Netflix estrena en plena cuarentena La casa de papel 4, la nueva temporada de la serie española con más éxito internacional. Ocho nuevos capítulos, mucha acción y una falta alarmante de credibilidad.
Tengo que reconocer que nunca he entrado en el juego de La casa de papel. Su guion siempre me ha parecido tramposo. Sin embargo, también admito que las dos primeras temporadas, salvo el empalagoso final, tienen donde agarrarse para justificar, más o menos, los desvaríos argumentales.
En cada complicación salvada por el profesor había que hacer un cierto esfuerzo. Las primeras veces llega a colar, pero cuando son varias las situaciones inverosímiles, no queda otra que tocarse la frente y mover la cabeza con clara desaprobación. Aun así, se dejaban pasar desconectando.
En la tercera temporada, cuando Netflix adquirió más poder en la producción, hubo un cambio evidente. En los primeros minutos sonó la señal de alarma: se aproxima serie juvenil azucarada. Afortunadamente, solo fueron los primeros capítulos. Sin embargo, la excusa del plan del profesor como solución ya no funcionaba.
Tuvo aciertos aquella tercera temporada. Dejar en segundo plano Atresmedia, misteriosamente, suavizó la carga pseudoerótica de las dos anteriores. Las intrigas románticas seguían existiendo, pero las innecesarias escenas de desnudos se eliminaron.
No me molestan los culos en pantalla, pero que una mujer se quite la ropa sin justificación argumental con el único fin de atraer espectadores masculinos es deleznable. Afortunadamente, el mayor protagonismo de Netflix ha rebajado (y mucho) esas escenas.
Este cambio supuso también un mejor tratamiento a los personajes femeninos. Ejemplo de ello son Nairobi o Estocolmo. La primera, interpretada por Alba Flores, se come la pantalla en todas sus apariciones, mientras que la segunda tiene un mayor crecimiento que en las dos ocasiones anteriores.
La casa de papel 4 apaga a sus personajes
Lamentablemente, no podemos decir lo mismo en la cuarta temporada. Teníamos pendiente la resolución del cliffhanger de la anterior. Nairobi se debate entre la vida y la muerte, y no habrá que esperar demasiado para resolverlo. Sin embargo, el personaje queda totalmente desdibujado en los nuevos capítulos. De estar muy arriba pasa a ser, básicamente, el MacGuffin de la temporada.
Todo el elenco pierde gran parte de su fuerza. El masculino, mucha. El femenino, aun más. La serie cogió la bandera del feminismo, pero a la hora de la verdad no ha sabido qué hacer con ella. Tan solo tiene cierta relevancia el personaje de Belén Cuesta, aunque entrar en detalles sería destripar demasiado.
En esta temporada nos tocaba ver el (supuesto) desenlace del atraco al Banco de España. No obstante, lo que vemos realmente es la falta de recursos argumentales para construir una nueva historia. La casa de papel se ha convertido en un exceso de acción, mientras el plan maestro y la armonía antisistema se diluyen en un segundo plano.
Sobredosis de adrenalina
La producción se empeña en rebasar lo comprensible. Copia planos imposibles del cine de acción para justificar su sobredosis de adrenalina. Busca destacar y consigue justo lo contrario. Tampoco ayuda una dirección sin demasiada personalidad y el empeño del reparto en superar los niveles de intensidad permitidos. La serie consigue sacarnos de la historia en muchas ocasiones mientras se deleita en miradas y gestos más propios de Instagram que de una ficción televisiva.
La trama ha sido creada para superar lo insuperable. El profesor ya no parece un inteligente y calculador atracador, sino un prestidigitador con los suficientes conejos en la chistera para usar en la necesidad. En esta ocasión, no se intenta disimular, y el guión hace mención al mismísimo David Copperfield.
En esta temporada, además, los personajes cuentan con habilidades de las que nunca se han hecho referencia. Las lealtades van y vienen según lo necesario para estirar la trama, dando vueltas para llegar a un mismo lugar. Hasta elementos, objetos o vehículos aparecen en el momento adecuado, siempre listos para ser usados. No son Deux Ex Machina por pura chiripa. Se justifican, aunque de una manera muy pobre.
La casa de papel 4 termina en un lugar incómodo. La nueva temporada consigue que el espectador deje de creer en lo que cuenta. Lo peor de todo es que no se ha dado por aludida y (ojo con el posible spoiler) seguirá estirando la trama en una quinta entrega.