Con tantas series, casi parece difícil destacar algo entre todo el catálogo de Netflix. Algunas despuntan mucho pero la gran mayoría son tan de nicho que no alcanzan la categoría de mainstream. Con esta crítica de Altered Carbon le dedicamos tiempo a una de las historias más redondas que se han estrenado en los últimos meses. Y que seguro que tiene continuación.
Altered Carbon empieza de una manera desconcertante, pero en apenas un episodio sienta las bases de todo su mundo con una naturalidad asombrosa. La frase recurrente en la enorme campaña de marketing que está teniendo («La muerte ha pasado a mejor vida») da todas las claves de su universo. En el futuro, los humanos han desarrollado la posibilidad de trasladar su conciencia a una especie de pila y, aquí esta lo importante, poder implantar esas mismas en cualquier cuerpo.
Esto ha creado un mundo en el que, por un lado, en circunstancias normales los humanos no mueren. Simplemente cuando un cuerpo (los llaman «fundas») se hace viejo o mujere, trasladan la pila a otro más joven. El segundo elemento, y donde está el cyberpunk, es en las implicaciones que eso tiene en la sociedad. El estrato más alto de la sociedad, los llamados «Mats» se pueden costear unos cuerpos perfectos. Por el contrario, las personas de clase baja y bajo el umbral de la pobreza se tienen que conservar con los restos.
Hay una escena que ejemplifica esto a la perfección. Al comienzo, el protagonista está en un «centro de reenfundado» en el que adquiere un cuerpo nuevo. En ese centro, una vez que todos tienen su cuerpo nuevo tienen que ir a una sala de reencuentro con familiares y amigos. El personaje interpretado por Joel Kinnaman pasa al lado de una anciana que se pone a llorar al ver a una pareja. Resulta que una niña de siete años murió en un accidente, aunque su pila estuvo intacta, así que la introdujeron en el cuerpo de esa anciana. Los padres, al verla, se quejaron pues todos los ciudadanos tienen derecho a un reenfundado gratis por accidente. Uno de los miembros del centro les replicó que ese era el cuerpo que tenían disponible. «Si queréis uno mejor, pagadlo», afirmó.
Pero, ¿de qué va Altered Carbon? El protagonista Takashi Kovacs sale de más de dos siglos de prisión y recibe una funda de combate perfecta. Un millonario llamado Laurens Bancroft le ha contratado y le garantiza su libertad gracias a un indulto si desentraña un asesinato: el suyo. A lo largo de diez capítulos, Kovacs tendrá que investigar a fondo a Bancroft para averiguar quién ha matado a su anterior funda.
Altered Carbon guarda mucha similitudes con la obra de culto de Ridley Scott. Tiene una estética magnética que recuerda a cada plano al mundo de Deckard. Pero lo similar no está solo a lo formal. En el fondo, la pregunta que rodea a Blade Runner es la misma que rodea a Altered Carbon. Ambas obras centran todo su discurso sobre lo que es la humanidad en sí misma. No obstante, la película de Ridley Scott, con mucho acierto, lo deja en el fondo del subtexto mientras que la serie de Netflix la convierte en discurso principal.
Pero mientras que Blade Runner era una obra muy reflexiva y pausada, Altered Carbon destila acción a cada momento. Hay dos tramos bien diferenciados. La primera mitad de la serie es redonda. Takashi Kovacs haciendo de detective intentando desentrañar el misterio en relación a la muerte de Bancroft convierte a Altered Carbon en un thriller espectacular. Sin embargo, la segunda mitad y, sobre todo, el tramo final, se olvida de eso. Se pasa de la investigación a la acción y aunque la serie sigue manteniendo unas características formales impecables, el guion deja de ser tan efectivo. El peso deja de recaer en la trama para empezar a hacerlo en las secuencias de acción.
Pero a pesar de la deriva de los episodios finales, es una historia muy bien contada, con unos personajes que rebosan carisma y que te deja con ganas de más. Y es algo perfectamente posible. Al igual que en Doctor Who, que pueden cambiar de actor por esencia del protagonista, en Altered Carbon pasa lo mismo. Cualquier actor podría interpretar a Takashi Kovacs y solo haría falta que lo justificaran con un cambio de funda.
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