La casa de papel es una de las series de más éxito de Netflix, y sin duda la serie nacional que más fronteras ha traspasado. Con un planteamiento antisistema que recuerda, aunque sea por el uso de máscaras, a V de Vendetta, la tercera temporada era una incógnita, pues todo parecía cerrado en la genial segunda temporada. Ahora veremos cómo les ha ido con esta crítica de La casa de papel 3 libre de spoilers.
A decir verdad esta tercera temporada era del todo innecesaria, las cosas como son. La serie se planteó para una serie de capítulos, con un final bien atado que dejaba poco margen para una continuación. Lo cierto es que esperaba una excusa barata para su regreso, y ha sido así… a medias.
En los primeros compases del primer capítulo se nos explica qué ha sido de cada miembro de la banda y cómo están viviendo después de haber dado el golpe del siglo. Multimillonarios y viviendo en paraísos terrenales, una decisión un tanto… estúpida provoca el regreso de la banda. La excusa es regular, pero cosas peores hemos visto, ¿verdad Prison Break?
Puedo afirmar sin que me tiemble el pulso que estos primeros minutos del primer capítulo son lo peor que he visto en mucho tiempo, hasta el nivel de querer apagar la televisión y ver algo de calidad que no requiera los gustos de un adolescente puberto para ser disfrutado sin sentir vergüenza. Pero marca Netflix, ya sabéis.
Una vez puestas sobre el tapete las nuevas cartas, toca jugarlas. Podemos destacar sobre todo la inclusión de 3 nuevos personajes: dos en el bando de los buenos y uno en el de los malos. ¿Que quiénes son los buenos y quiénes los malos? Eso ya a vuestro juicio, pero la serie se encarga de dejar bien claro que los buenos son los cacos, con una multitud de personas que les jalea y una exposición de marcas personales que, la verdad, recuerda mucho a los grandes movimientos político-sociales. Los de la máscara de Dalí son, a todas luces, la resistencia contra el sistema.
Prosigo. Estos personajes nuevos vienen a dar un aire fresco a la serie… pero repitiendo la jugada anterior. Nuevos pero con olor a viejo. Aún así son lo mejor de la temporada. No obstante, la serie decide no explicar absolutamente nada sobre ellos. En mi opinión un despropósito que rompe con uno de los pilares fundamentales de la serie: ver en escena la meticulosidad del Profesor. Simplemente están ahí y se nos cuenta un poco sobre ellos, pero muy muy insuficiente.
Otro punto negativo de esta temporada es el robo en sí. Sin adelantar detalles, podemos decir que el objetivo es más y mejor, pero la forma de tratarlo es mucho, mucho peor. No esperéis ver el juego de ajedrez que se traían Profesor e inspectora, porque apenas hay grandes alardes y momentos de tensión. Va todo muy rápido, y escenas estúpidas y carentes de sentido se comen minutos de metraje que podían dedicar a otra cosa. Porque lo cierto es que la serie sigue cargando peso en tramas sentimentales que, si bien en el primer robo podían tener sentido debido a lo novato de los ladrones, en esta tercera temporada ya no cuela, sobre todo por los personajes implicados.
Como vengo diciendo, dentro del propio robo no esperéis ver alardes de ingenio para lidiar con problemas imprevistos, pues lo cierto es que apenas hay y apenas tienen consecuencias. Una pena, si me preguntáis, porque esa tensión que encandiló a los espectadores se diluye en pos de meterse al espectador en el bolsillo de una manera muy sencilla. Sencilla pero muy perecedera.
Pero lo cierto es que estoy pintando todo mucho peor de lo que es. La temporada me ha gustado mucho y cuenta con un final simple y llanamente espectacular. Los flashback al pasado para contar detalles de la historia que nos ocupa están muy bien llevados y son de las partes que más se disfrutan. Los planos de Madrid y el esfuerzo por dejar bien claro que la serie se desarrolla en España, es un gusto en lo personal, pues uno se cansa ya de tantas americanadas. Los aires de revolución y levantamiento contra el sistema también me encantan, hasta el punto de desear que una mentalidad colectiva antisistema así existiera en la realidad.
Con sus más y sus menos, esta tercera temporada de La casa de papel logra muy buenos resultados. Peor que las otras dos por motivos que no logro entender cómo han dejado que sucedan, como la pérdida al detalle por inclinar la balanza hacia el sentimentalismo, no termina de desentonar respecto a las otras dos, y es que los momentos cumbre son muy altos. El final, maravilloso, deja la puerta abierta de par en par a una cuarta temporada, que se intuye como final de serie y, en especial, muy diferente.
Una mattina mi sono alzato, o bella ciao.
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