Juego de Tronos 5×06 Unbowed, Unbent, Unbroken – Crítica

Hemos pasado ya la mitad de la temporada de Juego de Tronos y se ve perfectamente cómo la acción se va enfilando hacia su final, sobre todo en un capítulo que decide repetir el mismo esquema que vimos la semana pasada, centrando la acción en pocos focos de atención y haciendo que las escenas sean más largas y con más contenido. Se puede decir que hace exactamente que hacen el cuarto y el quinto libro de nuestro gordiamigo Martin, dividiendo los personajes claramente en dos bloques.

Así, si la semana pasada veíamos a Jon Nieve, Daenerys y demás, hoy nos centraremos en la historia de Tyrion, Arya, Jaime y los acontecimientos de Desembarco del Rey con un pequeño aderezo de Sansa.

Las trama sigue avanzando lentamente en este sexto capítulo, pero al menos, es un poco más interesante que en otras ocasiones, sobre todo en el caso de la pequeña de los Stark, que sigue friega que te friega a los muertos mientras Jaquen h’gar decide si es digna de convertirse en nadie… o no. Evidentemente, la respuesta de la muchacha es firme y ante la imposibilidad de que esto ocurra, el hombrecillo este se la lleva a una bonita sala con una curiosa colección de trofeos.

Sin embargo, esta situación choca un poco ya que desde que comenzó la serie, hemos visto cómo los guionistas han ido eliminando muchas de las alusiones a la magia. Desde el sacerdote rojo (que no Melissandre), hasta Lady Corazón de Piedra, pasando por muchas otras, como la creación de algunas espadas mágicas o rituales. Precisamente por eso, mostrarnos ahora la sala de las caras nos da a pensar que eso va a cambiar ahora. En ella se esconde gran parte del secreto de Jaquen h’gar. A ver cómo deciden tratarlo.

Por parte del otro pequeño, el de los Lannister, vemos cómo después de cambiar drásticamente la historia de los libros, la cosa vuelve a enderezarse un poco. Tyrion debería de haberse encontrando con Jorah Mormont en unas circunstancias totalmente distintas y con el muchachote de pelo en pecho con algo más de ataduras en su haber. Además, el viaje del enano debería de haber pasado por un barco con unos ocupantes muy importantes para la trama de los Targaryen que, a día de hoy, aún no sabemos cómo narices van a arreglar.

Al haberse saltado todo eso, han tenido que hacer muchos cambios en la historia, pero finalmente, y tras el encontronazo (algo absurdo) con los hombres de piedra, la cosa parece que se estabiliza de nuevo. Eso sí, no me gusta nada el Tyrion actual. Apenas es una sombra de lo que fue. Cierto es que anda de un lado para otro preso y cautivo, pero en los libros es mucho más inteligente y consigue llevar a su terreno muchas de las situaciones. Ahora mismo, el Tyrion que vemos es una muñeco de trapo que ha perdido gran parte de su carisma al salir de Poniente.

El tercer enfoque del capítulo es, sin duda alguna, el más interesante, sobre todo por el regreso de la reina Olena, bastante ausente en los libros, pero que le da ese toque picantón al asunto. Su enfrentamiento con la zorra de Cersei (no lo digo yo, lo dice ella), no tiene desperdicio, y la trampa que la reina madre les tiende a los Tyrell tiene más lagunas que otra cosa.

Es evidente que Cersei no tiene el carisma de su padre para gobernar, y mucho menos la inteligencia. En ese sentido, el capítulo hace un gran trabajo al dejarnos ver las dos caras de la fuerza. Por un lado, a Olena, que tiene la madurez, la experiencia y la fuerza suficiente para enfrentarse a la reina madre. Por otro, las ambiciones, el desdén y la falta de táctica de ésta a la hora de intentar gobernar. No hace falta ser un lumbreras para adivinar que todo lo que está haciendo Cersei con «la fe» le va a salpicar más pronto que tarde, y como con la muerte de Joffrey, vamos a estar esperándolo con muchas, muchas, muchas ganas.

Los Lannister puede que gobiernen los Siete Reinos con un Tommen en el trono, pero no se pueden olvidar de lo que ha causado la guerra y que, por supuesto, el apellido de Tommen no es Lannister, sino Baratheon.

El tema de Jaime es harina de otro costal, y es, quizás, la peor parte de todo el capítulo. Primero, porque es demasiado forzado, y segundo porque … no. Porque no pega ni con cola, leches. Vamos a ver, Jaime y Bronn consiguen llegar a donde se encuentra Myrcella que, a todo esto, anda ocupada con amoríos fantasiosos. La gracia es que lo hace exactamente a la misma vez que lo hacen las Serpiertes de Arena, las hijas de Oberyn. Casualidad, ¿verdad?

Evidentemente, habrá combate y, para variar, veremos algo bastante penoso en este aspecto. No tan exagerado como en el que vimos hace unos dos capítulos, pero tampoco os penséis que vamos a ver nada decente. Es más, sigue chocando mucho que Jaime, con la mano zurza y sin habilidad absoluta, sea capaz de hacerle frente a una Serpiente de Arena, tan hábil y tan diestra. Simplemente, no cuela.

A todo esto, llega la guardia los apresa a todos por orden del príncipe de Dorne que sigue sentado en su balcón. Esto es lo más fiel a los libros que hemos visto hasta el momento en el capítulo. Lo del balcón ¿eh? Y se acaba su historia, por hoy.

Podría llevarme horas discutiendo, despotricando y blasfemando sobre cómo se les ha ocurrido hacer semejante desfatachez y estupidez con un personaje como Jaime Lannister, pero sería absurdo. Los acontecimientos no llevan a ningún sitio, la trama es absurda y muy lejos de ser algo elaborado como son los verdaderos planes de las hijas de Oberyn o del propio Doran. Además, hay por ahí un personaje en medio de los Jardines del Agua que debería estar de camino a Meereen, pero bueno. En definitiva, un quiero y no puedo que han hecho para intentar darle algo de protagonismo a un Jaime que se quedaba como un monigote en Desembarco del Rey si no lo hacían… Sacad vuestra conclusiones.

El último apartado es para Sansa, en Invernalia, que nos lleva a su boda y a su desastrosa noche de bodas con el sádico de Ramsay Bolton. Nada que ver con la que le dio Drogo a Daenerys o la que le ofreción Tyrion a la muchacha. Realmente, esto fue lo mejor que le pudo pasar, su matrimonio con el enano. Pero lejos de esta parte de la trama, donde la muchacha nos da algo de sensación de fuerza al enfrentarse a la amada celosa del loco este Bolton, Meñique vuelve a hacer aparición con un nuevo juego.

Si ha hecho una «alianza» con los Bolton al dejarles a Sansa como trofeo, ahora, con Cersei, hace otro pacto para entregar a los nuevos Guardianes del Norte, e incluso a la propia Stark, a cambio de Invernalia. ¿Dónde quiere llegar este hombre? Creo que es uno de los mejor tratados en la serie, y nos deja ver, al igual que en los libros, cómo es un verdadero estratega económico y… ahora veremos si militar también.

En conclusión, nos encontramos ante un capítulo que no es tan bueno como el pasado y que rellena un poco más la trama que se conduce hacia su final, aunque no sabemos exactamente cuál será. Cualquier parecido con los libros comienza a ser meramente anecdótico, aunque hay muchas tramas que comienzan a converger junto a lo que pasa en las novelas, pero aún así, hay ya demasiados cambios como para tratarlos de la misma manera o como si fuesen la misma cosa.

Sigo con la sensación de que la historia ha caído mucho y que no han sabido darle la fuerza de los libros a esta temporada. Cierto es que el cuarto libro es aburrido, pero ya se han fumado casi todo el quinto también, y éste sí que es interesante. No sé qué van a dejar del quinto libro para otra temporada pero me da a mi que esto va mucho más rápido de lo que esperábamos todos. Vamos, que se han quitado de encima casi dos libros en una temporada.

Veremos a ver si estos cuatro capítulos que quedan son capaces de mejorar, porque la trama que queda es muy interesante y con mucha acción. Tienen todos los ingredientes para hacer un gran final de temporada, pero el problema es que el comienzo ha sido un desastre.