Lo que a todos nos viene a la cabeza cuando oímos hablar de la Ribera francesa o de la Costa Azul es, sin duda alguna, el lujo. No obstante, a unos pocos, al oír hablar de esas zonas, lo que les vendrá a la cabeza será uno de los mejores arcades de conducción que ha pisado recreativo alguno, y ello, se lo debemos a Konami.
En primer lugar, no podemos negar que el hecho de que el juego se desarrolle en la Costa Azul le da un toque espectacular. Todos los circuitos del juego, de trazado urbano, se desarrollan en los cascos urbanos más maravillosamente detallados que podáis imaginar. Así pues, entre acelerones y frenadas, circularemos por callejuelas adoquinadas y vestidas de la más típica arquitectura mediterráneo-ribereña. Lujosos puertos y amplias rotondas acompañarán a esos mágicos recovecos en nuestras carreras.
Si ya de por sí, esta escenografía va a dar unas características zonas estrechas en gran parte de cada circuito, en todos ellos, contaremos con callejones semiocultos que nos servirán de atajo. Como cualquier otro juego de carreras, cierto, pero que gracias a la ambientación de los circuitos, hace que nos veamos transportados a la mismísima Costa Azul. Muchos de esos callejones, representan a la más típica estampa “europea”. La de la calle estrecha, con tendederos de una pared a otro, como si se tratase de un patio de luces, y la luz del Sol que cae sobre nosotros, coloreada por la ropa ahí tendida.
Para recorrer estos evocadores circuitos dispondremos de varios vehículos entre los que elegir, y que son, en el fondo, el alma-mater del juego. Todos los vehículos entre los que podemos elegir están catalogados como superminis, y entre ellos podremos encontrar auténticas joyas a las cuatro ruedas como el Mini (el original, por supuesto) o el mítico Renault 5. Todos ellos, por supuesto, disponibles en sus versiones deportivas y customizados como vehículos rally.
Para ayudarnos a sentirnos dentro de uno de estos clásicos bólidos, y como suele ser típico en las recreativas de conducción, disponemos de volante y asiento para poder conducir. Tanto el volante como el asiento, son de asiento acabado, como si estuviésemos realmente dentro de un vehículo de rally.
Y junto a ellos, un control adicional, que si soy sincero, no recuerdo haberlo visto en muchas recreativas (por no decir ninguna); el freno de mano. Este último, muy útil para acceder a los atajos, puesto que todos ellos estarán hábilmente escondidos, es decir, son fáciles de ver, pero que podemos pasar de largo con la misma facilidad.
Como es lógico, en determinados momentos, como giros de 90º o similares, será una pieza fundamental para hacernos con el control de la carretera. De hecho, en zonas críticas, hasta el propio sistema nos indicará la necesidad del uso del freno de mano. Otra cosa ya es el cómo tener que usarlo, o hacia qué lado girar al usarlo… que no nos van a dar todo mascado.
En el uso del freno de mano, y en los momentos más críticos durante la conducción, es donde queda patente la perfecta y realista física de los vehículos, los escenarios y la interactuación entre ambos. Los vehículos, y todos objeto presente en los escenarios, hacen gala de una espectacular “solidez”.
Usar el freno de mano a altas velocidades por calles estrechas mientras esquivamos mobiliario urbano, jamás había sido plasmado de mejor manera hasta entonces (al menos, parece muy realista, que nunca me ha dado por probar a hacer esto de verdad).
A fin de cuentas, y siendo sinceros, técnicamente no era la mejor máquina que podíamos encontrarnos en la sala, pero ya sabemos que eso no es lo más importante. Ya fuese la ambientación, los vehículos, o vete tú a saber qué, esta máquina tenía algo mágico que hacia que resaltase sobre las demás.
Para quien no tuviera la oportunidad de jugar a GTI Club: Rally Côte d’Azur, hace un tiempo que publicaron una edición especial para PSP y Wii, y más adelante, otra para PlayStation 3 (versión descargable), denominada GTI Club+, y que, de entre las versiones domésticas, debe ser la más fiel al arcade.