Esta semana volvemos a hablar de un juego de cartas rápido y muy fácil de jugar. Dungeon Raiders nos viene que ni al pelo para hacer una partida cuando estemos perros para enseñar reglas y normas ya que hay muy poquitas pero pese a ello es un juego muy divertido… y puede que hasta cabrón.
El objetivo de Dungeon Raiders es hacerse rico… aunque bueno, tampoco os creáis que podremos comprarnos el palacete de los duques de Palma porque el máximo son veinte monedas de oro. Estas monedas se consiguen a lo largo de la aventura… pero también se pierden, lo cual es bastante puñetero.
Para conseguir ser ricos primero deberemos de elegir un personaje entre los cinco que hay. El hechicero, la ladrona, el caballero, la exploradora y el guerrero… aunque más bien parece un dopao del gimnasio sin piernas. Cada uno de estos personajes tendrá un objeto (o varios) al comienzo de la partida menos el guerrero, cuya diferencia es que tiene diez puntos de vida, uno más que todos los demás.
Durante la partida tendremos que superar cinco mazmorras. Cada una de ellas tendrá cinco salas en las que podremos encontrarnos de todo: botines, trampas, enemigos o cofres; pero todas se resuelven con las cartas que tendremos en la mano y que son cinco básicas (sí, estoy dando pie a innumerables juegos de palabras con «culo» y «jinco» de por medio, lo sé), numeradas del uno al susodicho número maldito y las extras que hayamos conseguido o que tengamos extra.
Si lo que hay en una sala es un monstruo entre todos deberemos de echar cartas que superen el valor que indica la tarjeta del mismo según el número de jugadores que hay vivos. Si no lo superamos, el que ha echado la carta con el valor más pequeño (o los jugadores, si son varios) pierden tanta vida como indica el monstruo. SI le ganamos pues… moralmente seremos más felices, pero ya está.
Si es un cofre del tesoro habrá se llevará éste el que eche la carta más alta pero cuidado, que si hay dos o más con la misma carta el tesoro se reparte ¿eh?. Si lo que se nos presenta delante es un botín, simplemente echamos la carta que indica el objeto que queremos y lo conseguimos y si es una trampa pues… en verdad pueden pasar varias cosas, como que nos obligue a echar la carta más alta, la más baja u objetos especiales con tal de no caer en sus garras.
Pero es que estas son las divertidas ya que no afectan al jugador con la carta más baja, sino que funcionan dependiendo de las cartas que salen. Por ejemplo hay una que hará que el jugador con más dinero pierda la mitad si una sola de las cartas que se echan sobre la mesa es un uno, por lo que si nosotros no somos ese personaje… igual nos conviene putearle. ¿Me entendéis? Guiño, guiño.
Pero para superar estos obstáculos tendremos las cartas especiales que, todo sea dicho, son tan simples como eficaces. La llave equivaldrá a una carta de valor cinco pero solo con cofres. Lo mismo pasa con la espada, que solo funcionará en batallas con monstruos. Si echamos una llave contra un monstruo será como si echásemos un cero.
Todas las cartas se echan bocabajo antes de descubrirlas, por lo que nadie sabrá qué es lo que echa cada uno hasta que no están todas puestas… bueno, en verdad sí. El que tenga la bola de cristal puede gastarla para ver qué ha echado la gente y luego echar él la suya propia. Ideal para putear, lo sé.
Por último la antorcha sirve para ver qué hay en las salas porque doce de ellas estarán oscuras, es decir, que no sabremos qué podremos encontrarnos en ellas. Esto es muy útil para no echar un cinco en una sala donde no nos hace falta o ver las habilidades de algunos monstruos y guardar la carta idónea para ellos.
Una vez que se juegan las cinco cartas de la mazmorra en sí entonces volvemos a recuperar nuestras cartitas con números (las especiales no) y se abre la nueva mazmorra con sus cinc… joder, vale ya, ¿no? Con todas sus salas oscuras o no. Y así hasta el final, donde nos espera un terrible monstruo que matará al personaje que tenga menos vida como mínimo. Si después de ese enfrentamiento queda más de uno vivo, el que tenga más dinero ganará. Así de simple.
Como veis, es un planteamiento muy sencillo, con una mecánica repetitiva hasta la saciedad donde las partidas durarán unos veinte minutos a lo sumo, pero esto no impide que los puteos y la estrategia sean muy importantes si queremos ganar… o solo joder a algunos en concreto. Además como todo son cartas menos la vida, que son cubitos, el juego no sale nada caro.