La primera vez que vi el tráiler de Onward, no me generó ningún sentimiento. Y eso es raro. Quizás se debiera a que, por la exposición de su premisa, me recordara vagamente a «El viaje de Arlo», una de las películas con las que más disfruté en lo referente a animación, pero que me supuso una decepción en cuanto a trama y desarrollo de mundo y personajes. Pese a ello, la cita en el cine para ver esta nueva película estaba más que asegurada, y como es menester, allá va una crítica de Onward.
Me toca hablar de esto desde un primer momento porque, básicamente, es uno de los comentarios más recurrentes que os vais a encontrar en redes. De gente que incluso aún no ha visto la película. Y es que en sus primeros tráilers la narrativa que se nos muestra bien puede parecerse a la obra de Hiromu Arakawa. A fin de cuenta, habla de dos hermanos que buscan «traer» de vuelta a un familiar querido, para lo cuál necesitarán realizar ciertas acciones.
No niego que, al comienzo del film es normal que esa sensación esté presente, pues la exposición de la misma aventura se basa en ello. Sin embargo, a medida que las escenas avanzan, esta se va diluyendo hasta finalmente desaparecer, para dejarnos con una tierna aventura llena de momentos emotivos y alguna que otra risa que nunca viene mal cuando la cosa se pone demasiado seria.
Y es que Onward, realmente, no va de lo escrito anteriormente arriba. Va del amor entre hermanos, de la pérdida y de la confianza. Todo ello viéndose hermosamente representado en la relación de Barley e Ian, los elfos protagonistas de esta aventura. Porque sí, aunque la película empiece centrándose un poco más en el más joven, la sinergia entre los dos es primordial para darle ese toque de magia a la aventura. Y sí, el juego de palabras me ha venido que ni pintado.
Las escenas de estos dos hermanos son simplemente fantásticas, y van mejorando conforme la historia avanza más y más. En parte esto se debe, por supuesto, a que los conocemos más, pero por otro lado la causa de ello es ver la evolución de los mismos al estar juntos, y comprobar cómo se van fraguando el resto de elementos que arriba he descrito: la pérdida y la confianza. Porque la pérdida está bastante presente aquí.
No, no llega al nivel de Coco ni por asomo. Se toca, pero de manera un tanto más superficial pese a que esté presente en prácticamente toda la película, pero no te deja esa sensación de tritsteza y desamparo que te generaba Coco. Eso no quita que la película no tenga un par de puntos en los que, si has vivido ciertas cosas, y lo entenderán mejor los padres que los hijos, sea bastante clara en lo que se refiere a estos aspectos. No puedo contar exactamente qué pues esta crítica es sin spoilers, pero las escenas en las que esto ocurre, cuya carga emocional es más grande, se hacen de notar, por lo que sabréis exactamente a qué me refiero.
Por último, no quiero dejar de mencionar la confianza. Y es que este es otro punto crucial de Onward. La confianza tanto en la familia como en uno mismo. Nuevamente, estos elementos se ven representados mayormente en aquellos que tienen el peso argumental sobre sus hombros: Ian y Barley. Y, pese a que le tengo un cariño especial al mayor de ellos, es menester hacer ver que Ian, el pequeño, aprovecha más esta vertiente, haciendo que el personaje mejore cada vez más y más.
Pero, ¿acaso sólo Barley e Ian tienen elementos de interés? No, claro que no. Hay secundarios que saben hacerse de notar. Mi preferido sin duda es La Mantícora. Sus escenas son oro, y las he disfrutado como nada. Pero no sólo en ella queda la cosa. Personajes como la Laurel, madre de los protagonistas, también saben ganarse su huequecito en la película, si bien su aparición está más restringida y no se ahonda en ellos, sin poder ver realmente los elementos antes mencionados, cosa que ocurría, por ejemplo, en películas como Ratatouille, donde prácticamente todos los personajes, salvo el malo de turno, se permeaban de la pasión del protagonista.
No me malinterpretéis, puesto que la madre deja claro el amor por la familia, y sus capacidades son bastante claras (no es una pobre viuda que se queda en casa a hacer las cosas de casa y poco más). Se preocupa por sus hijos, pero tiene personalidad propia y presencia, y sabe hacerla notar. Sin embargo, la evolución, el «toque» que dan los dos desventurados protagonistas en ella no se manifiesta con tanta intensidad como podría haberse aprovechado. Aunque quizás esto sea debido, en buena parte, a que su personalidad está tan bien definida que no necesita ese empujoncito, cosa que en otros secundarios se presenta, nuevamente, de manera bastante superficial, pero aceptable.
La cosa se ve de maravilla. Poco más se puede decir. Es Disney-Pixar, culpables, y el diseño tanto de escenarios como de personajes es simplemente brillante. Es imposible no quedarse embelesado con algunos fotogramas, y los detalles de muchos personajes le dan un toque mágico. Sí, vuelve el juego de palabras.
En especial, hay un elemento en lo personal que quiero destacar. Y ello es el Rol. Para quien no lo sepa, juego una campaña de Dungeons & Dragons, siendo prácticamente una apasionada de cada arco en el que tomo pie. Pues bien, al comienzo de la aventura vemos bastantes elementos de este tipo de juegos en pantalla, pues es, básicamente, uno de los hobbies de Barley, el más mayor de los hermanos.
Lo gracioso era verme comprobando como el personaje tenía mil y un detalles que lo unían a esta afición. Esto demostraba claramente lo mucho que significa para él. Cosas como los estampados de dados de 20 caras en la ropa, o los pósteres y libros del juego dejándose ver dentro de la furgoneta del susodicho. Con estas cosas, aunque parezca mentira, se demuestra nuevamente el mimo con el que los chicos de Disney tratan todas sus producciones, dándole esos pequeños toques de personalidad.
Pena que de esto no quede tanta constancia en la música, dado que no destaca demasiado. No tiene canciones de los personajes, y eso se nota. Pero es que la banda sonora no parece tampoco arrancar del todo. No consigo recordar ningún tema de fondo que se me haya quedado, por desgracia. Caso aparte es el doblaje, por supuesto. El trabajo, como la vasta mayoría de las películas que se doblan en nuestro país es sencillamente maravilloso. Salvo cuando le toca hacerlo al famosete de turno.
Onward es una película más que aceptable. Tiene sus momentos tristes y alegres, y sabe tomarse en serio a sí misma. Sin embargo, pese a que la he disfrutado como nada, me deja la impresión de que podría haber dado mucho más de sí. Se me queda un regusto un poco como de… que es de esas pelis de Disney que se hacen «de transición» hasta el verdadero lanzamiento fuerte del año.
Pese a ello, quiero volver a recalcar que es muy muy disfrutable, y pese a que no alcance la perfección de otras cintas, sabe llegar con la fórmula que tan bien saben explotar los chicos de Mickey Mouse. Si vais a verla, seguramente paséis un rato más que ameno, con alguna que otra lágrima, como una servidora, para qué engañarnos.
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