Homefront, el enésimo clon de esa monstruosidad -por lo feo, claro- llamada Call of Duty, supuso uno de los últimos cartuchos de la ya fallecida THQ para conseguir salir a flote. Agobiada por una deuda millonaria, la extinta editora californiana vio su tabla de salvación en intentar aprovecharse del imparable tirón de la gallina de los huevos de oro de Activision.
Y, oye, hay que reconocer que Kaos Studios puso todo su empeño en cumplir el plan ya que Homefront sigue a pies juntillas la fórmula de los COD; esa fórmula que ha llevado a la franquicia, mal que nos pese, a un éxito sin precedentes en la historia de los videojuegos y que permanece inalterable casi desde el siglo pasado, es decir: campaña corta, pasillera y scriptada hasta el extremo junto a un modo multijugador rápido y frenético que es el que verdaderamente lleva el peso del título.
Pero el señor «Carlos Duty» es muy alto, tanto como si apiláramos sus millones de unidades vendidas, y Homefront tampoco resultó ser un imitador tan perfecto después de todo, como ahora veremos, por lo que no tuvo el más mínimo problema en oscurecer con su alargada sombra a este nuevo “aspirante” al igual que ya había hecho antes con el reboot de Medal of Honor. Con todo, Homefront logró vender casi tres millones de copias; cifra con la que muchos buenos juegos no han podido ni soñar.
THQ intentó dar personalidad al título utilizando el recurso de un argumento interesante, basado en una hipotética invasión por parte de Corea del Norte a los Estados Unidos en el año 2027. Y la verdad es que durante los casi ocho minutos que duran la escena inicial -en que se explican los hechos que llevaron a la ocupación norcoreana- y la intro del primer nivel -en que somos detenidos y metidos en un autobús desde cuyas ventanas contemplamos la represión del ejército invasor hacia la población- la cosa promete… Pero en cuanto asumimos el control del protagonista, el expiloto Robert Jacobs, se nos cae de los ojos esa venda tan chula que ilustra la portada del juego. A partir de ahí, la sensación de “esto ya lo he jugado” se instala irremediablemente en nuestra cabeza y no nos abandona hasta que el juego pone punto y final.
Pero saber cuáles son los ingredientes de una fórmula de éxito no quiere decir que seamos capaces de igualar exactamente el resultado del creador original de la receta. De esta manera Homefront podría compararse a una de esas marcas blancas del “Carreful”, o sea, se parece mucho al producto genuino… pero no es lo mismo. Así, aunque Call of Duty hace siglos que no supone un referente técnico, Homefront no consigue ser una copia perfecta, quedando algo por debajo en aspectos como la Inteligencia Artificial enemiga o los movimientos de los personajes. Amén de un texturizado demasiado simple en varias ocasiones.
La historia, salvo los mencionados minutos iniciales, no resulta finalmente tan interesante como nos habían vendido, ni tampoco sabe enganchar como algunas campañas vistas en la saga de Activision. Excepto en la última misión, jamás nos vemos inmersos en un conflicto a gran escala, basándose casi todos los objetivos de los niveles en pequeñas escaramuzas propias de una guerra de guerrillas que restan interés y espectacularidad a la acción.
Pero tranquilos, porque donde Homefront pone verdaderamente la carne en el asador es en su completo modo multiplayer para hasta 32 jugadores capaz de proporcionaros incontables horas de diver… OH WAIT!! Casi se me olvidaba mencionar que desde que Crytek se hizo el año pasado con los derechos de la franquicia durante la subasta de todos los estudios e IP’s de THQ, los servidores de Homefront han permanecido cerrados; así que su oferta de juego queda reducida únicamente a su exigua y “original” campaña single player de menos de cinco horas de duración. Estos alemanes siempre tan prácticos ¿verdad?
Ya veis culpables. Homefront fue concebido como un COD Killer. Aspiraba a ser el juego que arrebatara a Activision el reinado absoluto sobre las legiones de “niños rata” y salvara de la bancarrota a THQ. Demasiadas pretensiones. Finalmente, THQ se hundió, Kaos Studios acabó cerrada y su vástago sólo alcanzó el nivel de pequeño y mutilado “engendro” (si antes hemos llamado a Call of Duty “monstruo”)
Un Condenado al Olvido de “libro” que, a pesar de haber sido privado de lo mejor de sí mismo (el modo on line), sigue arrastrándose por los bajos fondos de muchas cestas de segunda mano tratando de “embaucar” a algún pobre incauto tan ciego como el personaje de su carátula.
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