¿Quieres entrar en los mausoleos errantes en Elden Ring? Te decimos la estrategia que tienes que seguir a pies juntillas.
Los mausoleos errantes en Elden Ring son una especie de templos con patas que van a lo suyo en algunas partes de las Tierras Intermedias. Si pensabas que solo eran un elemento del paisaje para decir «ke wapo, tron» y ya, estabas muy equivocado. Es más, se pueden luchar contra ellos, se pueden derribar y se puede entrar en las edificaciones que portan encima.
¿Cómo derribo un mausoleo errante?
Sencillo. Ponte al galope con Torrentera y pone a recorrer las cuatro patas del mausoleo (no te olvides de curarla cuando reciba algún pisotón). Si te fijas, en cada una hay como unas manchas blancas brillantes, son los puntos débiles de la estructura. Solo tenéis que golpearlas unas cuantas veces, en cada pata, para que este pierda el equilibrio y se desplome. Pero ojito, culpable, cuando empiece a rugir de dolor poned pies el polvorosa, que como os aterrice encima se viene una «instakill» muy guapa para vuestro personaje.
Una vez conseguido (puede que lleve tu tiempo, pero no es una tarea demasiado compleja) podéis escalar dando saltitos para llegar al mausoleo de la cima. ¿Y qué contienen? Pensaréis que la recompensa debe ser la repanocha… Pues según el prisma con el que se mire puede ser la leche o para tirarte de los pelos.
Lo que albergan en su interior es un cofre que contiene un objeto que nos permite duplicar recuerdos. Los recuerdos son esencias que nos dan los jefes importantes al derrotarlos, como sucedía en Sekiro, y que podemos utilizar en la Mesa Redonda para conseguir armas, hechizos y poderes únicos.
Por ende, no es recomendable lanzarse a por los mausoleos errantes en Elden Ring ya de primeras. Lo mejor es ir a por ellos cuando hayáis derrotado a unos cuantos jefes y así tener un buen repertorio de recuerdos que podáis duplicar.