No os voy a engañar, cuando me dijeron que Crush your enemies sería mi siguiente análisis me cuestioné hasta mi propio ser. “¿Bien, y qué demonios es esto? ¿Quién lo ha hecho?” Pues resulta que un pequeño estudio llamado Vile Monarch, cuyos fundadores trabajaron en, por ejemplo, This War of Mine. “Vaya vaya, pero qué tenemos aquí. Este juego tiene pinta de ser serio”. Luego vi su tráiler. Me reí porque, indudablemente, me había equivocado.
(Mirad los tráilers y la página del estudio, no tienen desperdicio)
El tráiler del juego es, con mucha probabilidad, el mejor análisis que podréis encontrar de este título. Desborda una sinceridad y una esencia que ya quisieran muchas compañías, como el propio nombre del juego indica. Es un juego de estrategia en tiempo real, de partidas cortas, con una historia tremendamente ridícula y con un humor muy bestia y muy marcado. Y lo mejor de todo, no se toma a sí mismo nada en serio. Es decir, coherencia en estado puro.
El título desde el primer segundo te deja claro su objetivo. Esto es una historia de bárbaros, y somos bárbaros. Tenemos que conquistar territorios, siendo los más machos, brutos y bestias del lugar. Ciertamente, no tiene sentido hablar sobre la crítica monárquica y oligárquica que tiene el juego porque, la verdad, sería hacerle un flaco favor. Lo mismo pasa con su historia. Un grupo de bárbaros que van a conquistar y los reyes y mandamases tratan de impedirlo. El juego sabe que no estás ahí para eso. De hecho, desde la primera cinemática ya te están advirtiendo los propios personajes: “¿Es necesario que tenga que estar hablando contigo durante toda la escena?”, dice uno de ellos.
Por esto mismo pasaremos directamente a lo gordo, a lo que el juego quiere que nos centremos. A las partidas, a divertirnos, a su única pretensión. Así las cosas, esto es simple. Hay un campo de batalla dividido en diferentes cuadrados que pueden ser tuyos o de tu oponente, así como algunos edificios y un grupito de personas.
El objetivo de la mayoría de partidas hace honor al título del juego: Aplasta a tus enemigos. Hay edificios donde conseguir más personitas, y hay distintas clases de personitas con distintas habilidades. Arqueros que atacan con una casilla de distancia, guerreros letales en el cuerpo a cuerpo, magos que fortalecen a los otros grupos de personitas…
Todo irradia sencillez, tal como los controles. Con el solo uso del ratón podrás controlar la partida perfectamente (nótese que el juego también está disponible en dispositivos móviles). A veces el objetivo será algo distinto, e incluso en cada zona tendrás 3 objetivos, pero con superar uno ya podrás pasar a la siguiente. Al menos, eso en el modo campaña, el modo multijugador es simplemente una partida de tú a tú en un mapa simétrico.
Como no tiene mayor historia, hablemos del modo campaña. Hay dos tipos de modos campaña, con un buen número de fases que en total superan las 7 horas de juego (al menos esa ha sido mi experiencia) y, la verdad, es que la campaña se siente viva.
Avanza. Empiezas sin saber apenas nada y todo se desarrolla de tal forma que la dificultad (en ocasiones bastante elevada) nunca asfixia. A veces puedes frustarte si no ves cómo ganar una ronda, pero tras probar acabarás dando con la tecla.
Si ves que la partida te va mal solo tienes que darle a un botón y repensar tu estrategia. Además, tras pasar la campaña principal se desbloquea otra que se pasa por el forro todo lo que has aprendido. Ahora necesitas recursos como madera para poder construir y comida para poder aumentar tu grupo. Dos experiencias distintas, con enfoques distintos, pero muy divertidas ambas.
Pero no todo puede ser bueno. La sinceridad del juego es aplastante. Tan aplastante como su sencillez. Una vez lo has jugado todo, las cosas tienden a ser bastante repetitivas. En el multijugador solo hay un pequeño número de mapas para jugar, y la campaña no ofrece todas las variantes necesarias como para entretener durante horas y horas y horas. Es un juego muy simple y sencillo, que sabe a lo que va. Y aunque lo consigue, solo lo hace por un rato.
Hasta en eso el juego es coherente. No todos los juegos pueden ser una reflexión moral, con una gran historia y unos grandes personajes tremendamente complejos y desarrollados detrás. Es curioso porque, si la semana pasada hablé sobre este mismo error en Furi, tengo que hablar sobre cómo este juego hace lo contrario.
La jugabilidad no invita a tener pretensiones, y no solo no las tiene, sino que se ríe de sí mismo por ser tan simple. Sabe perfectamente que la historia, con perdón, te importa una mierda, tal como lo que quiere decir.
Por eso mismo te lo recuerda cada momento con su humor tan drástico. No es un juego serio, es un juego con humor bastante tonto. Pero estamos hablando de un juego de partidas cortas muy simple protagonizado por bárbaros estúpidos.
Y aunque el guion no merece un Oscar, seguro que genera alguna carcajada. Reírse de la inmadurez de un bárbaro por jugar a Pokémon, resaltarte al final del juego que sabe que la historia de los bárbaros no te importa pero que habrá secuela, que cada diálogo no esté doblado, sino que se oiga un “Blá, blá, blá” constante de fondo… Todo esto se une para dar aún más coherencia a un juego que brilla, precisamente, por no querer brillar.
La estética del juego también está regada con esa coherencia brutal. La música es el rock más duro, y el diseño de los personajes es minimalista y exagerado, para acentuar el estilo cómico. Ahora bien, el compositor de la banda sonora es ni más ni menos que Marcin Przybyłowicz.
A algunos no os sonará (que normal, teniendo ese nombre) pero este tipo es el compositor de la banda sonora de The Witcher 3. Y se nota. Su única canción en el juego es bastante buena. No, no estoy loco, tienen a un creador musical excelente para hacer una sola canción. Supongo que los bárbaros no tienen sentido musical.
Como resumen: el juego es lo más simplón y mundano que hay. No innova nada, es entretenido para un rato y ya. Su campaña es un eterno tutorial regado con un toque muy ameno y las partidas, al poco, acaban siendo repetitivas. En el fondo, el juego lo sabe, quiere ser así, y lo ha conseguido de pleno. No quiere ser el más grande, ni lo es, ni lo será nunca para nadie.
Pero para un estudio pequeño es un gran paso este juego, su primer juego “serio”. Ojalá sus siguientes obras, esperemos que mejores y más notables, tengan una coherencia sobre sí mismas similar.
¿Y sabéis qué? Este juego me sorprendió, no era lo que esperaba al ver que la gente de This War of Mine estaba detrás, y me alegro de haberme equivocado. Como jugador y como crítico, siempre estoy sediento y hambriento de grandes historias.
De los grandes héroes, de los mensajes más profundos, de las narrativas más complejas… Pero como persona, me alegro de que haya juegos que permitan desconectar un poco. Que no se tomen en serio a sí mismos y que solo quieran sacarte una sonrisa y entretenerte por un rato.
No todos los juegos son serios, y no todos los juegos tienen por qué ser serios. Hemos vivido siempre bajo la mentira de que “para crecer como medio hacen falta grandes y serios juegos”. Y, en cierto sentido, es cierto. Pero en el séptimo arte no todas las películas son Ciudadano Kane, y gracias a dios, no todas buscan serlo. Llegar y reírte mientras comes unas palomitas también es un objetivo loable.
Crush your enemies me ha enseñado precisamente eso. Nunca será un juego notable, pero sí algo entretenido y recomendable para pasar un rato. Y él lo sabe mejor que nadie.
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