Lo queramos o no, tenemos una nueva generación de consolas de sobremesa en el horizonte y no, no me estoy refiriendo a WiiU. Como siempre ocurre, ya ha empezado el baile de rumores y filtraciones sobre posibles características técnicas y pronto pasaremos a la fase de supuestos diseños definitivos que en la mayoría de los casos serán fakes de manos del aburrido de turno reclamando su minuto de gloria. Pero hasta que la maquinaria del marketing oficial empiece a funcionar y tengamos información contrastada, tengo un importante dilema en mente que me está llevando a dudar de si verdaderamente esta next-gen de la que hablamos va a suponer el verdadero salto generacional que todos esperamos.
La base de esta duda reside en lo atípico del desarrollo de la generación presente. Normalmente, una generación estándar viene a durar unos 5 años pero la actual ya va por la friolera de 7 años (recordad que Xbox360 se lanzó en 2005). Esta extrema longevidad, debida en gran medida al contexto de crisis económica internacional, ha hecho que la brecha tecnológica entre el PC (que siempre marca la pauta del desarrollo) y las consolas alcance niveles nunca vistos. Habitualmente, en una generación “normal” la diferencia técnica producida entre ambas plataformas se “subsanaba” con la siguiente “hornada” de consolas que venían a equipararse a los PC´s punteros del momento, de manera que durante unos años la brecha quedaba salvada hasta que, en un momento dado (a partir del tercer año de la generación más o menos), las consolas alcanzaban su techo técnico y el PC volvía a distanciarse, iniciando de nuevo la rueda ya conocida por todos. Sin embargo, en la actualidad, según datos de Nvidia, la distancia es tal que un PC tope de gama es ¡¡24 veces más potente que una Xbox360!! IMPRESIONANTE.
Varios desarrolladores, como Epic o Square-Enix, ya están mostrando demos de lo que serán capaces de hacer con sus nuevos motores gráficos y, conscientes de esta enorme superioridad del PC pero también de que las mayores ganancias se hacen con los juegos para consola, lanzan una exigencia clara a Microsoft y Sony: ¡QUEREMOS POTENCIA!
Y aquí viene el verdadero problema. Desarrollar una consola tan potente como para salvar el abismo abierto frente al PC implicaría unos costes de desarrollo y producción que se traducirían en un precio de venta tremendamente elevado. Recordemos que Sony lanzó al mercado PS3 a un precio inicial de 600€ y aún hoy se está lamentando. Con una crisis económica que sigue pasando factura, tanto Microsoft como Sony saben que una consola a un precio tan “elitista” fracasaría estrepitosamente por muy potente que fuera. Yo pienso que la estrategia de ambas compañías se estará basando en diseñar un producto competitivo pero que no sobrepase excesivamente la barrera de los 400€ y así conseguir rápidamente una amplia base de usuarios que rentabilicen la inversión y produzcan beneficios a corto plazo.
Es cierto que los macro-acuerdos con ATI y otros fabricantes de hardware permitirán a Microsoft y Sony obtener componentes (memoria, gráficas…) a muy buenos precios pero aún así, no veo claro que con un tope en mente como el que se indica al final del párrafo anterior se pueda conseguir una consola que se equipare a las prestaciones de un PC de gama alta. Así pues, ¿Podríamos estar ante una generación que nazca tecnológicamente lastrada y que sacrifique potencia por popularidad? ¿Podría quedarse la next-gen en máquinas que sólo recibirían ports muy downgradeados de juegos de PC? ¿Estamos ante el principio del fin de las consolas? ¿Acabaremos todos jugando “en las nubes”? Demasiadas preguntas y a mí ya me duele la cabeza.