Una buena película de acción otra cosa no, pero escenas arriesgadas tiene a raudales, y el valor de los dobles sale a relucir en en ellas.
Últimamente, voy al cine más que de costumbre. Esta rutina, que para nada era habitual en mí creo que se debe, más que nada, a las películas del Universo Cinematográfico de Marvel. Porque, seamos sinceros. Disfruto como la que más de películas lentas, psicológicas, de esas que te hacen pensar y repensar sobre diferentes aspectos de la psique humana. Pero en pantalla grande, lo que más quiero, lo que más me atrae, es ver escenas cargadas de acción, con escenas movidas de esas que te dejan con el culo pegado a la silla.
Y, no sé si os pasa, pero tras ver una película que me emociona, tiendo a empaparme todo lo que pueda de ella. Así he acabado: mirando entrevistas, viendo los making of… y entre unas cosas y otras, llegué a este artículo sobre películas de acción. Que queréis que os diga, me sorprendió el ver cómo se realizan algunas escenas en todo tipo de películas. Quitando que sean posibles o no, en pantalla lucen de lo más realistas, aunque por mi propia seguridad dudo que intentase algo similar.
A pesar de ello, esto me hizo plantearme aún más la figura del doble, del especialista. El nivel de exigencia requerido para cada escena arriesgada es ciertamente apabullante. Y la forma en la que tienen que cuadrar todo ello para que el espectador se de la menor cuenta posible es digna de admirar. Sí, a día de hoy se tienen los efectos especiales que maquetan lo que sea, pero no siempre es todo tan sencillo.
De hecho, recordando las anécdotas de las que os hablaba antes, recuerdo una de una entrevista a Tom Holland. El actor, además de ello, tiene un pasado como bailarín, a la par que una flexibilidad gimnástica digna de admirar. Por supuesto, esto no es del desconocimiento de los directores, que queríab que el chico se luciera haciendo auténticas locuras dignas, justamente, de un cómic, pero un tanto complicadas para una persona cuyo objetivo es actuar. Que lo haga el doble, nada de pedir imposibles.
Aunque, claro está, luego hay casos excepcionales. Como el muy queridp y ya un tanto olvidado Jackie Chan. ¿Cuántas películas ha hecho el maestro del Kung-fu? Montones. Decenas. Y de todas esperamos lo mismo: ver a Chan dar mamporros a diestro y siniestro, frente a montones de enemigos que colapsan la pantalla. Lo gracioso de ello es que es el mismo actor el que hace cada una de esas escenas.
Su pasado al querer abrirse paso en el mundo del cine pudo tener mucho que ver con ello, pero lo cierto es que el actor se arriesgaba en todas y cada una de sus películas. Y arriesgarse en mayúsculas, pues de sobra son conocidas las contusiones y fracturas que ha tenido que sufrir durante cada uno de sus rodajes en películas de acción. Literalmente, se jugaba la piel por su trabajo.
No todos se atreven a dar este paso. Pese a lo cuál se hace más entendible la posición de los directores de contar con dobles para las escenas más arriesgadas. Más cuando en algunos casos, para qué engañarnos, ha habido víctimas. Por ello, ahora veo esas escenas con un renovado respeto.
A pesar de los elementos de seguridad, a pesar de ser un entorno controlado o de los efectos digitales, cuando ves la estela de gente que se ha jugado la vida por el entretenimiento de otros, la cosa toma un cariz distinto. Puede que suene mal, pero ahora las disfruto con más ganas si cabe. Al fin y al cabo, esos dobles que se arriesgan hasta el extremo se esfuerzan por hacerlo todo creíble. Y que menos que responder en consonancia a ello.