Tras experimentar con mecánicas de gestión social, la saga vuelve a sus raíces clásicas innovando por el camino. Análisis de Fire Emblem Engage.
Estrenado en 2019, Fire Emblem: Three Houses nos dejó con una de las entregas más completas, profundas y queridas por la comunidad nintendera. Dejó el listón por las nubes, por lo que Intelligent Systems solo podía tomar dos caminos: añadir todavía más profundidad a la siguiente entrega o cortar por lo sano para volver a sus orígenes. Para bien o para mal, han optado por lo segundo, trayéndonos un título más comedido y centrado en los combates que su predecesor, pero que aún así sigue atesorando muchos diamantes que merecen ser descubiertos. Análisis de Fire Emblem Engage.
De personajes entrañables a muñecos sin carisma
Si Fire Emblem nos suele dejar huella es en parte gracias a sus historias, las cuales se toman su tiempo para que vayamos conociendo a decenas de personajes. Cogerles cariño es el pan de cada día, y esto es algo intencionado, pues una de las características más diabólicas de la franquicia de Intelligent Systems consiste en que los mismos pueden sufrir una muerte… permanente, imposibilitando así que podamos volver a usarlos en batalla y destruyéndose su participación en la historia.
No obstante, desde que Fire Emblem: Awakening llegó a nuestras vidas allá por 2013, la saga nos permite jugar sin esta función, relegándose las mismas al «modo clásico» y dejando el «modo normal» con una historia sin alteraciones cuando un personaje acaba encontrándose con la segadora. Supongo que esto desplazó los intereses del estudio hasta desembocar en lo que tenemos hoy: un juego despreocupado de sus personajes. Y esto es quizás el punto más negro que tiene este Fire Emblem Engage.
Aunque sigue habiendo conversaciones de afinidad, y el juego está repleto de cinemáticas para desenvolver su larga pero cotidiana trama, las mismas se han visto reducidas a cuatro frases desganadas donde podemos atisbar pequeños retazos de las personalidades de los protagonistas, pero sin suficiente tiempo para llegar a sentir una conexión plena con ellos. Algo verdaderamente doloroso, pues estamos ante la entrega con los mejores diseños de personajes hasta la fecha. Una pena que se queden en cascarones semi-vacíos.
Un nuevo mundo es amenazado por la oscuridad y nos ha tocado lidiar con el muerto
La trama principal no es que sea tampoco la panacea. Nos encontramos en el mundo de Elyos y somos Alear, la prole del Dragón Divino, una entidad encargada de custodiar la paz del mundo. Como no podía ser de otra forma, aparece nuestra contraparte conocida como el Dragón Sombrío, también llamado Sombron, que busca la aniquilación del mismo. Estamos ante la trama típica de cualquier Fire Emblem clásico y es lo que se busca, pero lamentablemente, aunque puedo aceptar que se hayan decantado por esta premisa, el desarrollo es falaz y horroroso, llenándose de «deus ex machina», agujeros de guion y situaciones predecibles que nos harán bostezar delante de la híbrida de Nintendo.
El añadido más atractivo y original, como son los anillos emblema, acaban siendo un recurso fácil para solventar muchas situaciones y cuyo trasfondo es prácticamente nulo. En combate, como hablaremos más adelante, son otra historia, pero en lo narrativo piden desarrollarse muchísimo más para al menos no suspendernos la credibilidad y creer que forman parte de Elyos en vez de sentirlos como un parche mal puesto.
Fire Emblem me enamoró hace muchos años por ser capaz de condensar historias costumbristas dentro del marco de la fantasía medieval clásica sin necesidad de hacer alardes técnicos o apoyarse en interminables bocadillos de texto. Fire Emblem Engage fracasa en el intento, contando mucho para decir poco, cayendo en todos los vicios habidos y por haber de la narrativa y abrazando el mal endémico de muchos videojuegos: darnos una historia por cubrir un cupo y no porque se quisiera desde un principio.
¿Queréis problemas? ¡Pues atended a nuestro Emblema!
Lo que le falta en lo narrativo, Fire Emblem Engage lo suplanta en lo combativo. No me tiembla las manos al escribir que estamos ante la entrega más poderosa que podemos tener a los mandos. Todo lo aprendido a lo largo de una franquicia, que tiene ya sus 33 años, desemboca aquí dándonos batallas de una riqueza táctica fuera de serie: habilidades activas y pasivas, ataques colaborativos, el triángulo de las armas, cambios de clase, bonificaciones de terreno, eventos aleatorios… Todo se da cita en esta entrega y fusionándose a la perfección con la nueva mecánica: los anillos emblema.
Estas joyas permiten a los protagonistas obtener los servicios del héroe que reside en el anillo. Estos son los personajes principales de las entregas pasadas de la franquicia, por lo que contaremos con la ayuda de eminencias como Marth, Ike, Roy, Lucina o Byleth. Solo el hecho de equipar uno de estos anillos aporta sendas ventajas a su portador: habilidades pasivas, destrezas con armas fuera de su clase, técnicas de entorno y aun aumento paulatino de sus estadísticas. Porque claro, los anillos emblemas también suben de nivel conforme más acciones hagamos con el personaje que los viste.
Pero eso no es todo, tenemos una acción especial llamada fusión (engage) que permite al portador unirse al héroe del anillo, como si de un «sentai hero» o una «magical girl» se tratase. Las ventajas anteriormente citadas se potencian todavía más en este estado y además, se añade un ataque definitivo que variará según el emblema. Por ejemplo, Marth desencadena una oleada de muchos ataques creando un daño total devastador mientras que Ike carga potencia durante un turno para soltar, al inicio del siguiente, un poderoso ataque en área capaz de matar y aturdir a varios enemigos a la vez.
La rutina de los Fire Emblem clásicos está de vuelta
Se nota que Intelligent Systems centró toda su energía en entregarnos unos combates que se guardarán para la posteridad en la memoria de los fans. Si bien, esto tampoco es algo que invente la rueda, ya que las entregas clásicas siempre se sustentaron en lo siguiente: combates, conversaciones en formato visual novel, pequeñas dosis de gestión y repetir el proceso. Fire Emblem Engage abraza de nuevo esta rutina, apoyándose en las batallas y restando interés en lo demás.
Como ya mencionamos, la historia es quien se ha llevado la peor parte, pero también notaremos menos interés en las partes de gestión. No es que esta esté mal pero, si venimos de Fire Emblem: Three Houses, vamos a notar un bajón gigantesco. Aquí tenemos Somniel, un recinto aupado en una dimensión segura donde podremos hacer diferentes tareas cotidianas (comer con varios personajes, ir de tiendas, luchar en un coliseo, aprender habilidades…) o disfrutar de mini-juegos como volar en un guiverno (wyvern) destruyendo objetivos al más puro estilo de Panzer Dragoon. Huelga decir que ninguna de estas actividades tiene el impacto, la utilidad o la gracia que tenían en la entrega pretérita, pero están ahí para cuando necesitemos desconectar de tanta batalla.
Perfectamente podemos prescindir de invertir tiempo en Somniel si no queremos. Por ejemplo, actividades que aumentan la afinidad entre personajes (como comer con ellos o darles regalos) son innecesarias al comprobar que se sube más rápido luchando juntos en batalla o que actividades que nos recompensan con fragmentos de lazo no valen la pena, ya que conseguiremos mas cantidad «farmeándolos» en los mapas post-combate.
Análisis de Fire Emblem Engage – Un paso para atrás en una entrega que sigue siendo notable
No puedo decir que no me lo haya pasado bien jugando a Fire Emblem Engage. Los combates son pura adrenalina (sobre todo en difícil) y gozan de una profundidad, para poder desempeñar mil y una estrategias, que me ha dejado súper complacido. Sumado a su gran desempeño jugable, tenemos un nuevo enfoque artístico de la mano de Mika Pikazo, una ilustradora muy joven especialista en diseñar V-Tubers, que le ha venido perfecto para darle un refresco necesario. Fuera de ahí se acaban los piropos, pues supone un paso atrás a lo vivido en Fire Emblem Three Houses, sobre todo a lo referente al componente narrativo y la afinidad entre personajes.
Tampoco puedo vitorearle en lo meramente técnico. Estamos ante el primer juego de la franquicia en usar un motor externo de la compañía y han tenido el mal ojo de echar mano a Unity, conocido por ser un motor gráfico todoterreno pero también por presentar un rendimiento nefasto en muchos títulos. Fire Emblem Engage no es la excepción, teniendo bajones en la tasa de imágenes por segundo en batallas multitudinarias y unos tiempos de carga que desesperarán al más paciente del barrio.
No obstante, no puedo finalizar este análisis de Fire Emblem Engage diciendo que es un mal juego, ni tampoco uno mediocre. No me ha tocado la «patata» como sí lo hizo Awakening o Shadows of Valentia, por poneros algunos ejemplos, pero si el componente social y la historia te dan igual, y solo estás aquí para degustar las batallas de un T-RPG, Fire Emblem Engage te va dar un plato de cinco estrellas Michelin.