre de elegir lo que quiera, pero, que después no se queje y ponga un grito en el cielo mientras está en la cola de la tienda para comprarse X.