Me encanta la cocina y trastear con muchos ingredientes para ver qué acaba resultando. Parece que Dragon’s Games (un desconocido estudio indie) también tiene alma de cocinillas, y en su mismo gusto por buscar nuevos sabores ha dado con Mad Nords: Probably an Epic Quest. Juego que, por cierto, podréis catar de forma gratuita con esta demo.
El ingrediente principal de este título es su género, un clásico RPG por turnos con cierto toque de acción en tiempo real. Una buena pieza de vuestra pasta, carne o pescado favorito. Y ahora el toque de salsa que se necesita para entender este plato: crítica y humor.
Mad Nords llega sin complejos con un objetivo muy claro: quiere ser una crítica de su propio género que muchos de nosotros llevamos tan profundamente inyectado en vena. Y para ello un buen chorro de humor para hacer que la salsa sea más especial.
Mad Nords no tiene una historia. O al menos una que te interese lo más mínimo. Y ahí comienza su crítica. Literalmente la primera misión es ir a buscar un par de pepinos. Si lo extrapolamos es una crítica cargada hacia las premisas tontas de las típicas misiones de los RPG. “Tráeme 15 pieles, 20 piedras y 10 flores para poder completar esta impresionante e increíble quest”. Pero haciendo honor a su subtítulo, algo falla: no quedan pepinos. Hay que salir de la comodidad de tu pueblo a vivir tu propia aventura. Probablemente una épica aventura.
Desde bien temprano queda claro el sabor que quiere Mad Nords para su salsa, y el juego no para de recordarte una y otra vez cuál es su objetivo final y más férreo: una perfecta crítica autoconsciente hacia las raíces de su propio género. Derrotas a un enemigo y salta el mensaje: “¡Has derrotado a esta bestia! El pobre monstruo suelta un cofre. Porque sí, esto es lo que pasa en los juegos de rol”. El humor siempre condimenta a este plato, a veces hasta roza lo cínico: vas a darle la triste noticia de una mujer de que su marido ha sido pisado por un gigante y solo quedó una mancha de sangre de él. Entonces el personaje responde: “Mira el lado positivo, al menos te ahorras el funeral”. Otra crítica más, esta vez ante la pasividad de ciertos protagonistas.
Pero no todo se queda en el ingrediente principal y la salsa, un buen plato necesita más cosas. Y lo que condimenta muy bien a este Mad Nords es todo el mundo y la ambientación que le rodea, más allá del buen píxel art y de la buena música. Ya no estamos en la típica tierra de la Época Medieval, viviendo entre unas 4 calientes paredes de madera o una fría muralla de piedra tallada, rodeado por bosques mágicos donde brujas preparan sus pócimas y montañas lejanas donde moran bestias ofidias con alas y un poderoso aliento de fuego. Todos los elementos típicos de la ambientación más recurrente están ahí: magos, ladrones, guerreros, esqueletos, elfos…. todo está ahí.
Pero es entonces cuando llego al poblado genérico número 27 para visitar su posada y, al subir a su último piso, me encuentro una desagradable sorpresa:
“… un monstruo de perfil vagamente humano, pero con una cabeza a modo de pulpo cuya cara era una masa de tentáculos, un cuerpo cubierto de escamas y de aspecto gomoso, unas prodigiosas garras tanto en extremidades anteriores como posteriores, y unas largas y estrechas alas en la espalda. Aquella cosa, de la que parecía desprenderse una terrible y antinatural malevolencia, tenía una corpulencia algo abotargada y estaba sentada en cuclillas, con cierto aire maligno, sobre un pedestal cubierto de caracteres indescifrables.”
Como así mismo lo describió su creador Howard Phillips Lovecraft en su mítico cuento La Llamada de Cthulhu. Solo que esta vez no está sobre un pedestal cubierto de caracteres indescifrables como la estatuilla del relato, sino intentando esconderse en un barril para que los humanos no lo echen de allí y cumplir así su sueño: “ver el mundo”.
Muy bien Mad Nords, has demostrado que pese a ser otro plato de carne, pasta o pescado más, tienes unos ingredientes únicos que sabes aliñar perfectamente con el humor. Más tarde pasaremos por la ciudad donde los Primigenios llevan su vida, no sin antes recitar la contraseña pensada para poder pasar como si de una guarida de un grupo de niños se tratase: «Ph’nglui mglw’nafh Cthulhu R’lyeh wgah’nagl fhtagn», rodeados por los humanos que les guardan un especial recelo. Además de todo lo dicho, mensajes sobre el racismo y la xenofobia. Este plato cada vez tiene mejor pinta.
El ingrediente está bien claro y ya está comenzando a cocerse. Pero como a cualquier cocinero principiante, a Dragon’s Games se le ha ido un par de cosas de las manos. Imaginad que estáis en un buen restaurante, y al fondo ves a un camarero partir hacia tu mesa con una gran bandeja repleta de tus platos favoritos. El olor poco a poco está llegando a tu nariz,y comienza a evocar diferentes sensaciones en tu cerebro, que manda señales por todo tu cuerpo haciendo que se erice.
El plato toca la mesa, así como tus manos tocan cubiertos. Te preparas para dar el primer bocado a la degustación que siempre has soñado. Cortas sutilmente con el cuchillo y te acercas el trozo que has elegido a la boca babeante, hecha agua por las ganas que tratas de contener para no engullir toda la mesa. Y entonces, mientras mareas la comida de un lado a otro en la boca y entre tus dientes, tu lengua se rinde: a este tío se le ha ido la mano con la sal.
Lo que vendría a ser el condimento por excelencia para todos los juegos RPG, el combate, en este título está muy mal cuidado. Su idea básica me parece, simplemente, excelente. Hay varios comandos que necesitan recargarse, salvo el de cubrirse que puedes usar siempre. Además de eso, un ataque básico y diferentes habilidades.
Tú eliges cuándo atacar y cuándo cubrirte, teniendo un ojo puesto sobre el enemigo. En el momento que comienza su animación, se le da al escudo para que asegures que el campo de batalla no será tu cementerio. Es por eso que da tanta rabia que se reduzca a lo mínimo y esté muy mal medido. Al principio los monstruos son imposibles de derrotar, las frías y lúgubres cavernas son grandes, demasiadas y repetitivas, y las afiladas, mágicas y especialmente peligrosas trampas abundan en exceso. A los pocos niveles, todo da igual: eres uno de los seres más poderosos que ha pisado la tierra que pisaron Cthulhu, un elfo, un gato que habla contigo y un ojo flotante con varios ojos alrededor que no sé muy bien si ha pisado tierra.
Una bolsa donde meter 8 pociones, 6 estadísticas, 2 árboles de habilidades, 3 huecos de equipamiento y un sinfín de simpleza que echa abajo la sólida idea inicial, que se ve además menoscabada por su mal diseño y equilibrio. Un plato que podría haber sido la cena ideal ha acabado en el cubo de la basura por estar aceitoso y hasta arriba de sal.
Sin contar esto, su crítica autoconsciente y su toque humorístico junto a una buena idea jugable puede dar de sí para quizá no una cena de gala, pero sí para un bastante apetecible tentempié de media mañana. Atentos a los fogones.
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