La combinación entre videojuegos y fantasía heróica-medieval ha sido una de las fórmulas más exitosas en la Historia de los arcades, y ahí están grandes clásicos como Gauntlet, Rastan o Golden Axe para corroborarlo; aunque probablemente quien más partido supo sacarle a este filón fue Capcom gracias a títulos como Black Tiger, The King of Dragons, Magic Sword, Knights of the Round o los dos Dungeons and Dragons. En cambio, otras muchas compañías como Tecmo, Taito, Irem o Jaleco no gozaron de la misma suerte en sus aproximaciones a esta temática fantástica. Tal es el caso también de Data East, quien lo intentó sin demasiada fortuna con títulos como Hippodrome, Muntant Fighters o este Dark Seal que hoy nos ocupa, lanzado en 1990 y que jamás fue convertido a ningún sistema doméstico.
Vamos a decir las cosas claras desde el principio, Dark Seal no es ninguna maravilla. Comparándolo con otros grandes juegos de Data East como Bad Dudes VS Dragon Ninja o Joe & Mac Caveman Ninja la verdad es que estamos ante un título bastante mediocre. Sin embargo, es un juego que consiguió engancharme considerablemente cuando era un preadolescente que empezaba a descubrir la magia de los juegos de rol tradicionales como El Señor de los Anillos o Stormbringer y que hoy me sigue atrayendo de una forma especial.
El caso es que se trata de un ejemplar bastante único en su especie debido al uso de una perspectiva isométrica, muy común en otros géneros pero prácticamente inédita si hablamos de beat’em ups. Sí, beat’em up, porque aunque en los flyers y otro material publicitario de la recreativa se calificaba a Dark Seal como de Action RPG, lo cierto es que se trata de un juego de acción donde los toques roleros van muy poco más allá de lo que es argumento y ambientación, y se reducen básicamente a algunos ítems que otorgan bonificaciones temporales a los atributos del personaje y a los “estados alterados” que pueden causar los ataques de algunos enemigos (envenenamiento, maldición o confusión).
Volviendo al tema de la perspectiva, esta vista isométrica, siendo curiosa, se acaba convirtiendo en un arma de doble filo porque aunque es lo que da más personalidad al juego, provoca en contrapartida algunas imprecisiones a la hora de movernos y esquivar ataques.
La historia desde luego no se sale del cliché: El reino de Etrulia se encuentra en grave peligro. Las Puertas de Infierno se han abierto y las criaturas de la oscuridad, lideradas por un tenebroso caballero negro, siembran el caos y la destrucción. Sin embargo, la profecía dice que en ese desesperado momento cuatro héroes con poderes y habilidades diversas se alzarán para enfrentarse a los demonios y conseguirán sellar para siempre la Puerta gracias al poder de dos objetos mágicos (una gema y una corona).
Los cuatro héroes también siguen arquetipos típicos: un caballero, una maga, un bardo y un ninja. Muy chulo su diseño (no tanto su forma de moverse) y muy completo el perfil que de cada uno se nos muestra antes de empezar la partida. Pero una vez a los mandos no hay tantas diferencias jugables entre ellos como sería esperable. Y es que aunque cada uno posee un arma y unas características de fuerza y agilidad particulares, el hecho de que todos tienen un único ataque y que comparten las mismas magias acaba causando la sensación de que da un poco igual cual escojas, echándose en falta más diferenciación.
Al menos, el que las magias sean iguales independientemente del personaje seleccionado se compensa con la variedad de las mismas. Al contrario que en la mayoría de los arcades, estas magias no desencadenan un ataque devastador que afecta a todos los enemigos en pantalla, sino que consisten en transformarnos en distintos seres o elementos como una nube de tormenta que lanza rayos, una cabeza de medusa que petrifica los enemigos, una rata gigante acompañada de su prole, una bola de metal… Estos poderes están representados por el libro que puede verse a la izquierda de la pantalla y para utilizarlas debemos rellenar primero la barra que está debajo a base de matar enemigos. Pero ojo, porque durante estas transformaciones no somos invulnerables. Otra cosa peculiar de este sistema es que no podemos seleccionar la magia que nos interese a voluntad. Cada página del libro corresponde a una magia y estas páginas van pasándose continuamente mientras jugamos, de manera que cuando necesitemos usarla nos tendremos que aguantar con la de la página visible en ese momento.
Además de la banda sonora, bastante oscura y gótica, lo más destacado de Dark Seal son sin duda los combates contra los jefes finales; auténticos mastodontes que parecen sacados directamente del bestiario de Advanced Dungeon & Dragons. Tenemos varios dragones, una especie de Kraken, un Beholder, un Cancerbero y, el más espectacular de todos, un enorme Lich. Son combates que podríamos llamar “de fondo” y que ponen a prueba la resistencia del jugador ya que a la dureza de los monstruos hay que unir que sus ataques van haciéndose progresivamente más intensos y peligrosos y que contra ellos no podremos usar las magias. Afortunadamente, todos los jefes, menos el Lich, tienen un punto débil, por lo que el mejor consejo para enfrentarse a ellos es localizarlo cuanto antes y darles repetidamente ahí donde más les duele.
En fin. Está claro que Dark Seal no es uno de esos grandes entre los grandes que suelen aparecer por aquí. Siendo sinceros, me temo que no es ni siquiera un grande entre los segundones; pero oye, también estos juegos tienen su punto y merecen ser recordados, aunque solo sea para darnos cuenta de la inmensidad del legado jugable que nos dejó la época dorada de los salones recreativos.
Ya sabes, si te encantan los arcades de inspiración rolera y andas ya cansado de los de siempre, Dark Seal te espera con las puertas -del infierno- abiertas.