Cuando me doy cuenta empiezo a sonar como el abuelo Cebolleta: son las 7 de la tarde y una de mis primas pequeñas ve en la tele no sé qué cosa mal dibujada sobre un fondo de imagen real mientras grita: “¡Es Gumball!”. Mientras, me pongo en la piel del viejo que cuenta sus batallitas en el banco del parque y le digo a mi primo, casi de mi edad: “Tremenda mierda dan ahora en Cartoon Network, con lo que molaban Samurái Jack, Ed, Edd y Eddie, la del robot aquel gigante o la del Billy ese narizón”. Él se rié, casi queriendo ambos alcanzar una complicidad madura y adulta estúpida para no alcanzar ninguno los 20 años, pero su respuesta me deja a cuadros: “No te fíes eh, que mola. La de Hora de Aventuras esa tiene una historia de fondo que te cagas”.
Me medio río, mientras le miro, incrédulo: me está hablando en serio. Y al igual los compañeros de redacción que saben mucho más que yo, los amigos de clase y los de toda la vida… Entonces algo hace “click” en mi cabeza: tengo que ver esas cosas. Pero no. Mi infundado y estúpido prejuicio actual hacia las series de animación occidentales me impiden ver estas cosas, al menos con ganas.
Entonces llega el bueno de Anastasio diciéndome que tengo que analizar Cartoon Network: Battle Crashers. “Va va, como mandes”, le respondo. Dejo de lado mis prejuicios, cojo el mando y me dispongo a jugar a un juego casi que beat ‘em up que combina universos de 6 series distintas de Cartoon Network: Steven Universe, Historias corrientes, Tito Yayo, Clarence, la del Gumball ese por el que gritaba mi prima y la que mi primo me dijo que molaba.
Tengo que empezar a planificar el golpe de estado en GuiltyBit.
Hablo desde el desconocimiento total y absoluto de estas series: no conozco a sus personajes, no conozco sus historias, sus universos. Ni siquiera sé por qué el Gumball ese por el que gritaba mi prima ataca con una aspiradora rota. No sé nada. Por culpa de mis prejuicios, probablemente, no sé nada. Y estoy casi seguro de que me estoy perdiendo no uno, sino varios mundos y series fantásticas por culpa de esos prejuicios.
Lo único que sé es que no me pierdo nada, ni yo ni tú, fan de Hora de Aventuras o de Historias corrientes, si no juego a este juego. Si no jugamos a este juego. Es mediocre, casi que malo, hasta decir basta.
Uno de los principales reclamos que podría tener yo, desconocedor absoluto de estos universos, para jugar y disfrutar de este juego es, precisamente, el conocer estos universos. Así mismo, imagino, sería para un fan, ¿qué mejor que un juego en el que se combinen los universos de 6 series que me gustan? Pues este reclamo se evapora en los 15 primeros segundos del juego que son una insulsa escena introductoria que trata de darle cierta explicación a la fusión de los 6 universos. El juego no tiene ningún trasfondo, ningún diálogo apenas de los personajes, esos iconos de muchos niños, que te anime a querer seguir viendo un capítulo. Lo único de los universos que toca este juego, de manera tangencial, son los sprites de los personajes, sus habilidades y escenarios. Pero siendo series que, supuestamente, desbordan carisma, ¿de verdad me tengo que conformar, como fan, con un sprite y un perro con forma de martillo? ¿Por qué no una canción del bacon frito o algún comentario gracioso entre los principales protagonistas?
(Para algo que conozco de la serie, pues lo pongo. Desde el canal de YouTube de trablete)
Pero no. No hay nada.
Entonces, sin nada en la historia que me aliente a jugar a esto, juguemos con lo que quieren que juguemos: las mecánicas, la jugabilidad más pura, la diversión «infantil» y sin exigencias. Ahora sí que me pongo en la piel del abuelo del parque, pero para recordar cómo demonios se jugaba a un beat ‘em up medio decente.
No llego a contar 20 primaveras, y aún me sonrojo cuando reconozco que, evidentemente, no jugué a buenos beat ‘em ups en recreativas en su momento porque, simple y llanamente, no fue mi momento. Pero sí que he tenido algunos momentos de lucidez impropios de un ignorante como yo y he podido catar Double Dragon II, por poner un ejemplo. Y al César lo que es del César: en este juego hay enemigos, varios, en una pantalla de 2D y te pegas con ellos, habilidades sacadas de las series, power ups muy básicos, trampas elementales que paralizan o envenenan, y hasta invocaciones que hacen las veces de ataque final limpiando la pantalla completamente tras una escena de unos 5 segundos. Está todo bien, imagino.
Cada cosa está en su sitio, no hay bugs de esos que te impiden seguir jugando, y aunque triste y cutremente, los personajes están ahí dando el callo (me atrevería casi a decir que más que los propios desarrolladores y buenas gentes, seguro, de Game Mill). Pero necesito algo más. No es por exigencia estúpida de un autodenominado crítico egocéntrico y pedante, es que estamos hablando de un juego sobre unas series interesantes que no tienen nada de las series, más simple que el funcionamiento de un botijo, que no tiene excusas para pasar pantallas y pantallas pegándote contra los malos (que podría ser excelente con una buena jugabilidad) y que, para colmo, tiene unas mecánicas que no son satisfactorias. Y todo además con un apartado técnico mejorable y con un 2D medio 3D extraño que, para qué negarlo, me ha sacado alguna sonrisa cuando genera fallos a la hora de golpear a los enemigos.
Pero ahí está mi prima pequeña, histérica, cuando pulso el L1 y aparece Gumball recogiendo joyas para subir de nivel al final de esta pantalla.
No pretendo ni ser cruel ni muchísimo menos engañar a nadie: este juego puede ser disfrutable, imagino. En familia, los niños amantes de estas series o incluso tú, al igual que mi primo, casi que de mi edad (o, por qué no, bastante más mayor) que disfrutas de estas animaciones. Entre muchos jugadores que compartan este amor por la serie y que se rían más entre ellos que con el juego, repito, imagino, podrá ser disfrutable. Pero yo, imagino que al igual que el gran público, con mis pintas de abuelo Cebolleta, no lo compro.
No hay nada que pueda interesar ni innovar, con eso ya contaba. Pero desaprovechan el potencial de las series y no ofrecen una jugabilidad pulida o mínimamente interesante: todo se limita a apretar un botón, que te peguen, darle a otro botón, cambiar de personaje… Tendré que verme Hora de Aventuras, esa que me dijo mi primo que molaba mientras se reía tras la frase “Tremenda mierda dan ahora en Cartoon Network” para verle la gracia a todo este asunto. Pero de momento mis prejuicios están ganando la partida.
O quizá es que simplemente me estoy haciendo viejo.
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