Hola, culpables. Sí, ya sé que hace mucho que no hablamos de Dragon Ball Super, pero antes de que os preguntéis por qué narices los dejamos (digamos que fue cosa de perros y gatos) aquí volvemos a la carga con estas pequeñas reseñas al capítulo semanal de una serie que nos vuelve locos, tanto en el buen sentido como en el malo de la palabra.
Pongámonos en situación. La batalla entre Hit y Goku llega a su clímax. Y hay que admitir que después de un combate bastante soso por parte de Goku y Vegeta contra Golden Freezer, ésta ha conseguido captar mi atención, casi tanto como los capítulos finales de la batalla entre Goku en Super Saiyan God y Bills.
Con un Goku combinando el Super Saiyan Blue con el Kaio Ken al límite, Hit también quiere seguir luchando para mejorar más su habilidad del salto en el tiempo. Sin embargo no todo va a ser meterse de leches (de hecho vamos a ver bastante pocas), pero sí que es cierto que los acontecimientos se van a ir sucediendo bastante rápido y sin dejarnos demasiado respiro.
El final sel combate se decide en este capítulo, y pese a que la batalla en sí me ha gustado y que, finalmente, Hit ha cogido algo de personalidad (pero muy poca), tengo que admitir que no termina de gustarme la evolución del personaje en estos tres episodios de lucha.
Hemos visto a un Goku usar la cabeza (más o menos), para acabar con la técnica de su enemigo, pero por desgracia, éste no ha hecho lo mismo para contrarrestar al Super Saiyan Blue, sino que ha «mejorado», por sus santos cojones. Es decir, porque sí y punto, sin dar una explicáción que vaya más allá de «luchar contra ti me estimula».
Ha sido, básicamente, una pelea de egos, bastante chula, pero que no le da a Hit ese aire de contrincante poderoso que tuvo, por ejemplo, Bills. Además, la falta de carisma del personaje tampoco hará que lo veamos como un gran enemigo para recordar como, por ejemplo, Célula o Freezer.
Pero lo bueno de este capítulo no es el final del combate, sino más bien lo que ocurre al final. Tras unos cuantos momentos de humor, el final del torneo se pone bastante tenso cuando entran en acción Bills y Champa, pero no como hasta ahora, sino como los dioses de la destrucción que son. Y la verdad es que recuperan un poco ese halo de poder que habían perdido durante esta saga a base de frases cómicas o situaciones absurdas.
Sin embargo esta situación de lucha de poderes de pronto se ve truncada por la aparición de un personaje nuevo en medio del escenario: Zeruou. Un simpático y pequeñín individio al que Bills y Champa llaman «sama». Y aquí acaba el capítulo.
Ya advirtió Toriyama que a partir de ahora veríamos, por fin, la trama de Dragon Ball Super. Y tras ver el adelanto del episodio 41 (con un Shenron Dorado en escena), parece que sí que va a ser así. Han tardado 40 capítulos, sí, pero si es buena, benditos sean estos episodios de «presentación».
¿Quién es Zeruou-sama? ¿Es un dios? ¿Es más poderoso que Bills y Champa? ¿Es algún tipo de dios de dioses? No lo sabemos todavía, pero si bien los dos hermanos de la destrucción parecen muy alterados por la aparición de este individuo, tanto Wiss como Vados se mantienen algo… inalterados.
Habrá que esperar una semana más para ver, por fin, algo trama, como el deseo que pedirán al nuevo dios dragón y, sobre todo, la persona que lo pedirá. Estamos ahora mismo en un punto de inflexión de Dragon Ball Super: o se pone realmente interesante y coge fuerza o se convertirá en una especie de Dragon Ball GT 2 que no tendrá ni pena ni gloria.
Yo, por si las moscas, sigo leyendo el manga, que es bastante más entretenido y no ponen a Goku como un gilipollas íntegro. Hasta el domingo que viene, culpables.