La rama cinematográfica de Marvel se ha convertido tanto en industria, que a veces uno no sabe si está analizando obras de arte, productos culturales o productos hechos en masa, sin más. Por eso temía que esta crítica de Black Panther fuera a ser irrelevante ante la máquina que es hoy Disney. Afortunadamente sus creadores se han permitido introducir discursos que dan lugar a muchas conversaciones.
Black Panther es perfectamente consciente de que es una película racializada y de qué subtextos debe incluir. Más allá de que la mayoría de sus personajes sean negros (algo que no siempre es habitual ni cuando el guion lo exige, mirad Ghost in the Shell) esa autoconsciencia se puede apreciar en el tramo inicial de la película. El príncipe de Wakanda, T’Challa, aparece con su traje de Black Panther en un avión descendiendo para atacar un convoy que atraviesa la selva nigeriana.
El objetivo de T’Challa es encontrar a otro personaje para que acuda a su investidura como rey tras la muerte de T’Chaka, su padre, que murió en Capitán América: Civil War. No se menciona en ningún momento quienes son los hombres armados del convoy, pero la película da dos datos que son suficientes. Es la selva nigeriana y estaban transportando un camión lleno de mujeres, así que solo puede ser el Boko Haram.
Es una elección muy interesante porque el Boko Haram apenas ha tenido presencia en las noticias occidentales. Los grupos terroristas que copan el espacio suelen estar basados en Oriente Próximo o en la costa mediterránea de África y el desconocimiento de todo lo que ocurre más al sur del Sahel es generalizado. Que los creadores de Black Panther hayan decidido incluir eso es de todo menos azaroso.
Otra cosa que no fue azar fue el momento de creación Pantera Negra en los cómics. La primera aparación del personaje fue en 1966, justo cuando la lucha por los derechos de los negros estaba más en ebullición en Estados Unidos. En un plazo de cuatro años se sucedieron la Ley de derechos civiles, el Domingo Sangriento, la Ley de derecho al voto, la creación del Partido Pantera Negra y el ‘Black Power’ de los Juegos Olímpicos de 1968. Es evidente que el nacimiento del personaje estuvo muy influido por el contexto político y social que se vivía en Estados Unidos.
No obstante, hasta los años 70 Pantera Negra no fue protagonista de una serie de cómics. Primero en las páginas de Jungle Action y luego en una serie ya con su propio nombre. Eran los años de la blacksploitation y aunque donde más impacto hubo fue en el cine, los cómics también tuvieron su buena dosis de representación de superhéroes negros. Junto a Pantera Negra aparecieron en esos años Tormenta, Luke Cage, Black Lightning o el primer Linterna Verde negro. Y eso solo mencionando a los superhéroes.
Cuarenta años después de esas primeras representaciones en los cómics, la cultura pop sigue influida por el mismo contexto. A la industria del cine (el estadounidense, pero también el de otros países) sigue enquistada en una falta de diversidad: de mujeres, de otras sexualidades y, también, de personas racializadas. Si a eso le sumamos que Estados Unidos todavía sigue inmersa en un racismo flagrante, con la población negra sufriendo todavía las consecuencias de tantas décadas de desigualdad, sufriendo asesinatos a manos de la policía y siendo especialmente vulnerable a la encarcelación masiva; pues es evidente que Black Panther iba a estar influida, como su origen, por el contexto político y social.
Sin entrar en spoilers, la película aprovecha todo eso para crear un subtexto alrededor de su propio universo. Y es, quizá la película que Marvel (y el cine) necesitaba en el momento que hacía falta.
Como producto cultural, como entretenimiento industrial, Black Panther guarda muchas similitudes a nivel formal con otras películas de Marvel. Aunque los directores vienen y van, se hace hace difícil establecer diferencias entre la obra de unos y la de otros (con la excepción clara de Guardianes de la Galaxia). Una productora que planifica tantísimas películas con tantos años de margen no puede dejar mucho espacio a la autoría y la creatividad.
Con todo eso, el efectismo debería ser el pilar de todas y cada una de las películas de superhéroes. Sin grandes premisas, sin grandes marcas de autor (el debate de si la marca de autoría es la propia Marvel lo dejamos para otro día) pero totalmente funcionales. Capaces de entretener por encima de todo. Y aunque Black Panther es una película de acción fantástica y con un ritmo espectacular, el guion flaquea por momentos. Aunque quizá quede relegado en un primer visionado, es algo que sale a luz si se le presta atención. La trama se esfuerza mucho por sentar unos principios claros en su universo para acabar obviándolos cuando la acción o el guionista así lo requiere.
Pero aún así, T’Challa te deja con ganas de más. Y viendo el tráiler de Infinity War, parece que tendrá un papel importante en el final de la Fase 3 de Marvel.
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