Este es un análisis de Homefront: The Revolution y como la forma de proceder de Guiltybit exige sinceridad absoluta os advierto de antemano: este juego es un desastre y como tal va a ser tratado en las siguientes líneas. Si tenéis estómago para observar una descripción de tamaña aberración os invito a seguir leyendo. Si no, por favor, dad marcha atrás y no sigáis adelante con esto por el bien de la parte de vuestro cerebro que rige el buen gusto.
[divider]¡América te necesita![/divider]
Homefront: The Revolution deja claras sus intenciones desde la primera cinemática. Lejos de venderte la típica americanada en la que los susodichos deben salvar el mundo de las garras de un poderoso imperio enemigo el juego decide… ah no, espera. Que es exactamente eso lo que hace. Bueno, pero al menos el trasfondo de estos acontecimientos es original y no tira de los tópicos… ah, vale. Que son norcoreanos malvados invadiendo el mundo para hacer el mal. Al menos no son vietnamitas, solo faltaría que Rambo hiciese un cameo.
Tal cual se ha dicho, desde los primeros minutos el juego muestra cómo los supermalos norcoreanos engañaron durante años a los pobrecitos estadounidenses vendiéndoles armas –que imagino irían destinadas a misiones pacíficas en las que descargar kilos y kilos de paz y democracia- para, posteriormente, desactivarlas y dejarlos desarmados. Así, consiguen invadir pacíficamente EE. UU e imponer su tiranía al estilo Kim Jong-un. Pero los estadounidenses no se rinden y envidiosos de su capacidad para invadir países sin matar envueltos en su fervor patriótico luchan por una bella y prostituida palabra simbolizada por América, los colores rojo, blanco y azul y la estatua más famosa del mundo: la libertad.
Con semejante premisa como preludio al comienzo de la revolución en que se basa la campaña, poco se podría esperar del guion al menos en los términos de originalidad o capacidad para sorprender. Pero aun así una historia típica puede ser bien contada y resultar entretenida o incluso crear un verdadero interés en lo que se cuenta.
Lamentablemente no es el caso. Ni de lejos.
Ya no es que la historia sea anodina. Eso de por sí es lamentablemente típico en las producciones de este tipo. El problema es que ni siquiera está bien estructurada y todo lo que sucede se siente… forzado. Los personajes son un cero a la izquierda y están más para hacer bulto que para otra cosa, y los momentos en los que el guion cobra importancia son aburridos, predecibles y carecen absolutamente de cualquier interés.
Pero eh, esto sigue siendo un juego de disparos en primera persona. La historia no tiene porqué ser importante si el resto de aspectos funcionan. El problema es que no lo hacen.
[divider]Tan divertido como alistarse a una guerra[/divider]
La jugabilidad de Homefront: The Revolution es tan apasionante como coger una piedra y golpearte con ella en la cabeza hasta dejar un bonito charco de sangre a tu alrededor. Por ello, mi recomendación personal es la siguiente: ¿quieres disfrutar de coger un arma y pegar tiros a los enemigos mientras intentas sobrevivir? Pues alístate al ejército y participa en una guerra. Seguro que es una experiencia más gratificante y llena de diversión.
Desde el primer momento en el que juego te cede las riendas del control de tu personaje –para el que hay que esperar una exasperante cantidad de tiempo- te da la bienvenida una tosca jugabilidad cuya más positiva característica es que su imprecisión añade un toque de diversión al juego: a la hora de saltar, por ejemplo, tu personaje se comporta como una máquina tragaperras y decide aleatoriamente cuando has conseguido cubrir la distancia hacia tu objetivo y cuando te has quedado corto. Maravilloso.
Y es que todo lo que puedes hacer a nivel mecánico es infumable. Homefront: Revolution es un juego que da una relativa importancia a los momentos de movimiento, pero lejos de otorgar dinamismo rompe más aún la obra debido a que no va acompañado de un control con la precisión que requiere realizar esas maniobras. De esta forma, cada momento en el que hay que subir a algún lugar es una tortura, ya que pocas veces el personaje responde correctamente a la primera y cuando no lo hace es difícil saber si es porque realmente no se puede llegar o porque no lo estás haciendo bien.
Tan trágico es el asunto que el juego necesita no solo recordarte constantemente dónde se encuentra tu objetivo, sino que encima de vez en cuando te va guiando a través del escenario pintando de color azul aquellas zonas que necesitas atravesar para llegar hasta él. Una decisión tan poco elegante como suena y que pone al límite el poder de la suspensión de la incredulidad de los usuarios.
Pero nada de esto es, a fin de cuentas, lo principal del juego. Algunos optimistas podrán pensar que todo esto se puede perdonar porque no deja de ser un juego de disparos y son estos los que deben llevar la batuta. El problema es que esa batuta marca un compás tan malo como el resto de los elementos. O peor.
En Homefront: The Revolution las balas hacen daño de verdad y con un par de ellas estaréis en el suelo más muertos que mi esperanza en el ser humano por lo que es necesario no hacer el tonto y actuar de forma sigilosa. ¿El problema –aparte de la incómoda jugabilidad-? La IA nefasta y errática como pocas.
[divider]La revolución de los bugs[/divider]
Solo hay algo peor que un shooter con una IA tan terrible y es un juego de sigilo con el mismo fallo. Los enemigos siguen la lógica del pito pito y tan pronto pueden detectarte con una facilidad asombrosa y sin motivo aparente como ir corriendo delante de ellos tomando un café y un bocadillo, darles la mano y que no se den cuenta. Literalmente. Bueno, no, lo del bocadillo ya es pasarse.
Pero lo mejor es cuando ya estás en medio de la refriega y observas a tus queridos compañeros de batalla enfrentarse a los malvados enemigos. Resulta tan apasionante como ver a una pelea de borrachos en el bar, con la diferencia de que los borrachos al menos de vez en cuando saben lo que están haciendo. Estos pueden estar perfectamente apuntando al lado contrario o salir de la cobertura a dar un paseo por el campo del enfrentamiento.
De hecho, batir a los enemigos por tu cuenta si no fuese por la bajísima vida que posees sería todo un paseo, porque hacen lo posible para facilitarte la tarea. El auténtico drama de este juego es que los villanos son tan infelices que no rehuyen tus balas porque desean acabar con su vida. Los envidiosos dirán que es porque están programados para comportarse como auténticos imbéciles.
Todo ello se ve sazonado por un sistema de misiones tan repetitivo como la monótona vida del asalariado medio, perdiendo cualquier posible sensación gratificante a las pocas horas. No hay ningún aliciente a la hora de jugar, ni mecánico, ni narrativo.
La guinda del pastel es la inmensa cantidad de errores que contiene este juego. Desde los que se pueden explicar por la pobre IA a algunas situaciones absurdas que provocan que una misión no se pueda cumplir si has muerto en medio de ella porque un objeto que necesitas no vuelva a aparecer. Los bugs son una constante en todo el juego y como prueba final de lo poco pulido que está se encuentran unos frames por segundo totalmente inestable. La gravedad de este asunto es tan alta que cada tiroteo se vuelve una lenta tortura a base de tirones y bajadas repentinas de los fps.
Somos conscientes de las dificultades por las que he pasado el estudio a lo largo del desarrollo de Homefront: The Revolution, pero estamos aquí para analizar el resultado final… y es necesario decir que es nefasto. Habrá alguien que encuentre algo positivo a lo que aferrarse en esta aventura de acción, pero por nuestra parte solo podemos decir que desde luego no se lo recomendamos a nadie.