Fast & Furious 8 es lo más parecido a la pornografía que te vas a poder encontrar en una sala comercial. No porque aparezca más o menos carne sin ropa, sino por la propia estructura de la cinta. El prólogo es claro al respecto. Si en las películas para mayores el pizzero solo tiene que aparecer para meter las manos en la masa sin mediar palabra, los Toretto buscan movidas tan absurdas de una manera similar durante los primeros minutos. Nuestra crítica de Fast & Furious 8 te intenta explicar cómo es la octava entrega dela franquicia.
El prólogo es lo único que permanece del espíritu original de la saga. Aquel ambiente poligonero queda reducido al mínimo para abrazar de nuevo el género de la acción sin complejos. Nuestros protagonistas tienen que lidiar en esta ocasión con una peligrosa hacker (Charlize Theron), que pondrá a prueba la lealtad de la familia de amantes del motor y el peligro.
Tras la pérdida de Paul Walker (cuyo recuerdo en la película se antoja insuficiente), el protagonismo recae en el personaje de un Vin Diesel incapaz de que su rigidez interpretativa nos evoque el más mínimo sentimiento. El guion pasa de ser coral a ser un festival hormonado de Toretto. No solo es difícil verle en los momentos más dramáticos, sino que tampoco saca jugo a las escenas de acción.
El lastre que esto supone para la producción no se entiende. Alrededor de él tienes un grupo de personas con dotes interpretativas más marcadas, o al menos, con más carácter. El talento de Charlize Theron o el de Hellen Mirren se encuentra totalmente apagado. Aunque, por otro lado, hay aciertos evidentes. Dwayne Johnson y Jason Statham suplen sus carencias con una buena dosis de humor y carisma. Ambos llenan la pantalla en cada una de sus apariciones.
El resto del grupo tampoco tiene mucho espacio para su lucimiento. La participación de algunos personajes se ha quedado en testimonial y la incorporación de otros nuevos tan solo aporta chistes fáciles.
En cuanto a las escenas de acción, la alma mater de la franquicia desde la cuarta entrega, la película se mueve por unos derroteros similares. Su intención es crear las set pieces más inverosímiles posibles. Si se anunciara mañana mismo un crossover entre Fast & Furious y Transformers, donde Toretto y compañía se midiera a guantazos a los Autobots, nadie se extrañaría. Al entrar en una sala para ver una propuesta de este calibre, se tiene que estar muy seguro de lo que es. Si se logra dejar de lado los prejuicios, la acción se convierte en un pasatiempo muy válido.
Fast & Furious 8 es una película de acción que no se puede tomar en serio. La saga creó sus cimientos a partir de la cuarta entrega en robos, disparos y coches. Fue convirtiendo poco a poco a sus protagonistas en superhéroes. En esta nueva aventura nada cambia en ese sentido, y de nuevo tenemos que ver momentos que desafían la física y la resistencia humana. Dejando de lado los poderes ocultos de los personajes, la película no aguanta el peso otorgado a Vin Diesel. Su actuación es demasiado pobre para llevar las riendas y bien harían en próximas entregas, restar importancia a Dom.
Cuando no sale en pantalla el actor, la película sube enteros y se convierte en un digno entretenimiento. Los momentos Johnson/Statham son divertidos y sus exageraciones son lo mejor de la cinta. Con todo, Fast & Furious 8 se convierte en la mejor película de la saga tras la quinta entrega.
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