Majin and the Forsaken Kingdom (que fue uno de los últimos coletazos del desaparecido estudio Game Republic, fundado por la leyenda viva de la Historia del videojuego y ex-Capcom Yoshiki Okamoto) es una historia de valor y amistad que nos traslada a un mundo mágico y fantástico en el que existía un próspero reino que de la noche a la mañana fue inundado por un manto de oscuridad. Cien años después de que la tierra quedará sumida en las sombras, un joven ladrón se propone liberar al Majin, criatura mística y legendaria dotada del poder necesario para acabar con las tinieblas que envuelven el reino.
De vez en cuando aparecen en el mercado juegos difícilmente clasificables y que no pueden ser valorados por los criterios tradicionales de apartado técnico, sonoro, jugabilidad, etc. Suelen ser obras cargadas de sensibilidad y creatividad que trascienden un poco el concepto de videojuego para convertirse en auténticas experiencias. Debido a sus ideas poco convencionales, suelen ser títulos que en el momento de su lanzamiento pasan casi desapercibidos para el gran público pero que, con el paso del tiempo, son valorados como se merecen. Probablemente ICO es el título que ilustra más claramente este fenómeno pero estas ideas son también, en gran parte, aplicables al juego que os traemos esta semana.
Sobre un argumento de cuento de hadas, Game Republic plantea un videojuego muy ecléctico que mezcla muy diversas mecánicas (acción, sigilo, exploración y puzles) y cuya base jugable se centra en la cooperación entre los dos personajes protagonistas. Nosotros controlamos directamente al ladrón sin nombre (al que el Majin bautiza como Tepeu) mientras que el manejo de la criatura se realiza a través de las órdenes que le vamos asignando. Estas órdenes van desde comandos tan simples como que nos siga, que ataque o que abra una puerta, hasta acciones bastante más complejas en función de los poderes que el Majin va adquiriendo a lo largo de la aventura. La interrelación entre ambos personajes no es opcional o anecdótica, ya que el juego está diseñado de tal manera que para solventar todos los obstáculos que nos plantea, ya sean combates o puzles, sea imprescindible esta colaboración. Pero la relación entre Tepeu y el Majin (que en realidad se llama Teotl) va más allá de lo jugable. La entrañable y sincera amistad que poco a poco se va forjando entre ambos tiene una tremenda carga emotiva que enamorará a cualquiera que tenga un poquito de sensibilidad. La misma sensibilidad que demostró Game Republic a la hora de diseñar todo el apartado artístico del juego, en el que destacan especialmente las escenas que narran la caída del reino y los recuerdos de Majin, representadas como si se tratara de un teatrillo a base de sombras chinescas.
Majin and the Forsaken Kingdom sigue la clásica estructura de mundo dividido en varias áreas interconectadas entre sí, de manera que conforme vayamos ganando habilidades podremos volver a las áreas ya visitadas para acceder a zonas que hasta ese momento resultaban inaccesibles. Al final de cada sección, nos enfrentaremos a uno de los 4 señores de la oscuridad que impiden el acceso al castillo del rey.
La mecánica dentro de cada área se basa en la resolución de puzles que nos permitan seguir avanzando o hacernos con frutas que aumenten la fuerza y los poderes del Majin. En general, no son puzles demasiado enrevesados ni originales con lo que, usando la lógica y explorando bien los escenarios, es difícil que nos quedemos atascados. Cada una de estas áreas cuenta también con la presencia de multitud de soldados del ejército de las tinieblas. Para acabar con ellos podremos optar por el enfrentamiento cara a cara en combate directo o bien aniquilarlos uno por uno acercándonos sigilosamente y asestando un golpe mortal por la espalda.
A parte de para resolver los puzles, la exploración también es fundamental para encontrar diversos objetos escondidos por los niveles: cofres que contienen nuevos trajes que mejoran las características de Tepeu, orbes para subir de nivel, frutas para recuperar la salud del Majin (si él muere, Game Over), o fragmentos de la memoria de éste (que sólo aparecerán por la noche). Encontrar todos estos ítems no es esencial para terminar la aventura pero sí es imprescindible si queremos ver el verdadero final del juego y conseguir todos los logros/trofeos.
Lamentablemente, el buen trabajo realizado en la parte creativa no se corresponde con un apartado técnico a la altura. Gráficamente, Majin and the Forsaken Kingdom presenta un acabado bastante pobre, con texturas muy simples y escenarios vacíos, repetitivos y con un popping alarmante; lo que hace que tengamos la sensación de estar más ante un título de Playstation 2 que ante un juego de 2010. Lo más destacable en este apartado son las transiciones día-noche, que dan lugar a bellos efectos de luces.
Tampoco las secciones de acción dan la talla. Hay poquísimos golpes disponibles y, aunque podemos realizar ataques combinados junto al Majin, las peleas con los soldados de la oscuridad (que andan también bastante justitos de IA) se hacen muy aburridas, echándose en falta mucha más profundidad del sistema de combate. No ocurre lo mismo con las luchas contra los jefes finales, que resultan bastante más interesantes al estar concebidas como puzles que debemos solucionar para descubrir como poder dañarlos.
La banda sonora sí que sabe transmitir el espíritu de cuento de hadas que impregna toda la aventura, gracias a temas que, si bien no son muy variados, saben reforzar la carga emotiva de las escenas y la épica de los momentos de acción. Destacar también que el juego cuenta con un gran doblaje a nuestro idioma.
Sin embargo, a pesar de sus defectos técnicos, Majin and the Forsaken Kingdom es una fábula entrañable sobre la eterna lucha del bien contra el mal y sobre la fuerza de la amistad que es capaz de llegarte al corazón y de revivir por unos instantes al niño que una vez fuimos. Aunque hoy en día este tipo de propuestas especiales y diferentes no tienen cabida en un mercado dominado por los Shooters y otros juegos de edición anual, estoy seguro que dentro de unos años, cuando el paso del tiempo permita verlo desde otra perspectiva, se hablará de Majin and the Forsaken Kingdom como de una auténtica joya infravalorada.
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