La nostalgia nos volverá a invadir este otoño. Sega nos ofrece la oportunidad de volver a abrir, como si fuera nueva, su mágica consola de 16 bits. Ya hemos podido jugar a Mega Drive Mini y nos ha parecido una joya del coleccionismo.
Mientras me dirigía a las oficinas de Koch Media para jugar a Mega Drive Mini me transporté mentalmente (casi) 30 años atrás. Era un niño. Lo suficientemente mayor para conocer quién deja los regalos un 6 de enero debajo de un árbol, pero a fin de cuentas, un niño. Todavía me levantaba con ilusión de encontrar los regalos en los últimos días de la Navidad, mi familia nunca fue de Papá Noel, y lo que abrí ese día iba a convertirme en lo que soy hoy, una Mega Drive con dos cartuchos: Sonic y un Mega Games con Hang-On, Columns y World Championship Soccer.
No fue mi primera experiencia en los videojuegos, ni mucho menos. Mi pasión empezó con mi añorado MSX y en casa de amigos y familiares había disfrutado de Master System o NES. Pero aquella consola tenía algo que la hacía brillar con luz propia. Quizá fueran sus adaptaciones de los juegos de recreativas. A lo mejor, sus gráficos a todo color o su fluidez en movimientos. Aunque lo más seguro es que fuera por un cúmulo de todo. Lo que sí sé es que aquella cajita negra fue la responsable de mi amor por los videojuegos, y reencontrarme con ella, años después, me ha hecho sentir de nuevo todo aquello, que quizá tenía algo olvidado.
Soy consciente de que esta nostalgia es parte del gran éxito de las réplicas en miniatura. Sega tan solo ha aprovechado esa corriente para sumarse al carro. NES, Super Nintendo o PlayStation ya lo hicieron anteriormente, con diferente suerte. Aunque ninguna ha demostrado el cariño puesto por Sega para traer de vuelta sus consolas clásicas. En el caso de Sony, a los resultados y diferentes opiniones me remito. En cuanto a Nintendo, después de jugar a Mega Drive Mini, me queda claro también.
A nivel de hardware nos encontramos una fantástica pieza de coleccionista. Pocas dudas podía tener este apartado, el más sencillo de todos. Las anteriores mencionadas también habían destacado por ser unas réplicas exactas en miniatura de las originales. Sin embargo, donde Sega gana por goleada es en cuanto conectamos el cable HDMI al televisor y aparece el menú. Las opciones son directas: elegir el juego o entrar en las opciones, que son las justas y necesarias (aspecto de pantalla, filtros y para de contar).
Visualmente llama la atención. Los 42 juegos aparecen con su portada, listos para ser seleccionados, en una interfaz que recuerda a las míticas cajas de los juegos de la consola. Incluso podemos ver los lomos de aquellas cajas. Aunque el jugador veterano se deshará de emoción cuando escuche las melodías. Todas y cada una de ellas recuerdan a sus inolvidables juegos y hace que inmediatamente busquemos el que está sonando. No son calcos de los temas. Son nuevos, creados para la ocasión con sonido 16 bits, con notas extraídas de los juegos, sobre todo de títulos como Sonic o Streets of Rage, cuya partitura musical todavía podemos tararear a pesar del paso del tiempo.
El catálogo de videojuegos es otro de los puntos fuerte. Se echa en falta algún juego, pero en general la selección es bastante acertada. Quizá se podía haber completado con todos los Sonic, con Out Run o los Streets of Rage, pero no entraban todos. El trabajo de emulación, a cargo de los expertos de M2, es bueno. A pesar de no jugar a una versión final del producto, prueba de ello es el retraso del lanzamiento occidental, daba la impresión de estar prácticamente acabado el trabajo.
Todos los juegos que tuve la oportunidad de probar funcionaban a la perfección. No había bajadas de frame apreciables, ni distorsión gráfica, salvo en un caso. Castlevania: The New Generation tiene un pequeño problema en la emulación. Poco después de entrar al castillo, sufre de tirones y una bajada de frames muy pronunciada. Lo que en cierto modo es extraño, puesto que no ocurre en la reciente colección de aniversario editada por Konami para PS4, Xbox One y Switch. Confío en que esté solucionado para la versión final.
Mando de tres botones, ¡y de seis!
El mando incluido finalmente en la versión europea es el de tres botones. Se siente como el original, salvo por la cruceta. Los mandos de tres botones de Mega Drive contaban con una fantástica cruceta, aunque en ocasiones era bastante dura. Afortunadamente, mejoró en los de seis botones, probablemente el gamepad con la mejor cruceta de la historia, y la sensación es de esa mejora a jugar a Mega Drive Mini. Eso sí, los que quieran jugar a Street Fighter II con el gamepad de seis botones están de enhorabuena: se podrá adquirir por separado en nuestro continente.
En definitiva, Mega Drive Mini es justo lo que esperaba, y mucho más. Quizá me haya dejado llevar por la nostalgia, pero, qué demonios, es precisamente lo que deseo con estas réplicas: cerrar los ojos y volver a sentir que mi consola está debajo del árbol envuelta en papel de regalo. Espero que llegue el mes de octubre para volver a tenerla en mis manos.