Creo que nunca he hablado de mi primera vez. Quizá ahora que he jugado a mi primer juego 4x sea una buena excusa para recuperar este tema. Master of Orion es en su esencia nada más y nada menos que eso: un juego 4X (del inglés explore, expand, exploit y exterminate) con sus columnas jugables bien claras.
Primera vez
Aunque esto es un remake de la saga original de hace más de 20 años, yo nunca jugué al Master of Orion original. Ni a ninguna de sus secuelas, ni siquiera jugué nunca a ningún otro 4X. Por eso hablo de “mi primera vez”. Y que me parta un rayo si la metáfora no es la más adecuada.
Punto por punto, esto recuerda a “la primera vez” de la mayoría de las personas: estás nervioso, piensas en demasiadas cosas a la vez, tienes un objetivo muy claro por delante, pero te acabas liando con otras cosas… Cuando te has querido dar cuenta “tu primera partida” ha terminado, y todo lo que tenías bajo control resulta que no lo estaba: desastre absoluto.
Te cuestionas a ti mismo y te lo replanteas: “¿realmente esto es todo? pues qué chasco. Al final resulta que no era para tanto”. Pero, por una cosa o por otra, vuelves a caer. Había un algo ahí dentro que te impulsaba a hacerlo, o la ocasión era la idónea para volver a meter la pata.
Entonces vuelve otra vez a lo mismo, pero ahora todo se ve con otros ojos. Es cierto que hay que hacer muchas cosas antes de llegar al objetivo primordial, pero al fin y al cabo la magia del asunto es que cada uno elige qué hacer y cómo hacerlo. Y eso Master of Orion lo respeta hasta el extremo.
Puedes, si quieres, ser muy cuidadoso y meticuloso: ir poco a poco, sin forzar, probándolo todo hasta que das con la tecla mágica. O también puedes decantarte por negociar si es que eres muy torpe, quizá tú no sabes llevar bien el timón, así que te dejas llevar por lo que tengas en frente. O también puedes ser un maldito bruto e ir a saco sin miramientos, sin habladurías y sin trámites de por medio.
Pero aún no sé cómo, me he vuelto a dar de morros y me han vuelto a fulminar. Pero oye, poco a poco le voy pillando el truco a esto. Resulta que mejor que ir por ese lado, era mejor centrarte en esta otra cosa. Y qué sorpresa, pero darlo todo de golpe te deja vendido más adelante.
Resulta que no era de 4X de las que tenía que estar pendiente, sino que cada X tiene su buen árbol genealógico detrás que, inflexible, se yace ante ti con una presencia que asusta. Y lo que más asusta es hacerte a la idea de que todo esto vas a tener que controlarlo si quieres “ganar alguna partida” algún día.
Segunda vez: ¿de qué va esto?
Esto va así: partidas independientes contra otras razas, tanto para un solo jugador como para varios (sé qué va a pensar más de uno) con un objetivo: ganar. ¿Cómo? Como te dé la gana. El juego tiene una ambientación de ciencia ficción con un buen número de razas (puedes hacerte la tuya a medida si lo prefieres) cada una con sus características. Y válgame dios, de verdad esto es como hacerlo: cada partida es completamente distinta.
Retomando el símil, ¿sabéis cuando queréis “uno rápido”? Pues casi que no. Cuando quise probar lo que (cruel, falsa y sádicamente) llaman partida rápida se fue a las más de 5 horas. No imaginaba entonces que tendría tanto aguante. A donde quiero llegar es que, como cualquier maestro en “eso” esto necesita tiempo, práctica, paciencia y un buen hacer. No puedes lanzarte sin pensar porque, amigo mío, vas a fallar.
Digamos que por lo general tienes que estar pendientes de varias cosas. En esta ocasión el juego es más benévolo y solo te da 4, las mismas que todo su género: explorar, expandir, explotación y exterminio. Partes desde un planeta variable según la especie y sus necesidades y se expande hasta ser una galaxia. Tienes que descubrirla pasando por cada uno de sus lugares, hacer crecer tu población para aumentar tu poder, explotar los recursos que necesites para aumentar tu población, flota y armamento y, como resultado de todo, exterminar. ¿Verdad que no he elegido mal la metáfora?
Y, al igual que pasa en el acto, te costará al principio. Pero poco a poco descubrirás más cosas, verás que tienes más posibilidades y cómo tienes que hacer x o y para que te den como resultado z. Al menos, esa es la teoría más básica. A modo de “juguetes o eventos especiales” (esto lo dejaré para las mentes más sucias) habrá un buen número de eventos aleatorios y cosas que escapan a tu control: un monstruo en medio de la galaxia, las otras especies en medio de la partida empiezan una guerra en la que te ves envuelto, tras negociar tratados, descubrimientos y ayudas acabas aliándote con los que menos te esperabas… No, no es el azar el que diga que cada partida es distinta.
Entonces juego, y juego, y juego. Le voy pillando el gusto: se acaba apoderando de mí. Poco a poco me tengo que fijar en menos cosas para lograr el objetivo, puedo saltarme pasos o incluso gustarme en otros para hacer de mi victoria incluso una aún más dulce. Pero hay un problema, y es que tras partida y partida, pese a que son distintas, se desarrollan de forma distinta y se sienten distintas, me asalta la misma duda que me asaltaría tras hacerlo mil veces de formas distintas: ¿para qué?
¿Hay algo más? ¿Realmente va esto a algún lado? Al principio tener que fijarme en todo para conseguir hacerlo bien tenía su morbo, pese a que acababa metiendo la pata. Poco a poco le fui cogiendo el truco, y me permití el lujo de dejarme cosas por el camino. ¿Pero acaso esto lleva a alguna parte? ¿Por qué estoy haciendo todo esto?
Master of Orion tiene una jugabilidad algo básica y obvia para el género, pero tiene bastantes variables y cada partida es bastante entretenida, pero no hay ningún motivo para jugar más allá de la diversión (uno mucho más que válido, qué duda cabe) y no me puedo quitar de la cabeza las increíbles historias que podrían formarse tras las partidas. Resulta que esta raza ahora es amiga de esta, y por una cosa que ocurrió hace milenios (o un número X de partidas atrás) ahora ha ocurrido este evento. A Master of Orion le falta un hilo conductor. Las partidas por separado pueden estar bien, pero estaría mucho mejor si le ponemos algo más.
Master of Orion puede hablar sobre varias cosas: racismo, el paso del tiempo, una reflexión sobre el gobierno y lo difícil que es realmente controlar un imperio/país/colonia teniendo que estar pendiente de mil cosas, de la naturaleza de las personas, de cómo la guerra nos toca a todos de una forma u otra… pero se limita a ser un juego de partidas rápidas donde todos estos mensajes se encuentran escondidos en unas descripciones de las razas antes de cada partida. Una historia con un hilo conductor donde se viera todo este potencial que tiene el juego le habría venido de perlas, aderezado con su ambientación y todo el peso de su saga detrás. Pero, como nos pasa a muchos la primera vez, se ha quedado a medias.
Conclusiones
Master of Orion ha supuesto mi pérdida de la virginidad para los juegos 4X y me ha abierto a un mundo de posibilidades. Su juego es simple y limitado, pero dentro de su sencillez hay mil variables que harán que cada partida sea única, donde podremos elegirlo todo para adaptarlo más a nuestros gustos. Tendrás que estar atento a mil cosas pero seguro que si tienes algo de práctica no supondrá ningún problema. Es más, seguro que con un par de partidas le tendrás cogido el truco y se habrá perdido ese encanto de las primeras veces.
Eso junto a un apartado técnico bastante correcto tanto a nivel gráfico como sonoro deja a Master of Orion como un juego decente. Entretenido y una buena puerta de entrada a este género si es que no lo habías probado. Pero si eres todo ya un veterano puede que te sepa a poco por su escasa innovación en todos los apartados y su repetición de todos los aspectos del género. Master of Orion podría haber sido una gran primera vez, esa que todos recordaríamos, en un hotel, a la luz de la luna, en la playa, tras una fiesta con fuegos artificiales donde las mariposas de tu estómago no te dejan pensar más allá de lo que tienes delante. Pero no. Se quedó en una normal y corriente de esas que al terminar arqueas las cejas y dices: “¿y ya está, esto es todo?”.