Siempre me gustó más Digimon que Pokémon, culpables, al menos en lo respectivo a sus series de animación. Ni Ash ni Pikachu me entusiasmaron nunca, sobretodo por culpa del primero y de unos capítulos que ya a mis 10 años me sabían a poco, pero entonces mis amigos me dijeron que en la 2 iban a empezar a poner otra serie similar a la hora de comer.
También contaba con niños como protagonistas y estos estaban, a su vez, acompañados de monstruos que evolucionaban, en tamaño y color, conforme emprendían un viaje en un extraño mundo que les cambiaría para siempre y a mi con ellos.
Esto se ha repetido de manera constante con todas las series de animación de Digimon que iban apareciendo, desde la continuación directa que supuso 02 hasta Frontier que, aunque ya me pilló algo más crecidito seguía interesándome más que Pokémon.
Por desgracia este aspecto se ha ceñido, únicamente, a la televisión, pues en materia de videojuegos Pokémon se ha mantenido de manera dominante desde hace décadas, tanto por la superior calidad de sus juegos como por la legión de fans que le acompañan desde 1996.
Aunque todo lo relacionado con Digimon partió de dar trasfondo a las mascotas digitales estilo Tamagotchi, estos Digital Monsters fueron creciendo en popularidad con las series de animación y algún que otro videojuego lanzado por el tirón que las aventuras de Tai, Agumon, Matt y compañía tuvieron en su momento.
Estos títulos, siempre de la mano de Bandai (ahora Namco Bandai), jamás alcanzaron un nivel de calidad sobresaliente, aunque algunos de ellos servían para contentar, y mucho, a sus numerosos fans. Yo mismo le eché a Digimon Rumble Arena una cantidad de horas similar a Super Smash Bros., teniendo ambos muchas veces me decantaba por el primero por contar con la licencia que tan buenos ratos me dio en quinto de primaria. También tuve y tengo Digimon World, pero mi experiencia con él no fue tan agradable y me resultó algo caótica, todo para nada, pues un bug impedía acabar el juego. Ole por la Bandai de los 90.
Han pasado casi 20 años y ahora la licencia Digimon World ha vuelto, en forma de secuela directa que obvia esos Digimon World 2 y 3 lanzados también para la primera PlayStation. Digimon World: Next Order continúa tras los acontecimientos del primer título de la saga y seré franco con vosotros, no es un juego que vaya a cambiaros la vida pero, si sois mínimamente fans de la licencia, es muy posible que os entretenga tanto como me ha entretenido a mi, pues supone un retorno a la nostalgia en un mundo que, esta vez sí, no está roto. Tiene sus carencias y sus fallos, sí, pero no se ha repetido el drama del primer Digimon World.
Veámos qué tal se les ha dado esta vez el acercamiento al mundo digital…
Volvemos a estar en el mundo digital, culpables, el mismo mundo digital que visitamos en Digimon World. Una nueva crisis se presenta, pues un grupo de Machinedramon está descontrolado y destruyendo todo a su paso sin motivo aparente.
Nosotros encarnamos a uno de los niños que en su día participó en un campeonato y llegó a las finales, de ahí que nos diesen un dispositivo digital y podamos viajar a este curioso mundo, aunque lo cierto es que no somos como el resto de niños, pues contamos con la ayuda de un segundo compañero Digimon. Esta será una de las principales premisas del juego, la posibilidad de llevar un segundo compañero en nuestras aventuras, con la capacidad de crear vínculos entre nosotros y ellos y que lleguen a ser capaces incluso de fusionarse.
La ciudad de Floatia es nuestra base y ha quedado para el arrastre, de modo que será competencia nuestra (como ya lo fue en el juego original) traer de nuevo la prosperidad a la ciudad atrayendo a los Digimon que se hayan dispersado, al tiempo que intentamos averiguar el porqué del ataque de los Machinedramon y cómo volver a casa.
No se trata de ningún argumento enrevesado, ni mucho menos, de hecho tiene una narrativa en forma de diálogos algo diluida e intrascendente con muchos tópicos y personajes arquetípicos de anime que no nos sorprenderán lo más mínimo, pero funciona como espina dorsal de los acontecimientos y da la sensación de ofrecer un motivo para seguir explorando y buscando nuevos habitantes para nuestra creciente ciudad, que sirve como medidor de nuestro progreso.
Pues entrenar. Entrenar y combatir junto a nuestra pareja de Digimon para fortalecerlos y que evolucionen, pues cuanto más lejos nos encontremos de Floatia, más duros serán los enfrentamientos. Necesitaremos a nuestros Digimon fuertes y resistentes si queremos estar a la altura del desafío que, en muchas ocasiones, se muestra de manera implacable y algo injusta. Conforme pasamos tiempo con nuestros compañeros nuestro vínculo con ellos se fortalece, lo cual nos ayuda a mejorar como entrenadores al tiempo que ellos nos dan pistas sobre su genealogía.
Cuanto mejor nos llevemos con un Digimon más datos sabremos a la hora de hacerlo evolucionar, pues esto no es como la serie. Aquí cada Digimon evoluciona en formas superiores según sus parámetros, su comportamiento, su alimentación, su actuación en batallas anteriores, nuestro vínculo y relación con ellos… Tal cantidad de factores supone todo un quebradero de cabeza para el entrenador novato que puede llegar a desesperar y a transmitir sensación de descontrol.
El juego cuenta con toda clase de tutoriales y poco a poco vamos aprendiendo, vamos teniendo más control sobre qué hacer con nuestros compañeros y cómo entrenarlos. La ciudad va progresando, dándonos herramientas para que el proceso se agilice con cada nuevo habitante que se une a Floatia. Y es que los Digimon funcionan en un ciclo de vida y muerte eterno como ya ocurriera hace años.
Nuestros dos compañeros envejecen, son heridos y, a veces por culpa nuestra y otras por el mero paso del tiempo, acaban falleciendo. Al instante renacen en forma de huevo y todo vuelve a empezar. Esto supone a veces un revés para el ritmo del juego, pues quizás estábamos con nuestros asuntos bien lejos de la ciudad, luchando contra poderosos enemigos cuando una de nuestras dos armas vivientes fallece por ancianidad, dejándonos cojos. Pues no solo se nos descompensa la potencia de ataque, sino que uno de los dos Digimon estará en terrible desventaja a poco que estemos lejos de la ciudad. Y creedme, los combates y desafíos que tenemos por delante son muy muy duros en ocasiones. Muchas veces he tenido la sensación de ir arrasando con mis máquinas de guerra para ser destruido sin posibilidad de victoria en el combate siguiente.
En este sentido hay una tremenda polarización en los combates, pasando de la victoria absoluta a la paliza sin miramientos. Y las apariencias engañan, tomad nota de esto. He vencido sin despeinarme a Digimon que por su aspecto parecía que fuesen a aniquilar a los míos de un plumazo y he perdido miserablemente ante otros a los que sacaba 2 evoluciones de ventaja.
Este es un aspecto realmente extraño y frustrante del juego que juega muchas veces en nuestra contra. Los enfrentamientos rara vez se alargan porque pasamos de la vida a la muerte, tanto de nuestro equipo como de los enemigos, en breves instantes. En ocasiones nos veremos hablando con algún Digimon ‘no salvaje’, con la finalidad de traerlo a la ciudad, que nos retará a un combate (normalmente nos piden alguna clase de misión secundaria, como reunir ciertos objetos o ir de A a B, pero muchas veces querrán sangre, o la suya o la nuestra). Estos combates pueden posponerse en ocasiones, declinando el duelo, pero en otras no solo se sucederán sin remedio, sino que algunos nos propondrán hasta tres combates seguidos.
Lo cierto es que los combates son un punto que, en principio, debería ser básico en Digimon World, pero la verdad es que resultan algo descafeinados. Tenemos un control muy muy limitado sobre lo que ocurre en ellos y no he llegado a disfrutar de prácticamente ninguno.
Son muy similares a los del World original pero lo que funcionaba hace 20 años no me parece que lo haga particularmente bien ahora, de hecho son un aspecto algo vacuo del juego. Me ha entretenido más todo el proceso de entrenamiento y reclutamiento de Digimon mientras progresaba en la aventura que los combates en sí, y es que nuestros Digimon progresan más en el gimnasio que combatiendo, detalle algo llamativo…
En Digimon World: Next Order vamos a perder. Muchas veces de forma injusta e inevitable. Nuestros Digimon morirán pero, por suerte, la siguiente vez todo ocurrirá de manera más ágil. No os encariñéis con ningún compañero, pues tarde o temprano nos abandonaran por la edad o las heridas, pero nosotros, como entrenadores, seremos más capaces.
Ante nosotros tenemos todo un árbol de habilidades de entrenador que harán que el proceso de cría y entrenamiento sea progresivamente rápido en comparación a las veces anteriores, aunque debéis tener claro que nos vamos a pasar muuuchos ratos en el gimnasio de Floatia, aún cuando lo que nos apetecería es salir a vivir aventuras.
La ciudad también nos ayudará conforme atraigamos a más Digimon a vivir en ella, pues su crecimiento nos facilitará las cosas en forma de recursos y mejorar diversas. Los nuevos residentes abrirán tiendas o nos ayudarán de diferentes formas ya sea con viajes rápidos (todo un alivio), con una mayor cantidad de alimento o con entrenamientos más potentes que nos ahorren tiempo para que nuestros Digimon recién nacidos sean competentes en zonas de juego más avanzadas. Como digo, este proceso se irá agilizando conforme progresemos, pero de entrada es un aspecto muy poco intuitivo y que ralentizará el ritmo de juego.
Imaginad (por poner un par de ejemplos) que tenéis un nivel 35 en The Witcher 3 o Final Fantasy XV y de golpe bajáis al 10, toca volver a subir para seguir avanzando en la aventura. ¿Molesto? Pues en Digimon World: Next Order es el pan de cada día.
Partimos de la base de que es un port de PS VITA a PlayStation 4 realizado con el motor Unity y salvo unas cuantas mejoras la diferencia no es demasiado notable. Los gráficos no son nada del otro mundo, hay un gran número de texturas que llamarían menos la atención en PlayStation 3 y hay una cantidad de animaciones muy mediocre para prácticamente cualquier acción que se os ocurra. Por contra tenemos un diseño artístico bastante atractivo a mi juicio y a más de 250 Digimon distintos modelados de manera realmente fiel a los diseños originales.
No estamos ante ningún portento en ningún aspecto del apartado técnico pero, más allá de algún desliz en forma de desliz gráfico, no me he topado con un solo bug en mis muchas horas de juego.
Su apartado sonoro funciona relativamente bien, ya que su doblaje, tanto al inglés como al japonés es algo anecdótico y los gruñidos y voces de nuestros compañeros pueden llegar al hastío pero por contra me he encontrado con una banda sonora realmente agradable y pegadiza. De hecho señalaría precisamente sus melodías como uno de los principales atractivos del juego.
¿Qué puedo deciros, culpables? ¿Puede funcionar un juego de rol cuya piedra angular son los combates si estos son muchas veces una molestia? Pues depende de vosotros, principalmente. ¿Sois fans de Digimon? Es la verdadera pregunta, pues hacen falta dos pilares fundamentales para jugar a Digimon World: paciencia y amor.
Lo primero porque el progreso es, especialmente en sus inicios, muy lento e incluso tedioso a causa de unos combates erráticos y un proceso de cría algo confuso y complejo que cuesta llegar a dominar.
Lo segundo lo necesitamos porque si no no estaríamos jugando a Digimon. Es requisito indispensable que nos gusten estas criaturas y su universo, pues como juego de rol hay una cantidad arrolladora de títulos que le pasan la mano por la cara en calidad, tanto orientales como occidentales, tanto triple A como de corte indie. Su apartado técnico es limitado, sus combates obsoletos y, en ocasiones, molestos… ¿Qué tiene este juego que no tengan esos otros, entonces? Pues Digimon, obviamente.
Digimon World: Next Order es una rueda de molino oxidada, metáfora que suena peor de lo que intenta expresar, por cierto. Sus inicios son lentos y cuesta hacer que empiece a girar todo, pero una vez hemos dedicado el suficiente tiempo empieza a fluir con mayor facilidad. Mientras, iremos desentrañando una historia que no nos va a volver locos ni probablemente nos sorprenda demasiado, es un placer culpable cimentado sobre una licencia y sobre el hambre de juegos de la comunidad de fans. Si seguimos jugando, si estamos aquí, es porque ese mundo y sus habitantes llegaron a entusiasmarnos en su día y, de alguna forma, continúan haciéndolo.
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