No podemos decir que God Eater 2: Rage Burst sea precisamente un juego nuevo. Ni mucho menos. De hecho, el juego original salió en Japón allá por 2013 y para PS ni más ni menos. Vale, sí había una versión para PlayStation Vita… pero nos entendemos.
Y digo esto no por fastidiar ni echar para atrás las bondades que pueda tener el juego de Shift y que nos trae Bandai Namco. En absoluto. Lo digo porque desde el minuto uno que cogemos God Eater 2: Rage Burst vamos a tener la sensación de que estamos dándole caña a un título de hace generación (y media). Y al final, pesa.
Pero vamos por partes. God Eater es una saga que coge el testigo de Monster Hunter y que le mete un estilo de juego similar al popular título de Capcom. Es decir, tendremos una base en la que hacer los preparativos de las misiones, mejorar nuestro personaje y, por supuesto, tener algo de vida social, y luego tendremos los mapeados y los escenarios en los que se desarrolla la acción.
Y esto es así desde el minuto uno hasta la hora 30, 70 ó 100 en la que decidas dejar de jugar o te acabes el juego. La diferencia con Monster Hunter radica principalmente en dos pilares: el estilo anime y la historia, que en esta ocasión tiene un «gran peso».
En God Eater 2: Rage Burst, como en todos los juegos de este estilo, nuestra tarea consiste en ir mejorando a nuestro avatar (que por cierto tiene menos opciones de personalización que Pokémon, y ya es decir) a base del alma de la jugabilidad: nuestras armas.
Estas armas son las únicas capaces de derrotar a los aragami, los enemigos del juego que se están encargando de diezmar a la población humana. La cosa es que, como buen anime, no todo es tan bonito como parece. Si sois seguidores de anime en general, seguramente os daréis cuenta desde el minuto uno de que hay algo que no termina de gustarnos de estas armas. Básicamente porque están vivas y están hechas de lo mismo que están hechos los aragami. Y hasta aquí puedo leer…
Las armas vienen como las rebajas, con un 3×1 bajo el brazo, ya que con el mismo elemento podremos tener arma cuerpo a cuerpo, arma a distancia y escudo. Por supuesto, habrá varios tipos de cada uno de ellos y con sus pros y sus contras, y habrá que elegirlas con cuidado a partir de determinado momento del juego ya que la resistencia de los enemigos a determinados tipos de ataques los pueden hacer algo insufribles. No todo va a ser golpear y punto. Hay que ver puntos débiles, zonas y pautas de movimiento y comportamiento. Observar primero y atacar después.
Distintos ataques, distintos daños, distintos elementos y distintas habilidades. Todo esto es personalizable 100% en el juego (a diferencia del avatar, claro está), y es donde radica la gracia del juego. Hay cientos no, miles de combinaciones que explorar y que se van desbloqueando poco a poco conforme avanzamos en el juego, igual que en su secuela, aunque con algún que otro añadido en el tema de habilidades de sangre.
¿Y cómo se consigue esto? Pues con paciencia (mucha paciencia) y mucho tiempo. Las misiones que iremos aceptando nos llevarán a distintos mapeados. En ellos recogeremos objetos, mataremos aragamis y, por supuesto, daremos de comer a nuestras armas, como cuando le ponemos alpiste al canario, pero en plan gore.
Todo esto nos dará materiales que, bien preparaditos y bien organizados, nos permitirán crear, modificar, apañar, potenciar, o incluso desmembrar, nuestro equipo. Y este será nuestro nivel. A mejor equipo, más habilidades, más potencia, más efectividad y, por supuesto, más enemigos que matar.
Por desgracia, a pesar de que hay más misiones que mangantes en el gobierno (y todas muy variadas), la cosa se vuelve algo repetitiva. Para empezar, los escenarios, aunque están bien recreados y tienen bastante variedad, hay que admitir que son minúsculos.
En Monster Hunter, por hacer una comparación odiosa, tenemos un mapeado dividido en secciones y al que podemos acceder desde bien temprano. En God Eater, los escenarios son más cerrados y en casi todos, sin secciones diferenciadas. Esto nos da como resultado zonas muy variadas y cachondas, pero por contra, nos deja un margen de movimiento muy pobre dentro de ellos. Y al final esto se traduce en que hay poca exploración y, por lo tanto, pocos alicientes para recorrerlos.
Además, y como os dije, aunque esté retocado, se nota a la legua que estamos jugando a un juego con base de PSP. Ni si quiera de PSVita. Y en PlayStation 4 huele un poquito, la verdad.
Este desfase generacional se nota también en los momentos de historia. Empiezan y se cortan con mucha brusquedad y, aunque los personajes tienen buenos diseños, su simpleza y su estructura nos vuelven a recordar que estamos ante un juego de PSP más que otra cosa.
No soy de los que califican a un juego por sus gráficos, pero ya que nos traen un título de PSP a PSV, PlayStation 4 y a PC, al menos hay que darle un poco de alegría a los ojos, ¿no?
Otro de los aspectos que tenéis que tener en cuenta a la hora de jugar a God Eater 2: Rage Burst es que si queréis sacarle todo el provecho es casi indispensable que tengáis gente para jugarlo ya que la gracia del título, igual que con otros del estilo, está en el multijugador.
Si vamos solos, podremos elegir a los personajes que queremos que nos acompañen y personalizarlos a nuestro estilo de vida, pero por mucho que les gritemos, ellos no cambiarán su táctica inteligentemente. Tampoco les podremos decir que vayan por un lado y nosotros por otro y, por supuesto, no podremos echarles la culpa de que la partida se haya ido al carajo.
Por suerte, el juego tiene un cross play que es digno de elogiar. Poder jugar en cualquiera de las plataformas con cualquier persona que ande liada con el juego le da mucha vida, y es uno de los grandes puntos a favor del título.
En definitiva, que si queréis un juego de caza, recolección y creación con estilo anime y una historia que supere las dos líneas de texto (como las de Monster Hunter), este es vuestro juego. Eso sí, tened en cuenta que el multijugador es lo mejor del título y que su apartado artístico no es el más puntero (ni el segundo, ni el tercero, ni el cuarto…).
Por suerte, para paliar esto, su banda sonora, con temas del primer juego está muy bien. Por desgracia, el doblaje es inglés… y si eres un otaku, no te va a gustar.
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