La consola menos vendida de la generación. El mayor fracaso de la historia de Nintendo desde Virtual Boy. La oveja negra de la compañía nipona. Los datos y la trayectoria irregular de Wii U le han ido otorgando un aura de maldición, de desastre como no se había visto en la industria desde Dreamcast -hasta la Ps Vita, que otrora se perfilaba como la perdedora de esta oleada de máquinas, ha vendido más-.
Pero la cantidad de ventas y la imprenta que deja en la memoria colectiva son hechos diferentes. ¿Dará el paso del tiempo el reconocimiento a la Wii U que no tiene en vida?
[divider]El problema de la odiosa comparación[/divider]
Para empezar, hay un dilema que hay que solventar desde el principio. ¿Qué hace buena a una consola? Antes de poder contestar a esta pregunta, existen dos posibles caminos por los que hallar una respuesta. El primero es su contenido en sí mismo: sus características técnicas, sus mandos y, sobre todo, su catálogo de videojuegos. La segunda es contextualizándola con respecto a sus competidoras, en este caso PlayStation 4 y Xbox One.
Aquí es donde se pone complicado el asunto. Porque es cuestión de cada uno y totalmente subjetivo el considerar la preponderancia de un aspecto sobre el otro. Pero es que además para estudiarlos deben tenerse en cuenta simultáneamente. ¿Cuándo un catálogo es grande? Si tienes 400 juegos a la venta, pero tus rivales tienen 2000, ¿tienes pocos? Y a todo esto, ¿y si de esos 400 hay 20 que son excelentes por consenso general, pero en cambio de los 2000 de la competencia solo 12 lo son? ¿Cuál debería ser mejor considerado entonces?
Como veis, entrar en este debate implica adentrarse en un mundo de divagaciones y criterios propios que, en ocasiones, cometen el error de pretender ser universales. No hay una única conclusión válida, sino que, de hecho, posiblemente personas distintas puedan llegar a varias conclusiones diferentes sin que ninguna sea más apta que la otra.
¿Y a qué viene todo este desvarío? Pues básicamente su misión es la de dejar claro desde el principio una cosa: esta es mi particular visión de la situación tanto presente como futura de la Wii U. Y no solo me refiero a que sea una opinión -se da por hecho de antemano en un artículo de esta índole- sino también a que los criterios que voy a utilizar para analizar los puntos fuertes y débiles de la última creación de Nintendo están basados en mi experiencia y forma de ver los videojuegos.
Aclarado esto toca hablar del fin de la Wii U, de cómo será recordada con el paso del tiempo y por qué. Pero para hablar de sus últimos momentos tenemos primero que remontarnos a su llegada. A antes, incluso.
[divider]La estela contaminada del éxito[/divider]
Si algo ha caracterizado siempre a Nintendo es el ser distinta al resto e imprimir su marca personal de forma muy reconocible. Recuerdo ver las presentaciones del lamentablemente fallecido Satoru Iwata y pensar que no podía imaginarme a ningún otro presidente de una gran compañía de videojuegos actuando de la misma manera que él y sintiéndose tan genuinamente cercano a los fans.
Cuando dijo su famosa frase «en mi tarjeta de visita, soy presidente de una corporación. En mi mente, soy un desarrollador de videojuegos. Pero en mi corazón, soy un jugador», sentí que estaba siendo sincero, que no fingía. Y eso tiene más valor en un empresario de lo que puede parecer.
Pero incluso antes de la llegada del posiblemente director ejecutivo de una empresa de videojuegos más querido de la historia ya la visión única de la gran N la había hecho muy popular. Otro gran hombre de la empresa nipona, Gunpei Yokoi, estuvo detrás de la buena acogida que tuvieron las Game & Watch y la Game Boy. Su visión estratégica fue denominada por él mismo como «pensamiento lateral de la tecnología obsoleta». Es decir, aprovechar las innovaciones ya existentes y darles una vuelta de tuerca para hacerlas a la vez muy atractivas, rentables económicamente y, a ser posible, intuitivas.
¿Os suena esta forma de preceder? Lo cierto es que Yokoi murió también a una edad temprana (en 1997, con 56 años), pero en los posteriores pasos que dio la compañía se puede percibir todavía el legado dejó. Nintendo desde ese entonces sería esa compañía que era a la vez capaz de hacer algo nuevo y despreocuparse por la potencia bruta de sus máquinas.
Después de él Iwata recogería su testigo y corregiría la debacle de Gamecube apostando por una reinvención de la fórmula de Game Boy con la Nintendo DS. Éxito absoluto, consiguiendo lo que el presidente más quería: atraer al gran público y no solo a un nicho concreto. Posteriormente llegaría Wii. Y aquí es a donde queríamos (realmente solo yo) llegar.
La consola doméstica de Nintendo más vendida de la historia (más de 100 millones, según estima Vgchartz). El punto de inflexión en sobremesa. El ejemplo del nuevo camino a seguir. El hijo pródigo. El padre de la Wii U. Y por tanto, el principio del fin.
La máquina, que desde su propio nombre traía ya toda una declaración de intenciones (Wii-we-nosotros), fue muy determinante. Visto desde la perspectiva presente, cabe preguntarse si hasta demasiado. Su éxito condicionó totalmente el desarrollo de su sucesora tanto en filosofía como en su manera de venderse al público.
Así, cuando Wii U fue anunciada las desarrolladoras third party insinuaron que solo la apoyarían si demostraba ser potente y el público no sabía muy bien si era algo totalmente nuevo o un complemento para la Wii. Anécdota personal: mis padres, que han tocado solo esta consola en los últimos veinte años, estaban convencidos de que «Wii U» era el nombre de un mando nuevo. Y sospecho que no fueron los únicos confusos por una campaña publicitaria que no sabía si quería despertar el aprecio que generaba su antecesora o por el contrario distanciarse de ella para hacer ver que eran distintas.
Tras los primeros indicios de que las ventas eran muy tibias, muchos echaron la culpa de esto a su poca potencia. Sin embargo, esto no había sido un problema hasta ahora. Lo cierto es que en ese sentido el único pecado que cometió es haber llegado en un mal momento y con una promoción poco acertada. Incluso su pobre catálogo inicial, que podría ser señalado también como fallo, es algo compartido por incluso la propia PlayStation 4, que no por ello se ha visto afectada. No, el culpable realmente fue la alargada sombra de la Wii.
[divider]Un camino a trompicones…[/divider]
La Wii U nació en 2012 tambaleándose, con ese aura ya desde un principio de intento a medio gas de emular lo conseguido por la ya mencionada Wii. Con una nueva utilidad, la de poder jugar con dos pantallas o en su defecto sin usar la tele, que no causaba el mismo furor que el detector de movimientos del Wiimote. Recuerdo con un gran contraste de sensaciones la espera de la llegada de este mando con el de la tableta. Si el primero despertó expectación, la segunda despertaba incertidumbre. El concepto de la consola asimétrica no terminaba de cuajar.
Con el tiempo se confirmó que finalmente no todos los juegos aprovecharían estas funciones y su ya de por sí cuestionado atractivo empezó a menguar. La propia Nintendo acabó haciendo menos hincapié en esta característica y se centró en lo que mejor sabía hacer: videojuegos. Pero la máquina no se podía mantener solo con eso.
Las compañías, que ya se habían mostrado poco atraídas por la protagonista de este artículo, abandonaron el barco. Esta historia se convirtió en una lucha en solitario y a contracorriente, en un panorama en el que ya se daba a Sony por «vencedora» de la generación debido a la incomparecencia de sus rivales, en el caso de Nintendo reconocida. Terminaba 2013 y en solo un par de meses la PlayStation 4 ya prácticamente la había alcanzado en ventas a pesar de su año de ventaja.
2014 solo confirmó definitivamente esta tendencia. Sus competidoras se impusieron a lo largo del año y lo hicieron con un catálogo todavía en ciernes. No necesitaron innovar: PlayStation 4 y Xbox One eran prácticamente un calco de sus antecesoras en cuanto a diseño, mando e intenciones. Los únicos cambios eran un mayor parecido al multitarea del PC y el sustancial avance en potencia.
Desde entonces hasta ahora los datos no han hecho más que reafirmar el golpe que se llevaba Nintendo, el mayor de lo que llevamos de siglo por encima incluso de los pobres resultados de la Gamecube, al menos en cuanto a ventas de consolas. La filosofía de la gran N de apostar por algo distinto y despreocuparse por el poderío interno se llevó el primer rapapolvo del público en mucho tiempo. Se acercaban tiempos de cambios, y con la Wii U en teoría todavía a mitad de ciclo la compañía miraba ya en otra dirección facilitando por primera vez la entrada al mercado móvil y anunciando con mucho tiempo de antelación la Nintendo Switch. Una que, por cierto, demuestra que no han renunciado a su estrategia única. Pero eso es ya otro tema.
[divider]… sembrado de buenos títulos [/divider]
La comunidad «gamer» no es precisamente de las más unidas que existen, pero creo que hay algo en lo que todos estaremos de acuerdo: en una plataforma lo importante, al final, son los juegos que tiene. Esto es lo que realmente cuenta a lo mejor no para las empresas, pero sí para nosotros, jugadores. Y en este terreno Wii U es una consola con un buen pro y un gran contra.
Nació de la mano de tres juegos que eran la guía del camino a seguir. Nintendo Land para sentar las bases de su control asimétrico y representando a la Wii (nosotros) de su nombre. ZombiU como símbolo de la -finalmente fallida- reconciliación con las third parties y aclararnos el nuevo sentido que indicaba la U (tú, búsqueda del jugador más tradicional). Y finalmente New Super Mario Bros. U para recordarnos que esta es una máquina de Nintendo.
Esta triada no estaba formada por obras maestras, pero sí eran productos notables que suponían un buen primer paso. Seguramente mejor que el de sus rivales, al menos comparando los primeros compases, más allá de las ventas. Tras ellos llegaron en 2013 otros títulos como LEGO City Undercover, Pikmin 3, The Wonderful 101 y Super Mario 3D World.
Nintendo ponía desde ya toda la carne en el asador, pero todos sus esfuerzos se veían descompensados por la fuga masiva de posibles desarrolladores externos. Hasta Ubisoft, que era la que más apoyo había mostrado en un principio, parecía perder interés y sacaba más tarde Assassin’s Creed IV: Black Flag en Wii U. Mientras, sus rivales no necesitaban un catálogo de exclusivos tan fuerte por la presencia de los GTA, Battlefield y demás.
Avanzamos hasta 2014. Un año mágico. A la consola le llegaban varios de los títulos más esperados por los fans. Donkey Kong Country: Tropical Freeze, Mario Kart 8, Hyrule Warriors, Super Smash Bros para Wii U, Captain Toad y Bayonetta 2. Un gran plataformas, la conducción por excelencia de Nintendo, el único juego en el que pueden pegarse piñas Link y Mario y el que puede que sea el mejor Hack and Slash de la generación, entre otros. Solo con este año debería bastar para refutar a aquellos que le niegan cualquier virtud.
El paso del tiempo continúa y entrados en 2015 el nivel se mantuvo. Principalmente por el que seguramente sea el título más reconocible y emblemático de esta máquina: Splatoon. El juego de disparos al más puro estilo Nintendo que convenció hasta a muchos escépticos y despertó la ilusión por la capacidad de los nipones para sacar nuevas sagas. Lo acompañaron Xenoblade Chronicles X (para no pocos, el mejor juego de Wii U), Yoshi’s Woolly World, Mario Party 10 y Super Mario Maker, que también suponía una apuesta por algo nuevo, aunque sin duda mucho menos atrevido que niñas-calamares disparando tinta por el suelo.
Pero el ya mencionado bajo éxito producido por esta oleada de exclusivos desvió a la compañía su atención de la poco rentable consola y 2016 estuvo bastante desierto. Un Star Fox: Zero que no terminó de contentar a los que esperaban su regreso y Paper Mario: Color Splash son de lo poco destacable de este último estertor.
A lo largo de todos estos años, tanto o más protagonismo como los juegos que salían a la luz lo tenía una sombra permanente sobre la plataforma, aquella que estaba destinada a salvarla del pozo en el que estaba cayendo. El famoso Zelda para Wii U, que aparecía como una constante en las especulaciones de los fans mientras su lanzamiento se retrasaba una y otra vez. The Legend of Zelda: Breath of the Wild sobrevoló toda la vida de la consola y todavía no ha aterrizado, ni lo hará hasta -y junto a- la llegada de su hija y asesina, la Switch. De su destreza para estar a la altura de las expectativas dependerá la valoración que tendremos de sus momentos finales.
¿El gran pero de todo esto? Su catálogo está lleno de obras brillantes… pero se siente escaso en cuanto a cantidad de contenido. La falta de muchas de las grandes sagas multiplataformas le pesa en ese sentido y es, junto con la pérdida de fuelle del final, lo único que lastra el conjunto. A juicio de cada uno queda hasta qué punto valorar las comparaciones entre calidad y cantidad de lo que ofrece frente a Xbox One y PlayStation 4.
[divider] El legado de Wii U [/divider]
Procurando llegar a la clave de las sensaciones que me transmite Wii U para construir mi discurso, me venían una y otra vez de nuevo los recuerdos de mi familia utilizando la Wii. Como ya he dicho antes, mis padres hasta ella prácticamente habían mostrado cero interés por este mundillo. Sin embargo, cuando la probaron encontraron un interés genuino en ella. Se divertían con lo que les ofrecía como no lo hacían con lo que les daba la PlayStation 3 o la Xbox 360.
¿Por qué? ¿Qué tenía de especial para llegar con tanta facilidad hasta a los menos asiduos? Quizás ahí estaba la clave. Facilidad. Sencillez. Meter el disco, coger un mando intuitivo como pocos y empezar a jugar inmediatamente. A juegos como Mario Kart, New Super Mario Bros. o Wii Party, rápidos de disfrutar y que se aprenden a usar al par de minutos de probarlos.
A su vez, esta especie de memoria nostálgica me llevó a recordar qué me hacía a mí interesarme por los juegos. Las posibilidades que ofrecen, los mundos que explorar, las formas de contar historias únicas del medio. La diversión y el entretenimiento junto con la concepción del medio como un arte.
Mucho se ha hablado sobre el fracaso de Wii U, pero lo irónico es que lo consiguió. Su nombre dio en el clavo. Nintendo nos trajo una consola que tenía el potencial de atender a los dos grandes públicos del medio. Los que suelen ser condescendientemente separados entre casuals y hardcores. Mario Kart 8 y Xenoblade Chronicles X. New Super Mario Bros. U y Bayonetta 2. Había espacio y contenido para todos.
Y eso es lo que creo que se va a percibir de ella con el tiempo. Un fracaso absoluto en marketing que tapó que verdaderamente estaban haciendo lo que habían prometido, el objetivo que se habían marcado. La consola no llegó a mucha gente por la mala labor de Nintendo haciendo ver sus virtudes, pero aquellos a los que sí alcanzó recordarán con cariño a una consola con un catálogo de exclusivos que debía haber estado destinado a comerse el mundo.
Puede que Wii U no vaya a ser recordada como la nueva Nintendo 64 (perdóname por esto, Manu), pero rememorando su trayectoria y juegos no puedo evitar sentir que en ella reside el espíritu de dos genios creativos. Uno que la concibió en vida, Iwata, y otro que marcó la filosofía de la compañía y cuyas reminiscencias todavía se hacen notar, Yokoi. Una consola única y propia, como todo lo que hace la gran N. Su fracaso en ventas ya es inevitable, pero puede que el paso del tiempo la coloque en un lugar mucho mejor del que su falta de éxito comercial plantea. Y quizás, quién sabe, dentro de unos años cuando en teoría ya esté olvidada acabe desempolvándola para jugar con mis padres… o conmigo mismo.
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