Demon’s Crest aterrizó en El Cerebro de la Bestia en el año 1994 sobre Japón y un año después pudimos verlo en nuestro territorio. Tras una primera entrega en Game Boy bajo el título Gargoyle’s Quest en 1990, y su posterior secuela para NES en 1992, tocaba cerrar una aclamada trilogía en la 16 bits de Nintendo.
Tras jugar a Ghosts’n Goblins y manejar al pobre Sir Arthur que se quedaba en calzoncillos cuando recibía su primer “toque”, la oportunidad de cambiar de bando y controlar a un demonio me pareció mucho más atractiva. No obstante, nuestros enemigos siguen siendo criaturas del averno en unos niveles que brillan por su tétrica ambientación.
Pues sí, Demon’s Crest se desarrolla a lo largo de ocho localizaciones que deberemos visitar varias veces según evolucionemos a nuestro personaje. Este backtracking recuerda mucho a la franquicia Metroid, que posteriormente también se adoptaría en algunos de los mejores juegos de Castlevania.
Básicamente iniciamos nuestro periplo con Firebrand capaz de disparar bolas de fuego por la boca y levitar en el aire como únicas habilidades. Conforme avancemos en la historia y aniquilemos unos cuantos jefes finales, conseguiremos las piedras Crests con un poder diferente en cada una: fuego, agua, viento, tierra, tiempo y paraíso.
Aquí es donde Demon’s Crest se pone interesante. Cada piedra nos transforma en una gárgola con habilidades propias. Por ejemplo, si usamos la piedra de tierra, perderemos las alas para volar, pero adquiriremos la capacidad de realizar un dash para romper elementos que de otra manera no sería posible. Una vez se hayan eliminado estos obstáculos, podremos acceder a zonas nuevas y ocultas.
Demon’s Crest no es un juego especialmente difícil, pero sí exigente con el jugador. Firebrand es capaz de resistir una cantidad limitada de daño, que podremos aumentar según venzamos a los jefes finales. Dichos monstruos nos pondrán las cosas muy complicadas en ocasiones y cada localización contará con varios de ellos a los que podremos acceder con la Crest precisa. Siempre me gusta decir que Dark Souls bebe mucho de estas sagas de Capcom en cuanto a ambientación se refiere.
Por otra parte, el juego tiene diferentes finales dependiendo de los logros de Firebrand. Es posible terminarlo sin conseguir ninguna piedra lo que permite ver el llamado final malo, mientras que requerirá de toda tu destreza para sacar los finales normal, bueno y el verdadero final. Prepárate para sudar verdadera sangre si quieres verlos todos.
Su banda sonora tampoco se queda atrás. Cuenta con melodías de órgano de iglesia que ponen los pelos de punta y crean una atmósfera de lo más acorde a lo que se ve en pantalla.
Demon’s Crest es la tercera parte del spin off de Ghosts’n Goblins llamado Gargoyle’s Quest. Encarnamos al demonio Firebrand intentando recuperar seis piedras mágicas que le otorgan diferentes habilidades. Capcom nos reta a enfrentaremos a multitud de enemigos en un plataformas con elementos RPG que recuerdan a Metroid y Castlevania por la necesidad de revisitar localizaciones. Es un juego difícil con varios finales por conseguir, pero que bien merece recordar este Halloween ya sea porque eres un afortunado con una Super Nintendo y su cartucho, o simplemente te has bajado la rom de Internet.
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