Las remasterizaciones de videojuegos no son malas per se. Son una práctica empresarial útil que soluciona un problema… ¿pero ayudan a avanzar al medio como cultura?
Hace unos días vi un vídeo en el canal de YouTube de La Quinta Pared en el que Adrián Castro hace una reflexión que me parece soberbia. El sector se preocupa por ser una INDUSTRIA (en mayúsculas) cultural (en minúsculas). Castro usa de ejemplo la etiqueta de “independiente”, que se utiliza para hacer “clones de clones de clones […] de juegos”, otra explicación que me parece fantástica. Y creo que hay mucho de esto en las remasterizaciones de videojuegos. Con diferencias, matices, objetivos y contextos diversos, sí. Pero los clones de los clones de los clones están ahí.
El problema es que nosotros seguimos permitiendo que se crezca como industria y que nos usen en un juego de intereses. Pero, antes de seguir, quiero dejar clara una cosa: no estoy en contra de las remasterizaciones. Tampoco a favor. Existen como engranaje de la maquinaria de esta tremenda fábrica. Y hasta ahí llega su función. Aunque queramos darle la vuelta a la tortilla y hacer de esto una industria cultural creo que siempre habrá algo de necesario en estas prácticas. Porque, al final, el arte del refrito es una práctica empresarial. Y sin dinero no hay creación en este mundo (por desgracia).
Lo que cambia es el objetivo. Eso es, creo yo, lo que hace que a todos se nos ponga una mosca detrás de la oreja. El primer error es meter a todas las remasterizaciones en el mismo saco. No es lo mismo The Last of Us que Call of Duty, que God of War, que Gears of War o que Kingdom Hearts. Considero que hay que poner en contexto cada obra y cada trabajo para valorar si una remasterización puede llegar a ser, incluso, conveniente. Conveniente al nivel más primitivo: las remasterizaciones no hacen avanzar al medio. Tampoco sirven al medio. Sirven a intereses, de jugadores o de empresas.
Primer nivel
Realmente, los HD y compañía están ahí por algo. Todos y cada uno de ellos. Y, ¿sabéis qué?, no siempre es culpa de las compañías. Pero el fenómeno fan, el hype descontrolado y la sociedad del consumo de masas son temas que preferiré obviar de momento. Me gusta separar las remasterizaciones en una escala mental que me he fabricado para sentirme importante. El primer grupo es el formado por los juegos que surgen porque los jugadores berreamos como un rebaño satánico.
Hay un factor diferencial clave: la nostalgia y el paso del tiempo. ¿Alguien se enfadó por el regreso de Crash Bandicoot? Vale que el muñeco nuevo es más feo que el culo de un mandril, ¿pero no lo queríamos de vuelta? Ha pasado mucho tiempo, los años pesan y la melancolía del marsupial también. Realmente no creo que haya nada de malo en N’ Sane Trilogy. Además, estos trabajos podrían servir como puerta de entrada a algo mayor. No nuevo, pero sí diferente, que no está mal. Y este ejemplo no es el único. Grim Fandango, Resident Evil, The Legend of Zelda: Majora’s Mask o, por qué no, Call of Duty: Modern Warfare, también tienen sitio aquí.
Todos ellos son juegos queridos por los fans, con bastantes años y que, dejando de ser inocentes, conseguirán una buena tacada en ventas. De corazón, me atrevería a decir que estos, entre otros trabajos, son inocuos. Además, que todo hay que decirlo, son buenos trabajos. Sin hacer mucho caso al debate de qué es remake, qué remasterización y qué reboot, quiero decir. No provocan ningún mal y generan beneficios a todas las partes. No aportan absolutamente nada ni tienen el mismo sentido contextual en un paradigma diferente al de su origen, pero sacian los instintos primarios de los jugadores. Por mantener la metáfora, digamos que ayudan a la “industria”, pero son inútiles para el “cultural”.
Primer nivel HD
En el siguiente peldaño están los “Pues oye, mal no vienen”. Vienen a ser esos juegos que “te puedes haber saltado” o que se agradecen con un pelín más de trabajo. Se me vienen a la mente los “Collection HD ahora a 1080p y 60fps”. No nos engañemos, tener en un solo pack la trilogía original de Uncharted, de Devil May Cry, God of War, Gears of War puede venir bien a más de uno. Y si eres fan probablemente no te molestará volver a disfrutar de los juegos con un pequeño lavado de cara.
Estos surgen con un poco más de mala leche. Las compañías los hacen parecer muy atractivos y muy buenos; es su trabajo. Pero al final también aparecen para tapar algún agujero. Muchos jugamos a God of War I y II, pero se nos escaparon los compañeros de PSP. Jugarlos en la hermana mayor es una apuesta interesante.
Primer nivel HD Collection Remastered
En el último escalón ficticio que mi frágil cerebro ha ideado están los que tocan la moral. Aquellos de los que te puedes alegrar en primera instancia, pero luego ves cómo se han reído en tu cara. ¿The Last of Us para Playstation 4? ¿God of War 3, solo, para la nueva generación? ¿Cómo que ha vuelto a salir Skyrim? ¿Final Fantasy X (el otro no existe) para Playstation 3 y 4? No es que quiera ser abogado del diablo, pero en el fondo, todas estas ediciones tienen un sentido. Eso no quita, sin embargo, que sea un intento descarado de las compañías de hacernos pasar por caja.
Sí, es cierto que The Last of Us fue exigido por Sony para Playstation 3 y Naughty sudó la gota gorda al final. También es cierto que, en el lanzamiento, Playstation 4 iba coja y necesitaba pólvora, de acuerdo. Y, en el fondo, The Last of Us no es un mal juego y si no lo tuviste en su momento… va. Tampoco creo que el resto de títulos mentados sean considerados malos, en realidad. Pero es fácil ver las (¿malas?) intenciones de las compañías.
¿A qué sirve Skyrim? A nada. Es una herramienta de Bethesda para sacar pasta y tiempo. Esa es la clave del grueso de las remasterizaciones: el dinero y el tiempo. Final Fantasy X solo es otro engranaje dentro de la enorme maquinaria de Square-Enix, que ha adoptado una política discutible en este tema. Al final, todo, si la moneda de esta remasterización será cara o cruz, si sentará o no como una patada en la boca o si será consumida sin mayores dificultades, depende de las formas y del trabajo.
La industria en HD…
Y como último ejemplo para transmitir toda esta amalgama de pensamientos voy a poner uno que me duele en el alma. Soy un gran fan de Kingdom Hearts, para bien y para mal. Pero no soy imbécil. Square-Enix se lleva riendo en la cara de todos los seguidores de la saga durante años. Su idea de diseminarla por distintas plataformas es meramente comercial: buscan cubrir el mayor mercado posible. ¿Y qué ha pasado? Que han tenido una oportunidad de oro para sacar remasterizaciones de todas las entregas en paquetes de 3. Al principio para Playstation 3. Luego para Playstation 4. Y finalmente la colección de las colecciones para esta última.
¿Lo peor de todo esto? Que funciona. Resulta que es un movimiento inteligente porque “haces un favor” a la comunidad al ponerle todos los juegos juntos en una plataforma. Y, maldita sea, es cierto. Claro que es más cómodo tenerlos juntos. Pero eso no quita el mal hacer de años y años. Como decía: las formas y el trabajo. Todo esto es una INDUSTRIA y tiene que funcionar. Las remasterizaciones son una parte de todo el conjunto, y sirven para conseguir dinero y tiempo. Ese no es el problema; casi diría que es una buena solución para ellos.
With #KH 1.5 + 2.5 now out worldwide, the #KH timeline looks a lot cleaner and is a little simpler to follow ? pic.twitter.com/cZak0AsP4v
— KINGDOM HEARTS (@KINGDOMHEARTS) April 4, 2017
El problema es que sea el estándar. La sobreexplotación de títulos y refritos que tenemos que soportar por previas políticas negativas para la comunidad de jugadores. Las compañías quieren ganar dinero, y estamos en nuestro derecho de querer dárselo o no. Aun así, vuelvo a las primeras líneas de esta divagación, a las palabras de Adrián Castro: “INDUSTRIA cultural”.
… pero el cultural también
Deberíamos de quitarnos el hollín de fábrica de los ojos. Una remasterización de un buen juego no es negativa, de hecho suma en un sentido. Pero no podemos permitir que ese sea el discurso principal de todas las desarrolladoras, ni por asomo. No podemos contentarnos con jugar a “clones de clones de clones”. Ni debemos conformarnos con jugar siempre a lo mismo. Por muy bueno que sea. Eso de “si algo funciona, no lo cambies” vale en algunas ocasiones, pero no si queremos avanzar. Y el medio debe avanzar.
El germen de todos estos pensamientos es que la idea del videojuego como un producto tecnológico fue la primordial y, por desgracia, en muchos casos sigue vigente. Está bien volver a disfrutar de los juegos antiguos hoy en día por mero deleite. También sirve esto a nivel empresarial. Pero a nivel cultural todos ya vivimos y jugamos las historias pasadas. Ya tuvieron su contexto político, social y referencial dentro del medio. Luego nos quejamos de que digan “los jueguitos”. Que si “esto es solo diversión”. Ese debate, si es que alguna vez lo hubo, ya está más que superado. Por el bien de todos, debemos mirar y buscar un poco más que ese “cultural” esté también en mayúsculas.