El ritmo frenético e imparable que impone la actualidad del mundo del videojuego ha provocado que lo ocurrido con Rage, a pesar de no haber transcurrido tanto tiempo, se encuentre ya enterrado en la memoria colectiva de los aficionados. La última obra de id Software, “padres” de los FPS, pretendía convertirse en un nuevo hito dentro de la historia de la acción en primera persona, como ya lo fueron en su día Doom o Quake. Sin embargo, a pesar de ser un juego sobresaliente en muchos aspectos, Rage no sólo resultó un “fracaso” comercial, sino que provocó numerosas divisiones internas dentro de id que, posiblemente, fueran un factor de peso en la marcha de John Carmack, una de las principales cabezas visibles del estudio, a Oculus Rift.
Nadie tiene en su poder el secreto del éxito. Algunos ingredientes de la fórmula los conocemos, aunque no la cantidad justa de cada uno ni el orden en qué debemos integrarlos. Haciéndolo todavía más difícil, para que la fórmula realmente funcione, tienen que darse también otros elementos más subjetivos y caprichosos que escapan a cualquier tipo de control. Hablando claro, por muy bueno que sea un juego y lo mucho que guste a la critica… puede haber pequeños detalles que acaben por echar todo por tierra de cara al público. Algo parecido a esto último es lo que le pasó a Rage.
¿Y cómo es posible que uno de los mejores shooters de los últimos años haya quedado olvidado de forma semejante en una generación precisamente caracterizada por la masiva proliferación de este tipo de títulos? Pues digamos que habría dos tipos de razones: unas achacables al propio juego (a pesar de ser técnicamente una pasada) y otras externas al mismo pero que a la postre acabaron resultando más demoledoras si cabe que las anteriores.
Comenzando por las primeras, no vamos descubrir ahora el portentoso apartado técnico de Rage. Los videos y otros materiales publicados durante el largo desarrollo del juego hicieron que el hype estuviera por las nubes. Y visualmente el resultado final no defraudó en absoluto. El motor id Tech 5 consegue mover enormes y detalladísimos escenarios cargados de texturas con una fluidez que en las versiones para consola parece casi “milagrosa” (sacrificando a cambio cualquier atisbo de destrucción o de interacción con esos entornos). Pero ya sabemos que no todo son los gráficos.
Jugablemente el título también es bastante sólido, aunque quizá demasiado apegado a las bases old school, con multitud de combates frenéticos en escenarios cerrados e intrincados, un sistema de guardado manual arcaico o un protagonista anónimo y mudo. Una filosofía que triunfó en su momento y que id Software domina como nadie, pero que posiblemente no encandiló a los seguidores más novatos en el género.
Mayor decepción causó la mecánica de juego. Muchos esperaban que Rage fuera una especie de híbrido entre FPS y sandbox. Sin embargo, a la hora de la verdad, la estructura de juego acaba reducida a hacer de recadero de varios personajes repitiéndose hasta el aburrimiento la premisa de “ve a tal sitio, mátalos a todos y vuelve a por tu recompensa”. Es cierto que el mundo de Rage es amplio, pero, al final, las vastísimas extensiones de yermo (que recorremos a bordo de vehículos como quads o buggies) sólo sirven para conectar los tres asentamientos de población que hay en el juego con las distintas áreas de misión.
A parte de los encargos principales, existen montones de misiones secundarias (bastante simples) que nos encargarán los extravagantes personajes que habitan esta tierra postapocalíptica. Para descansar un poco de pegar tiros, también podemos competir en carreras, tunear nuestro “carro”, probar un curioso juego de cartas, craftear objetos… y poco más. Es decir, ciertamente Rage presenta opciones que hacen que la típica linealidad de los shooters esté más disimulada… pero de ahí a hablar de libertad de movimientos dista un buen trecho.
Desilusión también por el lado del argumento. Vale, es verdad que el fuerte de id Software nunca ha sido contar historias. También hay que reconocer que el rollo “Mad Max” estaba ya bastante quemado después de juegos como Fallout 3 o Borderlands. Aún así, no es sólo que el argumento esté trillado, sino que la manera de desarrollarlo es muy floja. Apenas hay profundidad en la trama, y cuando, después de más de 10 horas de juego, parece que el tema se pone serio… la campaña se acaba de una forma bastante brusca, dejándonos con cara de WTF.
Y ahora viene lo que, sin duda, sería la puntilla para los “niños rata”: Rage carece de modo multijugador competitivo “al uso”. Olvidaros de free for all, team deathmatch, capturar la bandera y otros nombres “imprescindibles” en todo online que se precie, porque los modos competitivos de Rage son todos con vehículos. Originales, sí; curiosos, también; pero en ningún caso capaces de alargar la vida útil del juego por mucho tiempo. Si queremos masacrar mutantes/bandidos en compañía, sólo nos queda el modo Leyendas del Yermo, que consta de 9 sencillas misiones en las que tendremos que superar varios objetivos junto a otro compañero. Poca cosa. Sobre todo si lo comparamos con el descarado enfoque hacia el online que suelen tener la mayoría de shooters triple A.
Antes hemos dicho que además de las razones intrínsecas al propio juego, y que acabamos de comentar, también hubo otras razones “externas” que influyeron bastante en su debacle. Rage luce extraordinariamente bien en consolas. No obstante, para lograr un resultado tan espectacular en estas máquinas, la gran sacrificada fue la versión de PC. En lugar de sacar provecho de las mayores virtudes técnicas de esta plataforma, id Software lanzó para compatibles una versión que apenas incluía opciones de configuración gráfica y, lo que es muchísimo peor, daba muchísimos problemas de carga de texturas y de compatibilidad con los drivers de bastantes tarjetas gráficas. Poco a poco todos esos problemas se fueron solucionando pero los ríos de tinta (y de improperios) que los usuarios de PC, heridos en su orgullo, vertieron sobre Rage le acabaron pesando como una auténtica losa de piedra de cara a sus ventas.
Y hasta aquí la historia de lo que pudo haber sido y no fue. Rage fue creado para convertirse en una franquicia de culto, a la altura de los otros “hijos” de id Software, pero los motivos antes expuestos terminaron lastrándolo hasta tal punto que acabó con unas “míseras” ventas de poco más de millón y medio de copias (la mayoría además cuando el juego ya estaba bien rebajado) y con cualquier posibilidad de continuación totalmente aparcada (aunque Bethesda siempre ha dicho que no se olvidan de Rage).
¿Quiere esto decir que la prensa especializada mentía al otorgarle calificaciones de 9 o incluso 9,5? Pues no. Alejados ya de todas las polémicas y malos rollos provocados por la falta de optimización de la versión PC, sólo podemos decir que Rage es un juego técnicamente soberbio y con un gunplay exquisito, pero también es cierto que su estilo es más propio de los shooters de otra época. Es lógico que las legiones de adictos a los FPS casuales y clónicos de hoy en día le dieran la espalda. Si no eres ningún “flipado” del online, te encanta esa jugabilidad tan marcada y reconocible que destilan todos los productos de id Softwate y eres capaz de perdonar una historia carente de profundidad, no lo dudes, con Rage vas a alucinar.
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