Hoy tenemos entre manos el nuevo título de Team Ninja, Ni-Oh. Un juego del que se ha hablado bastante por su parecido con Dark Souls, por su dificultad…. Hemos catado su demo alfa que salió hace unos pocos días y seguirá algo más de tiempo de forma gratuita para los que tengamos Playstation 4, la plataforma en la que saldrá este mismo año.
Esto quiere decir que todo lo que digamos aquí es perfectamente variable, ya que una alfa es un punto de desarrollo intermedio y queda muchísimo trabajo por hacer. No os lo toméis todo al pie de la letra a la hora de valorar el producto final.
Pero bien, vamos al caso, y ya que hemos empezado por ahí comencemos fuerte. Lo que nos ha presentado esta demo promete y mucho. Pero dista de un producto de alta calidad. Tiene muchos fallos bastante graves le pese a quien le pese.
En su esencia podemos decir lo mismo que han dicho todos con bastante acierto. Ni-Oh es una mezcla entre Onimusha (Capcom, haz otro Onimusha o una remasterización, pero hazlo ya) y Dark Souls. De lo primero por su ambientación. Y de lo segundo por todo lo demás.
(Detalles de la ambientación y de la esencia Souls, como los niveles o las tumbas para el multijugador)
Desde el sistema de progresión del personaje hasta el combate, pasando por el diseño de niveles y la narrativa. Volveremos a Lordran, pero esta vez en Japón. La fórmula Souls se está empezando a quemar un poco, pero qué onis, funciona.
Sobre todo si os decimos que este título promete un poco de aire fresco gracias a su ambientación sublime japonesa… con samuráis. Sí, culpables, lo que leéis. Y además, estos samuráis son de los que no da vergüenza ajena. Llegados a este punto, no me queda otra cosa que decir: gracias, gracias y, una más, muchas gracias. Gracias por hacer que este Ni-oh tenga todos los ingredientes para recordar a «Los siete samuráis» o Rashömon del gran Akira Kurosawa.
Ahora bien, ¿sabéis cuando estáis viendo una peli en la que hay un actor inútil que te estropea la experiencia? Pues la cámara y los controles de Ni-Oh tienen el falso honor de ser nuestro Adam Sandler.
El juego tiene un buen sistema de combate, basado en tres armas (katana, lanza o hacha/martillo) que podremos llevar hasta en tres posiciones: alta, media y baja. Cada una con sus particularidades propias. Además de un árbol de habilidades ciertamente mejorables, pero que aportan algo más de variedad, como ciertas magias o jutsus al más puro camino del ninja de Naruto.
(He aquí un vídeo del gran Cardona con un gameplay del juego)
El caso es que aunque esto promete y es bastante sólido y satisfactorio todo se va al garete con unos controles bastante toscos y erráticos. No por fallones, sino por mal pensados y poco intuitivos. Algo que, por cierto, también perjudica al bastante mejorable sistema de menús. Además la cámara no acompaña ni ayuda en absoluto, se chocará con todo lo que encuentre como si fuera un meñique del pie descubierto buscando golpearse con la mesa del salón. Si a esto le sumamos el nefasto sistema de subida de niveles cuyas estadísticas son demasiadas y muy mal pensadas… Parece que suben cosas aleatorias y muchas de ellas sobran. ¿Y por qué pasa esto?
Fácil. Porque se les ha ido la pinza con la dificultad. Absolutamente tan sencillo como eso. No resulta ser una suerte de Dark Souls exigiéndote el máximo. Se han pasado ese límite por la vaina de la katana al igual que la difusa línea que distingue lo difícil de lo injusto. Os daré un dato tan revelador como sonrojante: he muerto más en las dos misiones que ofrece esta demo que en unas 50 horas de Dark Souls III.
Todo enemigo (y cuando digo todo enemigo es todo enemigo) te mata de una media de dos golpes. Eso si tienes suerte y no te aniquilan de uno. Y si tienes en cuenta que sueles estar rodeado por tres de ellos y los controles hacen lo imposible por que te maten… ¡sorpresa! Has descubierto que no todos los samuráis fueron héroes. También hubo pardillos que siguieron al shögun de turno y murieron sin que nadie les cortase su ridícula coleta.
Esto es lo que te encontrarás durante las 5 o 6 horas que dura la demo (al menos a mí que soy muy lento). Un sistema de combate tan interesante y completo como unos controles erráticos que lo acompañan. Unos menús muy poco pensados que estorban más que ayudan. Un sistema de subida de nivel fallón. Todo regado con una dificultad absurda, ridícula.
Supera la frustración en muchos tramos, como en los bosses que resultan injustos hasta decir basta. Unos gráficos de los que no hay que comentar mucho aparte de la magnífica decisión de dejarte elegir que se vea a 1080p y 30 fps o 720p y 60 fps. A ver si aprenden otros juegos de este ejemplo. Se ve bien y fluido, y está llenito de errores típicos de esta fase de desarrollo.
Puedes elegir de entre esta marabunta con qué quedarte. Pero si yo tuviera que quedarme con algo de esta demo será solo con una cosa: momentos. Un momento. Un momento en el que superas una zona difícil. Terminas una pequeña subida y a lo alto ves a un samurái exactamente igual que tú. Suelta la antorcha que porta y desenvaina su katana. Hago lo mismo con la mía. Como un novato, los nervios me provocan un tibio escalofrío. Y no es para menos.
El samurái comienza a mover su espada, tanteando cómo atacar y empieza a moverse a tu alrededor lentamente, observándote. Hago lo propio. Llegamos a alcanzar una coordinación inusitada, digna de un espejo. Y entonces cuando uno de los dos ve el hueco, ataca. Comienza el baile de tajos yendo y viniendo, el tintineo metálico del acero forjado en las katanas. Mido todo al milímetro, tal como mi adversario. Pero sinceramente, ya no importa que katana sobrepasará el muro y tocará carne. Sea cual sea el final, solo habrá un vencedor. Así era la verdadera vida de los samuráis: solo podría quedar uno de los dos formidables guerreros. Solo uno después de un espectáculo mortal.
El enemigo me podrá derrotar. Pero cuando renazca de nuevo en el altar de oración un intenso sabor de victoria me inundará. Así es como se sentían los samuráis: vivir para el combate, morir con el honor. Ese momento merece la pena. Es el mayor mérito de esta demo de Ni-Oh. Realmente lo sientes. Sientes por fin que tienes un juego que te hace sentir como un samurái. Ese momento en el que desenfundar la katana al unísono con tu adversario y tantear el terreno es un rito ceremonial que dicta la muerte de uno de los dos.
Realmente, esta demo ha enseñado que Ni-Oh parte de una base que le favorece. Tiene muchos problemas. Y de verdad, de corazón que espero que se solucionen. No esperaba gran cosa del juego, sino otra copia burda de Dark Souls, pero esta demo me ha devuelto las emociones que sentía al ver una película de samuráis o al jugar al Onimusha mientras me deleitaba con la ambientación y el sonido brusco y sutil a la vez de los cortes que daba Samanosuke.
En pocas palabras y nunca mejor dicho, Ni-Oh es una oda al hara-kiri. Puede morir con el mayor honor o ser un fracaso. Si mantiene lo positivo y pule los fallos importantes que tiene estamos ante uno de los títulos más prometedores del año. Esperemos que Kurosawa haga de Sandler un buen actor y que se mantenga la esencia del combate entre samuráis. Si se consigue, seguro que valdrá la pena volver a desenvainar la katana.