Ya hemos comentado en alguna ocasión como durante bastantes años Nintendo, aprovechando su situación dominante en el mundillo, maniató a muchas de las grandes third parties como Capcom o Konami con acuerdos de exclusividad que les impedían desarrollar directamente para las consolas de su eterna rival Sega.
Aunque la Sega de los 90 fue capaz de surtir a sus máquinas de un catálogo que no tenía nada que envidiar al de la competencia, lo cierto es que algunas ausencias escocían mucho. Tal es el caso de Castlevania, la mítica saga de cazavampiros creada por Konami y por cuyos juegos suspirábamos los poseedores de una Master System o una Mega Drive.
Afortunadamente, Konami acabó programando para consolas Sega, y los usuarios de Mega Drive pudimos finalmente disfrutar de nuestra ración exclusiva de Vampire Killer con Bloodlines en 1994.
Sin embargo, dos años antes Sega había decidido que si no podía tener oficialmente un Castlevania, ella crearía el suyo propio. Y así, encargó a su estudio first party Sims (que ya había demostrado su valía en juegos como Shadow Dancer de Mega Drive) el desarrollo para Master System y Game Gear de un clon de la obra de Konami que recibió el título de Máster of Darkness en Europa e In the Wake of Vampire en Japón.
Y es que aquí es imposible utilizar aquello de «similar a», «influenciado por» o «inspirado en», porque Mater of Darkness es a todas luces una copia de Castlevania hasta casi el más mínimo detalle.
Desde luego respecto al argumento estamos ante el mismo perro con distinto collar. En lugar de al miembro de turno de la familia Belmont, asumimos el papel del Doctor Ferdinand Social, un psicólogo e investigador de lo paranormal en el Londres victoriano quien, a través de su tabla ouija, recibe mensajes del más allá advirtiéndole de que los misteriosos asesinatos que están ocurriendo cada noche en las orillas del río Thamesis están vinculados con el renacimiento de Drácula.
Y si en el argumento las semejanzas ya son mucho más que evidentes, al hablar del estilo gráfico y la jugabilidad directamente tenemos que utilizar la palabra “idéntico”. No obstante, la mayor potencia de Master System y Game Gear permite representar escenarios más coloridos y un gameplay más rápido y estable que el de los tres Castlevanias de la NES.
Al igual que los cazavampiros de Konami, el Dr. Social puede usar un arma principal y otra secundaria. Entre las principales encontramos cuchillo, bastón, florete y hacha (poner el látigo ya hubiera sido demasiado descarado), cada una con unas características de alcance, potencia y velocidad de uso distintas. Y como secundarias tenemos pistola, bombas, boomerang y estacas. Nuestro arsenal no dependerá esta vez de la acumulación de corazones, pero sí que se mantiene el mismo sistema de recolección de ítems a base de romper objetos diseminados por los escenarios (máscaras blancas en lugar de candelabros y velas).
Tal como ocurre también en los juegos de Konami, hay muchos ítems escondidos detrás de paredes destructibles así que conviene explorar bien cada rincón de sus cinco fases. Unas fases que, por supuesto, se ambientan en las localizaciones típicas de todo Castlevania (mazmorras, cementerios, torres de reloj, mansiones embrujadas…) y que, igualmente, se encuentran pobladas del bestiario habitual (murciélagos, espectros, esqueletos…)
Sin embargo, hay cosas que son muy difíciles de copiar, como el carisma, la épica y otros elementos que confieren a los grandes clásicos su carácter personal y único. Y es precisamente en estos detalles donde cualquier aficionado a Castlevania descubrirá que Master of Darkness no es una copia tan perfecta como en principio aparenta.
Para empezar la música chiptune, a pesar de cumplir su papel, queda muy lejos de la genialidad y la inspiración de los temazos de los tres primeros Castlevania de NES como Vampire Killer, Wicked Child, Bloody Tears, Riddle y tantos otros.
Luego, esa dificultad desafiante (por no decir deseperante) que parece indisolublemente unida a todo clásico pixelado tampoco está presente en Master of Darkness. Es cierto que partir de la tercera fase la cosa se pone un poco más interesante en este sentido. Los niveles dejan de ser tan lineales, aparecen enemigos más cabroncetes y los saltos son más exigentes. Aun así, el juego es más bien facilón, los ítems de curación abundan y ni siquiera los jefes finales supondrán mucho reto para los acostumbrados a las aventuras clásicas. De hecho, solo plantean alguna dificultad si tenemos la mala fortuna de llegar a estos combates equipados con el cuchillo, que es la peor arma de las cuatro con diferencia.
En cualquier caso, estas críticas no dejan de ser pequeños detalles que no desmerecen en demasía un conjunto por lo demás muy, muy meritorio; hasta el punto de que este Castlevania apócrifo puede estar fácilmente entre uno de los diez mejores títulos del catálogo de las 8 bits de Sega.
Y es que aquí lo que nos interesa es jugar a buenos videojuegos, no las cuestiones éticas o de propiedad intelectual. Así pues ¿qué más da que Master of Darkness fuera un calco de Castlevania? Lo que importa es que se trata de un gran juego que está casi, casi a la altura de su referente. Si eres fan de los Castlevania clásicos, lo vas a disfrutar de lo lindo.
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