Las cartas son siempre algo muy recurrido para jugar en grupo y Ciudadelas nos permite precisamente esto mismo: putearnos en grupo de una forma divertida y a la vez ingeniosa ya que vamos a tener que darle al coco y aliarnos y enfrentarnos entre nosotros continuamente.
Empecemos por el principio. El objetivo de Ciudadelas es llegar a construir ocho distritos distintos en nuestra ciudad. El primero que lo consiga cerrará partida pero no tiene porqué ser el ganador, ya que éste será el que más puntos tenga.
El juego se rige por rondas. Al principio de cada ronda cada jugador tendrá un personaje distinto y nadie más que él sabrá qué personaje lleva y aquí está precisamente la gracia de Ciudadelas. Empezando por el jugador que el turno anterior haya sido el Rey (o en el caso de ser el primer turno, el que os dé la gana) y siguiendo el sentido de las agujas del reloj, cada jugador elegirá de entre todas las cartas (menos una que se aparta sin ser vista) un personaje pero no se lo enseñará a nadie.
Esto da juego a especulaciones ya que, claro, el segundo jugador puede deducir qué carta ha cogido el primero por las que falten, el tercero idem, y el penúltimo también puede suponer qué personaje tendrá el último jugador ya que a él solo le pasa una carta más la que se ha apartado. Esto pude variar un poco según el número total de jugadores.
Una vez hecho esto empieza la ronda en sí. Se juega siempre en el orden que indican las cartas y va por personajes. El primero en jugar será el que tenga al Asesino, luego el Ladrón y después el Mago, el Rey, el Mercader, Obispo, Arquitecto y Condotiero (aquí es cuando empiezo a cantar la canción de los Simpson de «Cañonerouuuuuuu Cañonerouuuu» pero con Condotiero).
Cada personaje tiene tres cosas que hacer en su turno. Robar o bien dos monedas de oro o dos cartas de distrito; construir un distrito pagando su coste en oro; activar su habilidad. Esta habilidad se puede activar en cualquier momento, no tiene por qué ser la última acción o la primera y las habilidades van desde matar y robar, evidentemente, hasta cobrar a los distritos que tú hayas construido que sean de un tipo concreto (comercial, religioso, etc.). Pero eso sí, las habilidades que impliquen hacer algo sobre otro jugador nunca van dirigidas contra él, sino contra el personaje que creemos que es esa persona.
A ver si nos explicamos. Por ejemplo soy el Ladrón y quiero quitarle todo el oro a Pepito Alberto Froilan de Todos los Disparos. Pues bien, no puedo decir, robo a Pepito bla bla bla, sino que tengo que imaginarme qué personaje de los que hay puede haberse cogido. Pero claro, puedo acertar, fallar y que sea otra persona o incluso puede que ese personaje no haya sido elegido y se haya quedado fuera.
Es aquí donde entra el juego en equipo… o desequipo claro, ya que si alguien va cogiendo ventaja los demás tienen que aliarse para evitar que llegue a construir sus ocho distritos pero a la vez sin descuidar los suyos propios. Y precisamente por eso es el orden establecido. El Asesino es el primero y mata prácticamente sin saber a quién mata y el Ladrón tres cuartos del mismo pastel (además éste no puede robar al Asesino, así que cogerse a éste es un buen método para no perder tu oro). Los únicos que hacen algo con conocimiento de causa son el Mago, que elije al jugador y no al personaje al que le hace la putada, y el Condotiero que, como es el último, sabe a quién machaca.
Las estrategias son miles… y las meteduras de pata cientos de miles directamente. Usar al asesino impide que te roben, pero no puedes cobrar demasiado. Ser el Rey, el Mercader, el Obispo o el Condotiero te da ingresos extra por los distritos de tu tipo (noble, comercial, religioso o militar respectivamente). Además, el Obispo no puede sufrir el ataque del Condotiero. El Arquitecto puede construir lo que le dé la gana, por lo que puede cerrar la partida antes de lo que te piensas. El Ladrón suele ser alguien muy asesinado, pero si no, puede cobrar bastante oro si acierta. El toque extra se lo dan las cartas de maravillas, que tienen un coste elevado pero dan beneficios extras bastante suculentos.
Vamos, todo un reto para la estrategia y el azar. Y por si fuera poco, hay personajes extras que pueden sustituir a los principales (nunca sumarse). Así tenemos a la Reina, que cobra extra si da la casualidad que está sentada al lado del Rey (fíjate tú qué gilipollez), a la Bruja, el Recaudador, el Hechicero o el Navengante. Todas estas cartas son personajes con habilidades algo más potentes que los originales y que le pueden dar más juego a Ciudadelas.
Por último, cuando un jugador construye su octavo distrito se cierra el juego. Se termina ese turno como si nada hubiese pasado y empiezan a contarse los puntos. Uno tiene tantos puntos como oro cuestan los distritos que tiene en pie, más algunos extras y el que tenga más puntos será el ganador. Ojo, que puede ser otra persona que no tenga los ocho distritos, así que cuidado de cómo cierras.
El juego está pensado para 7 jugadores si lo hacemos con los personajes originales u ocho si usamos algunos de los avanzados y la partida puede durar como mucho muchísimo una media hora, así que es ideal para partiditas cortas y cuando el grado de borrachera no llega a niveles elevados. Para ese nivel es mejor el Toma 6. ¿Qué? ¿Es que somos el único grupo que juega a juegos de mesa con tres litros de Agua de Valencia para cada uno? Joder, sosos.