Chibisake es un auténtico entusiasta de la cultura japonesa, un incansable participante de la comunidad GuiltyBit y además, podéis encontrar todos sus artículos como Redactor Jefe en DECULTURE. También suele pasear por Twitter con el nombre de @chibisake, donde estará encantado de que le sigáis.
Buenas muchachos, es un placer para mí poder escribir un pequeño artículo para los amigotes de GuiltyBit. Se me hace raro escribir desde aquí arriba, y no verme abajo, entre la marabunta de comentarios, que es donde suelo estar. De hecho, acostumbrado a escribir en blogs y medios dedicados a la cultura popular japonesa, ahora, aparecer de repente aquí, me hace sentirme como una niña pequeña visitando por primera vez /b/ en 4chan. Pero bueno, alle voy, que la fiesta está arriba.
Desde que los videojuegos comenzaron a hacerse su hueco en el mundo del ocio, estos siempre han sido perseguidos por aquellos que no terminaban de entender del todo esta cultura. Esta industria que tanto adoramos ha sido, desde hace décadas, objeto de ataques por parte de los medios de comunicación, quienes en su tiempo llegaron a realizar afirmaciones tan erróneas y opacas como malignas. Ya a finales de los 80 Isaac Asimov tuvo que lidiar con teorías que aseguraban que las máquinas deshumanizaban, pero en los 90 los medios llegaron a afirmar que los videojuegos eran máquinas de generar personas violentas, drogadictos o incluso asesinos en serie.
Estos se pasaban por la piedra los rigurosos estudios realizados por The British Medical Journal o la Escuela Médica de Harvard, que probaban que no había relación alguna entre jugar videojuegos y cometer un acto violento. Recuerdo con qué poco tacto la televisión y la prensa española e internacional trataban casos como el del niño que apuñaló a otro creyéndose Cyrax, uno de los luchadores de Mortal Kombat, el de la matanza de Columbine, donde decían que uno de los asesinos era aficionado al Doom. Pero el que más de cerca nos tocó a todos los jugones fue: El del “asesino de la catana”, donde un juego de Square, hoy en día Square-Enix estuvo en boca de todos durante un tiempo.
Decir que los medios se pasaron de sensacionalistas es quedarse un pelín cortos, ya que lo que hicieron fue innombrable. Ejemplo de ello es la primera parte del vídeo que encontráis bajo este párrafo, donde Matías Prats realiza comparaciones absurdas entre los actos cometidos por el asesino y el videojuego Fantasía Fainal Ocho —palabras del señor Prats—. Para darle más morbo al asunto, se muestra (y repite) la única escena con sangre, por supuesto la interpretan a su manera.
[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=_Wh4czza4is&feature=youtu.be[/youtube]
Al final —minuto 4:30— intentan enmendarlo diciendo lo que vienen comentando los más expertos desde hace tiempo, que no existe relación directa entre videojuegos y comportamientos violentos. Pero a padres, en su mayoría adultos con conocimientos nulos sobre videojuegos, se les grababa a fuego la escenita sensacionalista sobre brujería y muerte presentada anteriormente. Solo hay que leer la charlita de Matías Prats:
“La muerte de los padres y de la hermana de José Rabadán pudo no ser fruto de un simple arrebato. Según la primera confesión del asesino, actuó siguiendo las instrucciones de un videojuego japonés llamado Fantasía Final ocho. El héroe es un joven que lucha contra la opresión asesinando a sus víctimas con una katana. El parecido entre ambos, lo van a ver, es asombroso.”
Por aquella época esto era lo común. Cada cierto tiempo, un nuevo videojuego caía en lasgarras de los informativos, quienes preferían expresar el recelo y descontento de los adultos antes de informar con rigor y transparencia. De este modo nos vendían que cada vez más gente adicta a los videojuegos mataban gente. Otros títulos que cayeron en las garras de los medios de la época fueron Counter Strike, Resident Evil o Metal Gear Solid y su famoso diazepam, cada uno con su propia polémica.
Por suerte, hoy en día la cosa es bien distinta, los aficionados a los videojuegos respiramos mucho más tranquilos, ya que los medios los aceptan generalmente como cultura y arte, incluso en España, donde somos los últimos en aprender de estas cosas. Aunque parte de ello se lo debemos a las campañas de marketing de Nintendo y otras compañías que han buscado vender sus consolas como un producto familiar. La otra parte, quizás, nos la debemos a nosotros mismos, los jugones, ya que hoy en día somos muchos más quienes “viciamos” con la consola que hace 10-15-20 años.
Pero que seamos muchos más en tan poco tiempo trae consigo otro tipo de problemas: los prejuicios y las generalizaciones. Si antes se cometía un grave error asegurando que los videojuegos incitaban a la violencia, hoy en día los jugones y los profesionales, o más bien “profesionales” del sector solemos caer en la falacia de incluír a todos los juegos que no son de nuestro gusto en el saco de lo que denominamos “mierda”, error que todos hemos cometido alguna vez, incluído servidor.
Recuerdo la campaña que algunos medios norteamericanos, IGN a la cabeza, esgrimieron contra el JRPG con tal de engrandecer los RPG occidentales —especialmente Oblivion y Fallout—, o las odiosas comparaciones entre ambos géneros, cuando normalmente ambos toman un rumbo y persiguen un público distinto. Se llegó a crear un diagrama de flujo — si no me equivoco su autor fue Joe Juba de Game Informer— donde se resumían todas las supuestas rutas que sigue un JRPG para desarrollarse.
Como algo para echarse unas risas, está genial. ¿El problema? Que hubo quien le vio un punto de rigurosidad y seriedad, y lo utilizó como arma para desprestigiar al género japonés. Me sorprendió mucho ver esto y sobre todo leer ciertos comentarios en foros y medios de comunicación ¿De verdad nadie se dio cuenta en su momento que esto, o incluso una versión mucho más resumida, también es aplicable a todos y cada uno de los géneros que dan vida a esta industria? Y no es algo exclusivo de los videojuegos, también se puede aplicar al cine, la literatura y toda forma de expresión artística. Vale que nadie nazca con un guión de película bajo el brazo, pero no era complicado darse cuenta de esto.
Recientemente, otra figura de la industria, el creador de Fez, uno de los videojuegos indie más esperados gracias al bombo que se le dio en el cortometraje Indie Game: The Movie, llenaba titulares de algunos medios independientes tras haberle recitado a la cara a un educado japonés un haiku enternecedor: “los videojuegos japoneses apestan”. Todo esto teniendo en cuenta que Fez tiene fuertes influencias de los productos paridos por la industria nipona.
A Fish le pasa lo que a muchos. Creció con una serie de videojuegos cuya esencia hoy en día ya no se ve con tanta frecuencia. Curiosamente esos juegos eran japoneses, y tiene su lógica, ya que a finales de los 80 y principios de los 90 los grandes titanes eran Nintendo, SEGA y las desarrolladoras de videojuegos niponas, quienes en su día supieron reinventar la industria requemada ante tanto Pacman y Space Invaders. Al ver que ya no hay juegos como los de antes, muchos, incluído un servidor, se indignan. ¿Pero tiene culpa el actual mercado de nuestro pesar? Tal vez sea que muchos de los juegos de hoy en día no están hechos para nosotros, o que nuestros gustos, bien se hayan estancado, bien hayan cambiado.
¿Son de verdad los JRPG y los videojuegos japoneses una mierda? Sí y no, me explico. Todo depende de las preferencias y gustos de cada uno. Está claro que alguien cuya pasión son los FPS, TPS o juegos vinculados a la acción raramente vean algo de su agrado en el mercado nipón. Quizás los aficionados al género de acción puedan verle el encanto a los hack’n slash japoneses, pero ahí se acaba la cosa. Entonces, el primer comentario que seguramente esgrima el jugador medio occidental sea: “los videojuegos japoneses son una mierda”.
¿Y qué ocurre si te gustan los fighting games, hack’n slash, JRPG, juegos de espionaje táctico, novelas visuales o incluso juegos de conducción? Es más, ¿Qué pasa si adoras lo que gesta la madre Nintendo? Los grandes referentes de estos géneros hoy en día siguen saliendo del mercado japonés, y muchos de estos títulos venden como churros en Norteamérica y Europa. Y como las ventas no miden la calidad, sino la popularidad de un juego, puedo remitirme tranquilamente a grandes JRPG —y subgéneros— como Shin Megami Tensei: Persona o Disgaea.
Mientras en occidente se desprestigian con frecuencia los títulos japoneses, en Japón reciben con los brazos abiertos títulos como Skyrim.
Entonces ¿Al final qué ocurre? ¿Son mejores los títulos occidentales o los títulos orientales? La respuesta, similar a la de más arriba es: ambos y ninguno. En occidente y oriente hay grandes joyas, pequeñas joyas y grandes mierdas del diámetro de Falete. Desde hace tiempo, la mayoría de videojuegos apestan, vengan de un lado o de otro.
Por lo tanto amigos, aprendamos del pasado que tanto nos machacó a los jugones, y sepamos respetar y sobre todo convivir. No hagamos de esta afición un monstruo, como quisieron hacer aquellos que afirmaban que los videojuegos generaban violencia, aprendamos a convivir. Es mejor ser como el agua del río, adaptarnos y fluir libremente, que ser la roca que choca con todo aquello que viene de lejos y desconoce.