El segundo capítulo de Shadowhunters mejora con respecto al primero pero sigue metiendo elementos que no vienen a cuento y alargando la saga «del barco» más de lo necesario.
Retomamos Shadowhunters una semana más con la esperanza de que algún día la serie llegue a ser tan interesante como los libros. Y esta vez parece que mejora la cosa un poco, aunque algunos elementos siguen fallando. Y mucho.
Uno de estos grandes problemas es, precisamente, Valentine. No convence, no transmite la maldad y la locura que debería de transmitir. Pero es que desde ningún momento, ni en la primera temporada, y mucho menos ahora que se le ve algo más vulnerable. Vamos, que no intimida demasiado.
Esperaba algo más de él a lo largo de estos episodios, sin embargo se le sigue viendo más parado que a alguno de los redactores de la web (y no quiero mirar a nadie). Y para ejemplo, la escena del barco en la que Jace tiene que pelear. Ahí Valentine no mueve ni un solo dedo, a pesar de tenerlo frente a las narices.
Otro de los personajes que más carisma debería tener y que en la serie es un palo con chaqueta (en cuanto a personalidad) es Isabelle. La hermana de Alex debería de dar muchísima más guerra y mucha más caña, pero sin embargo se pasa los capítulos viéndolas venir y yendo de un lado para otro siguiendo a Jace o a su hermano.
Le pasa algo similar a lo que ocurre con Magnus: que está desaprovechado. Y eso que en este episodio se le da algo más de trasfondo y de «humanidad» cuando intenta ayudar algo a Simon. Pero es que, por desgracia, ni por esas.
Aun así, se puede decir que estos dos son los personajes más carismáticos que hay ahora mismo en Shadowhunters. El resto acaban siendo demasiado planos y obcecados y con unos giros en su comportamiento que ni se explican ni vienen al cuento y, como resultado, parecen metidos con calzador.
Es lo que pasa cuando Alex y Clary se pelean en el instituto ante la mirada de Isabelle, o cuando Magnus habla tiernamente con Simon, o en el breve momento en el que el nuevo director del instituto habla para dejar claro que es el malo a batir.
Además, los personajes secundarios no terminan tampoco de encontrar su sitio, aunque lo intentan a base de bien poniendo continuamente cara de circunstancias y de estreñimiento. Es el caso de la madre de Clary, que desde que apareció no ha puesto otro gesto en la cara que el que tiene en este capítulo.
Además, a estos problemas de personajes y de actuaciones hay que sumarle el hecho de que la trama va demasiado lenta, sobre todo si te has leído los libros.
Si eres seguidor de Cazadores de Sombras, la «saga» del barco podría haberse terminado hace una eternidad, sin embargo aquí sigue, dando por saco y aún con demasiada vida. Esto es porque le meten muchos elementos que no vienen al cuento en plan «relleno».
Y si esto sirviese para profundizar en la historia de los personajes o en ver por qué actúan así, pues mira, pero es que ni eso. Hemos visto cómo nuestra Clary pasa a ser una shadowhunter casi sin entrenamiento. Las cosas las aprende por ciencia infusa y su entrenamiento se reduce a algunos cuantas sesiones que duran lo que dura un diálogo. En el libro su aprendizaje, así como el de Simon, es mucho más intenso y currado. Algunos dirían más a lo Harry Potter. Pero en la serie de Netflix cualquier parecido es pura coincidencia…
En definitiva, la serie solamente cumple lo básico en cuanto a trama del libro se refiere, pero ni los personajes enganchan, ni la historia avanza como debería y encima los momentos íntimos no conectan con los que la vemos.
Creía que era difícil superar la cuarta temporada de Arrow, pero esto va camino de, por lo menos, ponerse a su nivel. Y mira que los libros molan… mira que molan…