Alerta roja. Suenan todas las alarmas. El quinto capítulo de Legión lleva a la serie al borde de un peligroso precipicio: puede acabar como una magistral genialidad o como una auténtica tomadura de pelo. Precaución, amigo lector.
Legión no ha escondido nunca su carácter errático. Es un spinoff de X-Men, pero aquí no se encontrarán a tipos en mallas, garras de adamantium ni apariciones místicas metamórficas. Los protagonistas de la serie son mutantes. Poderes tienen todos ellos. Solo que no son los poderes visuales que gustan al espectador.
El quinto episodio de la ficción creada por Noah Hawley comienza a desentonar cuando había dado lo mejor de sí. Llegamos de un cuarto episodio magnífico. La mitad de la temporada había compuesto una fina partitura. La orquesta sonaba al compás que marcaba el showrunner.
Y aunque te proponía estar atento a la sinfonía, Legión no bordeaba nunca el ridículo. Lamentablemente, la orquesta ha comenzado a desafinar, aunque al menos nos queda la esperanza de que haya sido a propósito. Que el resbalón del violinista hubiera sido programado.
Legión ha jugado siempre a confundir al espectador. No cabe duda que esa ha sido desde el principio la meta de Hawley. David, el personaje principal, es un poderoso mutante telequinético con una infancia complicada y una mente perturbada.
Es obvio que nada bueno puede salir de su cabeza. Además se ha rodeado de amigos con poca normalidad en su interior. Son mutantes exiliados y sus intenciones no quedan claras. Sin embargo, todo lo propuesto por el último episodio emitido nos ha dejado con la no tan ligera impresión de que nos han comenzado a tomar el pelo.
En el cuarto capítulo dejábamos a David despertándose del mundo astral en el que estaba atrapado. Después de conocer a un nuevo personaje, cuya relación se confirma con uno de los mutantes que han acogido al protagonista, y todo lo ocurrido tras el encuentro, David se encuentra con total confianza. Demasiada tal vez. Lo que le hace iniciar una peligrosa aventura hacia un lado tenebroso.
El personaje parece descubrir la totalidad de sus poderes. Más que descubrirlos, los abraza. Puede ir y regresar del plano astral a su gusto y además aprende a llevarse a una persona (o más) con él. La apasionada pareja que forman Syd y David se rinden al fin ante lo prohibido en el mundo real. Las trabas aquí no existen. Pero cuando nuestro protagonista se muestra totalmente confiado de sus poderes llegan de golpe todas las respuestas.Hawley aparenta falsamente estar cansado de la situación y ofrece al espectador todo lo que esperaba. Lenny, Benny, King, el origen de David, el diablo que le persigue,… Todo abofetea al espectador en unos intensos minutos finales.
Eso sí, las escenas resultan visualmente impactantes y todo el capítulo juega con la iluminación de las diferentes estancias para crear una tensión que sigue siendo espectacular. Este quinto episodio cuenta también con una impactante secuencia en silencio que ha sido construida con tal cariño que se pueden escuchar los pensamientos de los personajes.
Sin embargo, el final de este capítulo, sin desvelar nada, es una oda al absurdo. Un coqueteo sin sentido con la vergüenza ajena. No es confundir al espectador. Es tomarlo por idiota. Legión enciende la mecha de su autodestrucción con el quinto capítulo y ahora es el turno de remar todos juntos para enderezar la situación. Ojalá lo consigan.