La saga de Bourne supuso un renacimiento para el cine de acción espectacular. Con un magnífico pulso, las tres películas originales significaron la puesta a punto que tan a gritos pedía el género. Para ello optaron por contar la historia del desmemoriado espía que nació de la pluma de Robert Ludlum, otorgando a las cintas de una vertiginosa acción con la bandera del realismo alzada (en medida de lo que puede ser una cinta de este tipo) más una recuperación de la trama y del gusto del cine de espías de los 70 con ambientación europea. Fue todo un acierto.
Matt Damon hizo suyo el nombre de Jason Bourne y tanto Doug Liman como, sobre todo, Paul Greengrass pusieron su artesano trabajo detrás de las cámaras. No hay duda alguna que ‘El caso de Bourne’, ‘El mito de Bourne’ y ‘El ultimátum de Bourne’ son tres de las películas que redefinieron las buenas películas de acción.
‘Jason Bourne’ es principalmente eso: el regreso de Damon y Greengrass. Pero a pesar de ser mucho, no es suficiente. La cinta es una magnífica película de acción pero palidece en cuanto a importancia a las anteriores. La trama del espía sin memoria acabó en ‘El ultimátum de Bourne’. Su vuelta de tuerca se torna demasiado forzada y el trasfondo político tan promocionado por sus protagonistas es pólvora mojada en el metraje del filme. Las referencias a Snowden, las revueltas griegas y ese clon del CEO de Google añadidos al argumento no dejan de ser anecdóticas presencias sin importancia real. Puro artificio.
Como lo es la motivación del protagonista. Un nuevo personaje de vital importancia para la trama reaparece de repente en la vida de Bourne. A pesar de contar con escasos minutos en pantalla, el guion hace de las suyas para meterlo con calzador en la historia, sin que nadie se percate aparentemente de que no haya tenido ni una sola mención a lo largo de las películas anteriores. ¿Cómo es posible que un personaje tan importante en la vida de Bourne no haya sido mencionado hasta el momento?
Dejando de lado el mínimo argumento de ‘Jason Bourne’, la película termina por ofrecer al espectador lo que iba a buscar: acción pura. El montaje vuelve a ser la piedra angular de la representación del espía y sus enemigos en pantalla. Sigue como siempre. Con su cámara nerviosa jugando a narrar de manera impecable lo que ocurre en las escenas de acción. El filme cuenta con todas sus señas de identidad: espía protagonista, veterano burócrata corrupto, empleada insistente con simpatía por Bourne y activo europeo callado y eficaz en su trabajo pegado a su teléfono móvil.
Tommy Lee Jones, Alicia Vikander y Vincent Cassell interpretan estos nuevos roles de forma segura. Jones realiza un trabajo suficiente como casi siempre, Vikander se está convirtiendo poco a poco en una de las caras más reconocibles de Hollywood por su buen hacer y Cassell interpreta valientemente al antagonista físico de Bourne, aunque sus trabajos no terminen de estar por encima del que en su día firmaron Brian Cox, David Strathairn, Joan Allen, Clive Owen o Edgar Ramirez.
La película es en definitiva una estupenda propuesta de acción que dejará al espectador sin pestañear durante todo su metraje. Falta una motivación más creíble para creerse lo que se ve en pantalla, pero eso no castiga de manera fatal el visionado. ‘Jason Bourne’ es como el tema de Moby asociado a la franquicia: no pasa el tiempo por él, aunque cueste un breve instante acostumbrarse a los cambios que le efectúan cada vez que suena cuando baja el telón de la función.
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