Podemos comparar a Kickstarter con una bicicleta, el pedal puede ir perfectamente y nos ayuda a avanzar o, por el contrario, le podemos dar patadas y que se acabará atascando hasta darnos un buen golpe.
La palabra «Kickstarter» ya te indica sobre la naturaleza de la plataforma. Algo así como «pedal», aquello que necesita un pequeño empujón para poder arrancar y seguir solo. ¿Pero qué pasa si en vez de un empujón lo que le damos al pedal son patadas con mala sangre? Pues que la bicicleta se acaba atascando.
Shovel Knight, The Banner Saga, Torment: Tides of Numenera, Shenmue 3, Bloodstained, Double Fine Adventure… Son varios juegos, sagas incluso, que ya han salido o que tienen previsto su lanzamiento para dentro de no mucho. Hoy en día nadie reconoce los últimos años sin el valeroso caballero de la pala, The Banner Saga ya prepara su tercera entrega y Tides of Numenera se acaba de estrenar en consolas y se trabaja en nuevo contenido. Son varios títulos que, por seguir con la metáfora, hacen que esta bicicleta vaya tan deprisa.
El crowdfunding da posibilidades y amparo a todos esos proyectos que, de otra forma, quizá no veríamos. Es la oportunidad de oro de ver el renacer de viejas glorias, de nuevas esperanzas, ideas e historias. Surgió precisamente para los pequeños y valientes, y también dio herramientas para algún que otro conocido que quería volver a alzar el vuelo, como Tim Schafer.
Guillermo Castilla, profesor que trata entre otras cosas el fenómeno de Kickstarter (entre otros medios similares, pero nosotros nos centramos en este), mantiene que este funciona, para el desarrollador, a tres niveles principales. El más evidente es, claro está, la financiación. El segundo es la publicidad ya que se busca que la comunidad apoye los proyectos. Y el tercero es que permite libertad a la desarrolladora, ya que, de salir bien un proyecto, pueden evitar el trato con las editoras y solo se deben a lo que acuerden con los mecenas. En principio, todo se cuenta por ventajas si se cumple el objetivo que se propone. La bicicleta luce reluciente.
Pero se ha llevado tantos golpes que se ha atascado el pedal. Por ejemplo y pese a que Shenmue 3 logró cosechar una abrumadora cifra de recaudación (más de 6 millones de dólares, siendo el videojuego que más ha conseguido), a gran parte de la comunidad le sentó bastante mal que se presentara en medio de una conferencia del E3 de Sony.
Para abajo y sin frenos
Hoy en día los buenos números y la gran cantidad de proyectos financiados está decayendo poco a poco y, precisamente, por las buenas posibilidades que presentaba, si dejamos de lado otros factores externos. Es cierto que propuestas interesantes y atractivas hay a toneladas, pero, como señalaba Polygon en un artículo de hace unas semanas, ahora mismo no es el mejor momento para los videojuegos en Kickstarter. En 2016 el dinero invertido fue considerablemente menor que en 2015 (17.6 millones de dólares frente a 41.5) y estuvo distribuido en un mayor número de proyectos, en 388 frente a los 374 de 2015.
¿Qué es lo que está pasando entonces? ¿Hemos perdido la fe o la ilusión en la plataforma como el niño que deja de montar en bici a la semana de que se la hayan regalado?
Últimamente estamos viendo trabajos que no solo no llegan al objetivo que se proponen sino
que, como el videojuego de Apocalypse Now, se pegan un leñazo de tres pares de botones. Cierto es que este caso específico tiene una explicación muy clara: es un juego que no ha pedido nadie y que, siendo francos, no tenía precisamente una muy buena pinta, por mucho Coppola que le pongas. Pero en absoluto ha dejado de haber grandes propuestas.
Pillars of Eternity, Yooka-Laylee, Wasteland 2, Divinity: Original Sin, Star Citizen, The Bard’s Tale IV, System Shock, Godus, Viernes 13, Shantae, Hyper Light Drifter, Darkest Dungeon… Son algunos de los juegos que aún no he nombrado y que se han lanzado o se lanzarán en no mucho tiempo. Unos más acertados que otros, desde luego, y otros con mejor pinta que los demás, también (ya son varias voces descontentas las que he oído con Yooka-Laylee), pero son todas propuestas, en cierta medida, interesantes. Y no hay que irse muy lejos: estos son solo unos pocos proyectos de los más de 10 000 que se han financiado.
Las modas y la nostalgia no combinan bien
El caso es que muchos de estos títulos tienen un denominador común: la nostalgia. La principal idea que origina muchos de estos juegos es el querer traer algo del pasado. Que si juegos de rol antiguos por la falta de variedad de hoy en día, que si aquel metroidvania al que tantas ganas le teníamos, que si el remake de aquella gran saga… Por supuesto es algo lícito y que nos hará ilusión una vez, dos, tres… pero a la decimosexta empezará a mosquearnos un poco. La nostalgia es un arma poderosa pero se puede quebrar muy rápida y fácilmente.
El problema está, creo yo (de nuevo dejando de lado factores externos), en que el micromecenazgo está de moda y, como pasa con todo lo que se pone de moda, ha acabado atrayendo malas prácticas. Si un pequeño desarrollador tiene éxito con esta fórmula, ¿por qué no buscarían otros, aunque más grandes, algo parecido? Si ha vuelto Tim Schafer mejor que nunca ¿por qué no Igarashi o Inafune? Al final las buenas intenciones se acaban perdiendo o el público se aburre de ver siempre lo mismo, paradójicamente.
Por fortuna, sigue habiendo reductos de originalidad y muchos aguerridos valientes que se atreven con nuevas propuestas como Hyper Light Drifter, Star Citizen o Darkest Dungeon. Juegos que buscan algo nuevo, evolucionar o simplemente sorprender a gracias a un buen trabajo y se aventuran a dejar de lado el factor nostalgia para lanzarse al vacío y que, con suerte, les salga bien la jugada. Pero no son precisamente los que abundan entre los más populares.
El crowdfunding de videojuegos es una respuesta a pequeñas crisis del sector. Quizá de géneros, de una demanda de juegos más independientes o de, simple y llanamente, más variedad y posibilidades. Pero la nostalgia, principal punto a favor de la mayoría de experimentos, está empezando a gastarse y justo en el momento en el que todos han querido sumarse a la moda. Los números podrían indicar que la saturación ha sentado muy mal al medio y ha llevado a las ideas más interesantes al fondo y han levantado a las otras que, por si fuera poco, han empezado a llevar este pedaleo por el mal camino.
Patadita a patadita…
Claro que es normal que, si te manipulan, juegan con tus expectativas o tu dinero, se pierdan las ganas de seguir apoyando iniciativas. El fantasma de Mighty No. 9 extiende su sombra y perjudica a toda una plataforma que sigue rezumando creatividad. Si presentas un gran título en plena conferencia del E3 a través de una iniciativa en la que llamas a la gente para que aporte, faltas al respeto de tu comunidad porque la estás engañando. Si incumples las promesas por las que miles de personas han pagado o no llegas al nivel que asegurabas, la gente acabará dejando de pedalear. Por muchas buenas ideas que haya.
Quizá haga falta una buena patada, una mucho más sonora que Mighty No. 9, una que duela en el alma como Shenmue III, para que a las empresas y a los genios del pasado se les quite la tontería y esa bicicleta que era Kickstarter vuelva a correr. Tim Schafer llegó, hizo su trabajo y cumplió. Obsidian se plantó con Pillars of Eternity y todos aplaudimos. A veces nos ponemos filosóficos, pero el problema puede que esté delante de nuestras narices: si se hacen las cosas bien puede que todo siga adelante.
Pero no si hacemos un juego mediocre. Si abusamos de la confianza del público. O si nos repetimos en ideas antiguas sin tener la menor intención de aportar algo. Por suerte siempre habrá ese rayito de luz. Esa joyita inesperada que cumple con creces todo lo que ha prometido. Son esas pequeñas ideas las que hacen grandes juegos y son los grandes juegos los que animan a pedalear (esto parece un discurso de Rajoy). Demos a Kickstarter un voto de confianza. Por Shovel Knight, The Banner Saga, Darkest Dungeon… Por inXile Entertainment, Obsidian o Tim Schafer. Porque se pueden cumplir los objetivos.
Pero, especialmente, hagámoslo por todos aquellos pequeños que aspiran a traernos algo grande. En este mundo tan polarizado en el que se está convirtiendo la industria del videojuego, el micromecenazgo es uno de los mayores apoyos para ellos. Una de las (tantas, no quiero parecer un pesimista) buenas cosas nuevas del medio. Y si queremos que la bicicleta siga yendo a toda prisa tenemos que desatascar el pedal. Aunque sea a patadas. Con patadas más fuertes que con las que se atascó.
O a lo mejor metemos un frenazo repentino, nos partimos los dientes contra el bordillo de la acera y nos volvemos a levantar para irnos caminando.