Hay muchos juegos que podemos catalogar de imperfectos mecánicamente perfectos gracias a que son sobresalientes en un solo apartado.
Conforme avanzan las generaciones, analizar videojuegos se convierte en un arte cada vez más complejo, íntimo y subjetivo. Las reglas se rompen a favor de una mayor diversidad de voces que nos permite, de esta manera, contemplar con mejores ojos juegos que, de estar sometidos a reglas arcaicas de medición, estarían rozando el suspenso. O de otra manera, juegos que serían sobresalientes pero que se la pegan contra la crítica por muy AAA que sean. Hoy quiero hablaros de esos juegos que tienen fallos palpables y para nada evadibles pero que, por alguna razón concreta, consiguen maravillarnos tanto como para que merezcan un rotundo 10 si los analizásemos. Sí, os hablo de juegos imperfectos mecánicamente perfectos.
La importancia de las sensaciones por encima de todo lo demás
Yo soy de la escuela, si se puede decir así, de que la objetividad no existe. Y más cuando se trata de analizar un videojuego. Cada analista es una persona con un pasado, unas preferencias y unas inquietudes que nos convierten en entes totalmente diferentes del que venga después o estuvo antes. Es por ello que el prejuicio de la unanimidad en los medios es algo que debe romperse ya, aunque no voy a meterme en camisas de 11 varas, por ahora.
Lo que vengo a decir es que mi forma de percibir un videojuego es radicalmente distinta a la de otro compañero. Podríamos decir que nuestra manera de sentir lo que tenemos entre manos no es empática con los demás, ni debe serlo bajo ningún concepto cuando se analiza un videojuego. Puede que asociar un momento X de un título me haga sentirlo como que merece un 10 cuando a otra persona no le dice absolutamente nada y por ende le cascaría un 6 o incluso un suspenso.
Creo que ya he dado suficientes vueltas sobre el mismo punto para explicar mi pensamiento. Esto me lleva a que quiera hablaros de un videojuego en concreto, uno que se ajusta dolorosamente y certeramente a la definición de juego imperfecto mecánicamente perfecto: Metal Gear Solid V.
Ground Zeroes, pese a ser un prólogo cuya misión principal puede completarse en menos de una hora, encierra muchas formas de desarrollar su faceta jugable. Además de muchos secretos y coleccionables.
Un juego lastrado por un combate de egos
Metal Gear Solid V puede que sea el juego con el desarrollo más polémico y tortuoso que se conozca en la historia del videojuego. Es sabido por todos que su director, Hideo Kojima, acabó con una patada en el trasero de su jefa, Konami, por desviar fondos para otros proyectos sin su consentimiento. Entre otras cosas, como despilfarrar dinero en detalles algo banales, tener discusiones creativas a diario o alargar un desarrollo más de 3 años de lo pactado.
La cosa se fue tan de madre que el juego se partió en dos: Ground Zeroes, que actuaría a modo prólogo y salió en 2014 y The Phantom Pain, lo que sería el juego «completo» que llegó a nuestras tiendas en septiembre de 2015. Algo olía a chamusquina cuando el nombre de Hideo Kojima desaparecía de las portadas y en su lugar lo vimos en cada maldita misión del videojuego, como quien firma capítulos de una serie de televisión. Parecía una pelea de egos y notoriedad entre el creador y la editora que sabía más rancia que la leche caducada.
Pero no sabíamos el alcance de los daños de la batalla de corral hasta que llegamos al capítulo 2 del videojuego: Raza (o carrera si atendemos a la chapucera traducción que nos tuvimos que comer con patatas). No había misiones apenas de historia o que siguiesen el hilo narrativo principal. Solo podíamos completar misiones ya hechas en el primer capítulo con modificadores o más dificultad. Sin contar que el final era el mismo prólogo con un par de cambios. ¿Qué ha pasado aquí? Esto parecía un despiporre que terminó con la misión 51, el final auténtico, fuera del videojuego y en forma de vídeo mal animado.
Un juego imperfecto que se merece un 10/10
Y no solo estaba incompleto en ese aspecto. El apartado narrativo adolecía de una falta de contexto preocupante que se limitó a rellenarse con casetes que teníamos que escuchar mientras jugábamos o descansábamos en el helicóptero. Chupamos horas y horas de audios para tener que disfrutar de una de las mejores historias del medio, alucinante.
Pero pese a todo, MGS V hizo algo muy bien. Las mecánicas que atañen a lo puramente jugable. Está tan pulido, medido y calculado al detalle todo lo que podemos hacer durante las misiones que no me he aburrido ni un segundo. Y os hablo de tener una partida de mas de 200 horas. Sí, he repetido misiones secundarias y principales a cascoporro y aun así, como las posibilidades de infiltración que ofrece son tan variadas y todas, TODAS, funcionan como un reloj suizo, te activa algo en el cerebro similar a la dopamina que te despierta el deporte.
¿Podríamos reducir a MGS V como un simulador de «sneaking» sin más? Pues mi respuesta es sí. Y seguiría siendo un juego de 10 porque es que no existe nada que lo supere en ese campo. Tendrá escenarios vacíos, una narrativa atropellada, estará sin terminar… Pero los que venimos aquí a experimentar lo que es la infiltración más pura, divertida y especializada, es el jodido summun.
Un juego infectado por una campaña de marketing agresiva
Entiendo la decepción que supuso para mucha gente. Y aunque creo que los puntos negativos que ya he citado no son suficientes para catalogar este juego como malo o el peor de los Metal Gear, sí que veo legítimo culpar a la campaña de marketing por las expectativas creadas. Porque aparte de vender cosas que no son, destriparon el juego al completo. Se enseñaron todas las cinemáticas, todos los escenarios y prácticamente todas las cosas que se pueden hacer en el juego sin dejar espacio a sorpresas.
Masticar un videojuego tanto a nivel mediático pasa factura. Mirad sino a Death Stranding. Kojima volvió a pecar de sobreinformar y mucha gente se hizo una pájara muy loca. Expectativas que no paraban de crecer hasta tocar un techo inexistente que colmaron en la decepción de muchos jugadores que esperaban cosas que jamás se vendieron pero que sí eran plausibles. La última obra de Kojima creo que también merece un 10 (como así lo mostré en su análisis) pero es indudable que fue un cadáver mediático super exagerado. De hecho no recuerdo que ningún juego tuviese una campaña tan agresiva de marketing, la verdad.
Creo que este mal es algo que está muy marcado en las editoras japonesas. Su falta de autoestima ante las obras occidentales, que no hacen más que comerle más y más terreno, les lleva a querer enseñar todo lo que tienen entre manos. No dejan lugar al misterio, a que la gente disfrute descubriendo lo que están jugando y hagan la magia del boca a boca. Y con un público tan volátil e inmaduro como lo es el del videojuego, ser transparente es necesario, pero lanzar bombas con kilos de información puede traer una lluvia de piedras a tu casa antes de que lances el juego al mercado.
Metal Gear Solid V apuesta tanto por las referencias y el conocimiento en el campo de la medicina, que da lugar a teorías muy locas pero bien fundamentadas. Caso de la hypnagogia, elemento que puede incluso llevarnos a cuestionar la identidad del protagonista.
Un juego perfeccionista en lo poco que puede ofrecer sin fisuras
Pero volviendo a MGS V, hay más cosas que quiero destacar. He dicho que narrativamente está atropellado por tirar tanto de los casetes, pero es que también es un juego muy simbólico. No es un secreto que Kojima domina el lenguaje del cine casi a la perfección. Y con MGS V, pese a abusar de contraplanos y otros recursos con ahínco, supo utilizar el lenguaje visual y sonoro muy bien para contar cosas sin necesidad de que sus personajes necesiten hablar. Símbolos, referencias, cultura, filosofía… Un montón de elementos se dan de la mano para ahondar en las capas más profundas de su narración y es ahí donde la historia de MGS V cobra el brillo propio kojimeril.
Tampoco desmerece en lo puramente técnico. Es de los pocos juegos de mundo abierto que alcanzan los 1080p nativos y 60 cuadros por segundo en PlayStation 4. Y ojo, que en su día (2015) era el referente gráfico detrás solamente de The Witcher 3. Al de día de hoy sigue viéndose de lujo y tiene estampas, sobre todo en lo que atañe a la iluminación o a las texturas de los uniformes, que nos pueden dejar boquiabiertos.
Y no es de los que defrauden en lo sonoro. Vale que la totalidad de los temas no estén a cargo del mítico Harry Gregson-Williams, pero tenemos a su aprendiz: Ludvig Forssell, quién recibió un premio por sus temazos en Death Stranding el año pasado. La banda sonora es impecable en su composición, pero peca en su uso dentro del videojuego. Quiero decir, muchos temas están bien implementados al momento que deben sonar. Pero hay otros tantos, los más importantes, como Sins of the Father, que se usan en situaciones donde estropean la escena completamente.
Deadly Premonition, Resident Evil 5 y Wolfenstein: Youngblood también pecan en muchos apartados, destacando tanto en alguno en concreto, que los vuelven juegazos odiados por muchos y bien valorados por muy pocos.
Un juego al que el tiempo lo está matando pese a que unos pocos lo defendamos
Esto último no puedo negarlo. Cuanto más sopesa el juego la gente, más fallos le encuentra y más insatisfactoria encuentra la experiencia. Así como a mí el componente de repetir misiones una y otra vez me produce emociones que no encuentro en otros videojuegos, el resto ven una reiteración que no les aporta nada más que tiempo perdido. Aparte de las misiones en sí, hay más cosas, como los retos diarios, la invasión de las FOV con recompensas exclusivas que se van actualizando o el polémico MGO que no parece que le guste a nadie.
Al día de hoy, casi 5 años después, el juego sigue actualizando estos modos por lo que se mantiene vivo. Es una pena este odio (comprensible) que tiene encima y que evita que mucha gente quiera darle primeras o segundas oportunidades. También hay decir que la gestión de la saga por parte de Konami tras este título es lamentable. Metal Gear Survive fue un despropósito y el que no haya noticias de una sexta entrega, remakes o simple remasters de los clásicos, da muy mal que pensar.
En fin, Metal Gear Solid V es, ante todo, un videojuego. Y a la hora de jugar es de los mejores juegos que podemos echar la mano dentro de su género. Es divertido, tremendamente divertido. Quizás es por ello que toda esa nube oscura que hay a su alrededor no evita que pueda disfrutar de él. Es imperfecto, pero mecánicamente roza la perfección, y tanto es así, que hasta ahora es mi juego favorito de la generación. Podéis llevarme preso por ello, pero al menos dejadme llevarme una copia del juego para pasar el castigo con una sonrisa.