Es algo a lo que desgraciadamente nos hemos acostumbrado durante los últimos años: juego que promete (o que generan demasiadas expectativas) pero cuyos resultados no son finalmente los esperados, lo cual acaba provocando el cierre del estudio desarrollador. En el caso de The Saboteur, esta fórmula resultó aún más retorcida ya que sus creadores –Pandemic Studios– pasaron a engrosar la larga lista de compañías desaparecidas incluso antes de la salida a la venta del juego.
The Saboteur es uno de esos títulos que basan su propuesta en la mezcla de diversas mecánicas más que trilladas -aunque de comprobada solvencia- para crear un conjunto poco original en lo jugable pero con una capacidad de entretenernos bastante aceptable. Eso sí, sin grandes alardes.
Uno de los pocos apartados donde podríamos decir que The Saboteur no nos provoca un instanténeo deja vu sería en su temática. Es verdad que estamos saturados de títulos basados en la II Guerra Mundial. Sin embargo, pocas veces hemos visto un tratamiento del conflicto como el que hace The Saboteur. No encarnamos a ningún valiente soldado ni a un general al mando de grandes ejércitos, sino que esta vez toca estar lejos del campo de batalla. Concretamente, la acción nos traslada a la capital francesa -más alguna que otra localización puntual- durante los años de la ocupación Nazi. Controlamos a Sean Devlin, un piloto-mecánico de coches irlandés con mucha “mala leche” pero de nulo perfil heroico. Sin ningún interés inicial por curso de la Guerra, una serie de dramáticos acontecimientos despertarán en Sean una terrible sed de venganza que le llevará a enrolarse en las filas de la resistencia francesa y a colaborar con la inteligencia británica para debilitar a las fuerzas alemanas mediante constantes actos de sabotaje.
Con todo, a pesar de la frescura de este enfoque, el guión no es precisamente el fuerte del título. Todo se trata de una forma demasiado superficial y repleta de tópicos, lo que, si añadimos además que el juego se encuentra íntegramente en inglés (subtítulos incluidos), puede provocar que el jugador pierda rápidamente todo interés por la historia y por enterarse de los diálogos.
Resulta interesante el peculiar estilo visual adoptado, similar al visto en la película Sin City y que encaja perfectamente con un escenario tan cargado de misterio e intrigas como el París de los años 40. En las zonas con fuerte presencia alemana dominan casi por completo las tonalidades grises, sólo salpicadas por pequeñas pinceladas cromáticas como el rojo de los estandartes nazis –y de la sangre- o el amarillo de las luces de los edificios. Conforme vayamos destruyendo objetivos y liberando zonas, el color irá ganando protagonismo y la ‘ciudad de la luz’ empezará a hacer honor a su sobrenombre.
Y hasta aquí llega la capacidad de sorprender del título. Como apuntábamos al principio, una vez a los mandos, no encontraremos ni un solo elemento que no hayamos visto ya en multitud de ocasiones. The Saboteur no es otra cosa que un sandbox al más puro estilo GTA al que también se añaden elementos de otros juegos, como la posibilidad de escalar edificios, extraída directamente de la saga Assassin’s Creed.
Para avanzar en la historia, debemos ir superando numerosas misiones. Las situaciones y objetivos son de lo más heterogéneas con lo que podemos estar inmersos en un salvaje tiroteo para, al poco rato, estar deslizándonos sigilosamente por un callejón, haciendo de francotirador para asesinar a un gerifalte de la ‘SS’, volando por los aires un depósito de combustible o rompiéndonos la cara a puñetazos en una pelea de taberna. Al igual que en el juego de Rockstar, la conducción tiene también un peso fundamental en la aventura. En este sentido, la recreación de los vehículos de época está bastante conseguida, aunque ni la variedad de modelos ni el sistema de daños está a la altura de los GTA.
No obstante, los principales defectos de The Saboteur no están en su flojo argumento ni en la nula innovación jugable; tampoco en el hecho de no estar localizado al castellano. Las peores carencias del juego están, sin duda, en la faceta técnica. Podemos pasar por alto el regulero apartado gráfico -justificable por tratarse de un juego de mundo abierto con amplio mapeado-, incluso no tener en cuenta los robóticos movimientos de los personajes… pero lo que es imperdonable es la pésima inteligencia artificial de los enemigos; tan mala que acaba en gran medida por echar por tierra toda la experiencia.
Los soldados nazis son prácticamente ciegos y están más sordos que una tapia. Por ejemplo, podemos acercarnos como si tal cosa a un blindado y hacerlo volar por los aires que los guardias que lo custodian ni se inmutarán. Y en el poco probable caso de que nos descubran “jugando con fuego”, escapar del cerco montado por nuestros perseguidores y despistarlos será extremadamente sencillo. Seguramente es un defecto que con un poco más de tiempo de testeo hubiera podido pulirse y que evidencia -junto con la falta de traducción- que la “apisonadora” de EA estaba más centrada en cerrar Pandemic Studios que en lanzar un juego de calidad.
En resumen, en The Saboteur nos encontramos con ese tipo de juego de clase intermedia que cada vez abunda menos. No es ninguna maravilla pero es entretenido, con una jugabilidad variada y una ambientación de época decente. Aunque no domines bien el inglés, si el sandbox es lo tuyo, The Saboteur tiene el potencial suficiente para hacerte pasar unas buenas quince horas de juego.
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