David Lynch cierra Twin Peaks con una bofetada al espectador. Una torta bien dada para despertarnos de un sueño de más de 25 años. ¿Qué significado tienen los sueños?
Reconozco que para hacer la crítica de Twin Peaks 3×17 y 3×18, los dos últimos capítulos de la serie, he tenido que intentar recomponer miles de ideas en mi cabeza, junto con otras tantas que he leído de otros espectadores y fans de la serie. La única conclusión lógica (aquí comienzan los spoilers, lo siento, pero son obligatorios) a la que he llegado es que, efectivamente, todo ha sido un sueño. Una conclusión que no es del todo aceptada, porque significaría que todo lo que nos han contado no es cierto.
David Lynch tiene una inquietud muy marcada dentro de su obra: ¿qué significan los sueños? El director es único contando sueños, pero lo que queda magistralmente en películas de hora y media o dos horas de duración, no lo hace especialmente bien en una serie de 18 capítulos, cuando además genera un nuevo significado a una serie que marcó un hito en la televisión en los años 90.
No estoy diciendo que el desenlace no me haya gustado. No, no es eso. Quizá no me esperaba que todo se quedara de esa manera. Pero creo que comprendo lo que he visto. De hecho, tengo cada vez más claro que Lynch ha contado un sueño. Un sueño que, como los que tenemos en la realidad, son extravagantes, y que por mucho que lo intentemos no podemos darle una explicación. Eso ha sido Twin Peaks.
Crítica de Twin Peaks 3×17 y 3×18: Mulholland Drive es la clave
Lynch ya firmó en Mulholland Drive un cuadro de similares características. Mostraba un mundo onírico, exagerado, a veces muy optimista y otras demasiado pesimista. Un mundo que lucía a todos los efectos como falso y que ocurrían situaciones muy difícilmente explicables.
¿Cómo funcionan los sueños? En grandes rasgos, nuestro cerebro recoge la información que tiene almacenada y crea con ella una fantasía, una historia imposible de entender por mucho que le demos vueltas y que cada cual, como está ocurriendo con Twin Peaks, creará su propia versión de los hechos.
Es bastante probable que esta versión de la serie no agrade a todo el mundo. No solo por estos últimos 18 capítulos extra, sino porque redefine la serie original. En Mulholland Drive, el personaje de Naomi Watts, rellena sus sueños con personas y situaciones que conoce o que ha conocido (aunque sea en breves segundos) con una gran distorsión de la realidad. Por ejemplo, al exitoso director en la vida real es en su sueño un torpe y desgraciado personaje, cuya mujer se ríe de él en su propia cara. Hasta visita a un irreal personaje con sombrero de cowboy, que es llamado así simplemente. ¿Veis a dónde quiero llegar?
En Twin Peaks nada es real. Teníamos que habernos dado cuenta antes. Las situaciones son pintorescas, excéntricas y absurdas. Lynch ya nos había contado eso. Lo que ocurre es que ha creado personajes tan admirados, tan míticos y tan fantásticos, que verlos despertar convertidos en otra cosa, no era lo que queríamos. Pero eso a Lynch le da igual. No hace obras maestras fáciles y su público no quiere que sea amplio ni mayoritario. Ya está Juego de Tronos para contentar a los que quieren entretenimiento de otro tipo. Directo y más sencillo.
Crítica de Twin Peaks 3×17 y 3×18: lo real de la historia es el final
El ser humano tiende a justificar las historias que no comprende con alocadas teorías. Yo lo he hecho en millones de ocasiones. Aunque una vez que te detienes a pensar en lo que más lógica puede tener, lo que encaja en un mundo real, es cuando cuadra. Todos nos detenemos en fantasías, viajes en el tiempo, magos, gigantes, enanos, teteras parlantes… Pero no nos da por pensar que Lynch no es un director de ciencia ficción, sino que su obra trasciende el subconsciente. Cuando aceptamos que lo que cuenta son situaciones de lo más mundanas y nos olvidamos de la magia, es cuando comprendemos que lo real de la historia es el final. Lo fue en Mulholland Drive y lo ha sido en Twin Peaks también.
La última temporada nos cuento cómo Richard, un agente del FBI, despierta (cierra el telón de su sueño) trastornado tras un perturbador sueño en el que es un encantador agente especial llamado Dale Cooper. Su mujer, Linda, supuestamente por maltrato, le ha abandonado y poco más sabemos de él, salvo que parece un guardián de la ley bastante duro y no muy amigable. Richard, en una fase inicial de locura causada por el abandono de su mujer, confunde lo que es realidad con su sueño, y se da cuenta que Laura Palmer, la mujer que debe salvar en su fantasía, es en realidad una camarera de un bar llamado Judy. Cuando consigue su dirección y llama a su puerta, Laura no es Laura, sino Carrie, la mujer que siempre ha sido.
https://www.youtube.com/watch?v=RTcPEPThmf0
Crítica de Twin Peaks 3×17 y 3×18: ¡Laura, Laura! No, Carrie
No obstante, Carrie, con sus propios y graves problemas, acepta la ayuda del desconocido Richard (que no Dale Cooper) y se embarca con él a un viaje a un pueblo que él llama Twin Peaks. Cuando llegan, sin que se vea el nombre del pueblo y el típico cartel de carretera, este no se parece demasiado al que habíamos visto. De hecho, todo luce real, sin los anteriores filtros usados y los llamativos carteles. Fijaros de nuevo en la cafetería Doble R, totalmente distinta a la que habíamos visto anteriormente. Los dos protagonistas del final llegan a la supuesta casa en la que se crió Laura y ella no tiene recuerdos de haber vivido allí. De hecho, allí vive una señora que no tiene constancia de los Palmer y, para más inri, la actriz que aparece es en la vida real la real propietaria de esa casa.
Nos lo advirtió Monica Bellucci hace unos capítulos: «Somos como el soñador que sueña y vive dentro del sueño». Todo es un sueño y no quisimos creerlo. Ahora solo nos queda llorar por lo que nos ha arrebatado David Lynch. O aplaudir al propio director por lo que nos ha dado. Como en los sueños, que cada cual cree su versión. Será igual de válida la tuya que la mía. Así es la obra de Lynch.