Hace ya algunos meses desde que Sony se pasara por la piedra a su gran rival, Microsoft, en el E3 de Los Angeles. La compañía americana hizo una conferencia más o menos entretenida, en la que como prometieron, se dedicaron a los juegos, pero no solucionó sus puntos flacos: sus cuestionables y dictatoriales políticas anti-usuario, y el precio, que sin ser caro, dejaba en manos de Sony dar el golpe.
Y Sony lo dio a base de bien. Primero cachondeándose literalmente de Xbox One, dándole una lección sobre cómo compartir juegos con nuestros amigos y conocidos, y pocos minutos después, con un precio 100 dólares, o euros, inferior. Microsoft se lo había puesto en bandeja, y lo aprovechó son florituras, simplemente haciendo lo normal: podremos hacer lo que nos dé la gana con nuestros juegos, que para eso pagamos casi 70 pavos por ellos, y no necesitaremos conectarnos cada 24 horas para poder jugar offline. Además, PlayStation 4 costará 100 euros menos. Si recordamos el momento del anuncio del precio, de hecho, los asistentes lo celebraron como si se tratara de un gol de su equipo, en lugar de prensa especializada, aquello parecían hooligans esperando el momento de saltar de sus asientos y alzar la voz. Sony hizo una conferencia aburridísima y nos coló el online de pago, pero le dio lo mismo: en ese momento, se creía ganadora de la próxima generación a cinco meses vista del lanzamiento de las nuevas consolas. Tal vez no sin razón.
Pero ha llovido mucho desde entonces. Microsoft dio el primer paso a la reconcilización con los jugadores apenas una semana después, eliminando todas aquellas políticas restrictivas impuestas por el amigo Mattrick, que se supone que en un momento de lucidez fue capaz de ver el futuro, pero un futuro que no gustaba a nadie. Adiós al DRM, adiós al bloqueo a la segunda mano y a recibir palos y halagos por igual. Mucho se ha dicho y escrito de aquello, y si me permitís dar mi opinión, sí, fue una bajada de pantalones, porque cuando tu tienes unas ideas, tienes que ir con ellas hasta el fin del mundo y con un par de cojones, pero desde el punto de vista empresarial, no tenían otra opción. Nos pueden vender aquello como una consecuencia del feedback recibido por los usuarios, pero la realidad es que Microsoft estaba con el agua al cuello y era rectificar o morir.
Ahora que digo esto, creo que los jugadores somos unos amargados muchas veces y nos gusta quejarnos siempre, porque al fin y al cabo, ¿qué más da cuál sea el motivo por el que Microsoft tomó la decisión de dar un paso atrás? Que en realidad era un paso adelante… Lo verdaderamente importante es que lo hizo, que de estar varios peldaños por debajo de PS4, pasó a acercarse peligrosamente y suponer, ya sí, una alternativa seria para la consola de Sony.
Otro de los puntos flacos de Xbox One era su política, restrictiva, cómo no, para con los indies. PlayStation 4 se presentaba como el hogar ideal donde los desarrolladores independientes podían crear y autopublicar sus juegos cómo y cuando les diera la real gana. Microsoft decía que no: o tienes una editora detrás, o no hay tu tía. Pues bien, otra rectificación más: llega el programa ID@Xbox, y la compañía que una vez acogió a esta gente humilde para después darles la patada, vuelve a abrirles las puertas al desarrollo y la publicación.
Llegamos al punto clave: los juegos. En serio, no hay ni uno solo en ambas consolas que me haga babear por tenerlas, pero según se acerca su lanzamiento, tiene pinta de que el catálogo de salida de Xbox One parece bastante más atractivo, sobre todo gracias a sus dos exclusivos estrella: Dead Rising 3 y Forza 5. Ryse me parece basura, la verdad, pero reconozco que el sandbox de zombies tiene su aquel, y Forza, sin ser un amante del género, parece el perfecto representante de la conducción que no falta en ningún lanzamiento de una nueva generación. Y además, ya se conocen unos cuantos exclusivos futuros bastante atractivos: Halo 5 (para el que le guste, todo suyo), el estelar Titanfall, el enigmático Quantum Break, y el gran tapado, en mi opinión: Project Spark. En definitiva: Microsoft tiene un plan a corto/medio plazo.
Sin embargo, en el caso de PlayStation 4, todo son marrones. A los que reservaron la consola hace algún tiempo, como es mi caso, se nos presenta ahora un dilema claro: ¿A qué narices jugaremos el día de su lanzamiento? La respuesta antes era sencilla: te compras la consola, pagas tu suscripción a PS Plus, y al menos, puedes jugar a DriveClub y a Resogun (ejem…). Pero ay, DriveClub no llegará hasta el año que viene, con lo que nos quedamos con el descargable de naves y con Contrast. ¿Por lo demás? El único exclusivo que puede llamar un poco la atención es Killzone: Shadow Fall (Knack es lo que es), de una franquicia que aún habiendo dado juegos bastante buenos, Sony nunca ha sabido vender como sí ha vendido Microsoft a Halo, sin estar, bajo mi punto de vista, a mucha distancia en cuanto a calidad. También están Assassin´s Creed IV: Black Flag, Battlefield 4, Need for Speed Rivals… Todos ellos muy buenos juegos, pero a los que no tiene que renunciar nadie que se vaya a decidir por la consola de la competencia.
Y lo que es más preocupante, el futuro, y hablemos de exclusividades. Tenemos Infamous: Second Son, también de una franquicia bastante sobrevalorada, 1886: The Order, del que no se conoce lo suficiente como para sacar conclusiones, y Deep Down, que si bien al principio tenía buen aspecto, el recibir el carácter de free-to-play ha hecho que el entusiasmo haya decaído. Vale, damos por hecho que Santa Monica, Quantic Dream y sobre todo, Naughty Dog, están haciendo sus cosas, pero… ¿el qué exactamente? Las tres son desarrolladoras de gran talento, pero yo no puedo emocionarme con el próximo disco de los Foo Fighters si no escucho al menos el primer single, ¿sabéis por dónde voy?.
En definitiva, Sony partía de una posición como nunca antes se había visto, con todo a su favor para llevarse la next-gen de calle, pero desde aquel ya histórico E3 han pasado muchas cosas, la gran mayoría de ellas favorables a Microsoft, y Sony apenas ha movido ficha. Estamos a solo unos días del lanzamiento de PlayStation 4 y Xbox One y la lucha se presenta más igualada que nunca. Parece que ya no cuenta la supuesta superioridad técnica de PS4, el precio de XO, y Microsoft ya no tiene la ventaja temporal de la pasada generación que le dio el lanzar Xbox 360 un año antes de que saliera al mercado PlayStation 3. Da la sensación de que cualquiera que sea nuestra elección para dar el salto a la próxima generación, acertaremos, y ni una ni otra tienen excusas. Solo les vale cuidar al consumidor y para eso solo hay dos claves, juegos y servicios, y ahí MS ha terminado comiéndose la tostada de Sony. Pero la generación será larga, y el futuro se nos presenta divertido.