Hay mucho de que hablar de la última locura de Ryu Ga Gotoku Studio. No todos los estudios tienen la osadía de mutar una franquicia de leyenda para refrescarse y salir bien en el proceso. Por eso, con este análisis de Yakuza: Like a Dragon vamos a profundizar en esos puntos que lo hacen tan especial.
Sin más, ahora tomaremos el rol de Kasuga Ichiban, un miembro de la Yakuza de la familia Arakawa que acabará en la cárcel para cubrir el crimen de uno de sus compañeros. Sin embargo, una vez sale 20 años después, se encontrará con todo cambiado. Su familia reniega de él y tendrá que empezar de cero en Yokohama. Una región donde creará nuevas amistades mientras busca trabajo y resuelve el misterio que hay detrás de su familia.
La trama sigue en los estándares de calidad de la saga, es decir, esperaros buenas dosis de humor absurdo mezclados con momentos serios y épicos a lo bestia. Pero lo que realmente hace brillar a su narrativa es el buen hacer de sus personajes. Ichiban posee un carácter alegre e impetuoso, uno que casa a la perfección con los otros personajes que le acompañarán en su travesía.
Si queréis un ejemplo, el sentimiento de camadería y la naturalidad que vimos en Final Fantasy XV lo vemos aquí reflejado y con mejor acierto en Ichiban y compañía. Cosas como irse a comer a un restaurante y acertar con el plato favorito de uno de los personajes pueden desencadenar en conversaciones curiosas.
Tomarnos una copa con ellos les permitirá abrirse más gracias al alcohol, ir con ellos al cine nos valdrá para descubrir más de sus hobbies… El juego se esfuerza toneladas en humanizar a sus protagonistas gracias a todo este entramado de conversaciones surgido de las actividades que vayamos realizando por Yokohama.
Realmente Yakuza: Like a Dragon es una oda a Dragon Quest. Es algo que obviamente ni se molesta en ocultar, ya que nuestro protagonista principal se manifiesta como un fan acérrimo de la saga. Tal es así, que su ilusión por creerse un héroe le lleva a desarrollar una imaginación fuera de lugar, alterando la realidad y viendo así ataques especiales que serían humanamente imposibles o enemigos más bizarros de lo que la saga nos tiene acostumbrados.
Pero como he dicho, otra cosa que destaca es su sistema de batalla. Aunque venimos de experiencias puramente beat em up, Yakuza Like a Dragon se desmarca completamente de la propuesta para darnos un RPG tradicional por turnos. Estamos ante un sistema muy ágil, interactivo y que da gusto por la cantidad de opciones que nos permite. Ataques de golpe, cortantes, mágicos, alteración de estados…
Like a Dragon no desmerece a los grandes balurates del género, es más, está un escalón por encima al ofrecernos las mismas subcapas adornadas de un envoltorio visual tan vivo, vibrante y sugerente que se nos hace imposible volver a un sistema de turnos donde los personajes estén quietos.
Fuera bromas, el hecho de maquearse builds de técnicas gracias a las piezas de equipo que encontremos por ahí, fabriquemos o compremos es un placer para los 5 sentidos, pero… ¿Y los oficios? ¿He dicho oficios? ¡Pues claro, culpable! A Like a Dragon le encanta tanto emular a los grandes JRPG como Dragon Quest o Final Fantasy que traslada el concepto de los oficios de este último a un símil real. Aquí es donde nuestros protagonistas tendrán que visitar una oficina de empleo para cambiar su oficio o rol. De esta forma, el que nace Yakuza o Vagabundo puede acabar siendo un Músico o un Gerente de un Pub.
Cada rol sube de nivel, añadiendo estadísticas y habilidades extra a los personajes, por lo que tendremos que ir probando para dar con aquellos que mejor combinen para nuestras estrategias. Incluso algunas habilidades se guardarán en los mismos personajes para que podamos combinarlas con las de otros oficios. Así podréis «maquear» a vuestros personajes de forma definitiva, rompiendo los arquetipos que os plantee el videojuego en un principio.
Pero ojo, culpable, en Like a Dragon no todo es cinemática y combatir. A igual que el resto de Yakuzas, la región que se abre a nuestros pies está cargada de actividades que desarrollar.
Desde misiones secundarias de todo tipo, cada una más absurda que la anterior, minijuegos que van desde pilotar karts, jugar a los dardos, batear, echar unas «changas» al golf, apostar al Black Jack, rompernos los sesos con el Koi Koi… O incluso recoger latas con una bicicleta, pasando por los clásicos SEGA Center, donde podremos echar partiditas a clásicos de la compañía nipona como Virtua Fighter.
Es que de hecho, completar misiones secundarias nos beneficia no solo en el descubrimiento de nuevas historias y personajes. Todo ese viaje que hacemos engordando nuestras experiencias se traduce en beneficios muy jugosos para el jugador. Quizás lo más atractivo sea que muchos de los protagonistas de esas misiones acabarán echándonos una mano en los combates. A través de nuestro móvil podremos llamarlos y aparecerán como mercenarios para ejecutar una habilidad tras una cinemática divertida.
Tampoco pueden faltar actividades extra que nos reporten grandes sumas de dinero. Así como en Yakuza Zero teníamos el Hostest Club o la Entidad Financiera para hincharnos los bolsillos, aquí podremos hacernos dueños de una pequeña empresa de dulces para catapultarla como el holding más importante de Yokohama.
Tocará invertir para comprar más negocios, contratar gente, ajustarlos a los puestos donde mejor desempeñen su labor y darse de tortas con los accionistas cuando toquen las reuniones trimestrales.
¿Y qué podemos hacer con todo ese dinero? Sencillo, si jugar a minijuegos no es lo nuestro, siempre podemos invertirlo en el taller de Sumire para conseguir así armas nuevas, más poderosas y especiales. Porque creedme, esta fábrica chupa mucho, mucho dinero e ingredientes. Por suerte, los mismos podremos encontrarlos explorando las sinuosas calles de Yokohama, derrotando enemigos o de otras formas menos tradicionales.
¿Os gusta la jardinería? Porque plantar semillas igual es una de esas formas para conseguir ciertos ingredientes para mejorar armas, fuera bromas. Como así tampoco lo es perderse porque el parque cazando insectos de todo tipo. En Like a Dragon todo suma y aporta al jugador, tanto desde el punto gamificiador como en el sentido de la recompensa. Y es que es de los pocos juegos que me ha picado al nivel de hasta buscar coleccionables, leñe.
Creo que muchos tildarán a Yakuza: Like a Dragon como una buena oda al JRPG, pero yo creo que ha cogido el género, y además de rendirle tributo, lo ha reformulado para que se sienta moderno, fresco y muy adictivo. Es como cuando coges Persona 5 por primera vez y te dejas engatusar por toda su fantasía visual, social y mecánica. Solo que con el humor y la épica de Nagoshi dándote en tu corazoncito Yakuza.
Toshihiro Nagoshi y su equipo han hecho aquí un producto cargado de amor y calidad a partes iguales. Una obra imprescindible para todo amante del género JRPG por turnos al igual que una carta de amor al fan incondicional de Yakuza.
Me cuesta verle defectos pero si tiene alguno solo señalar su traducción, que pese a tener un Yakuza en castellano es digno de celebración, peca de algún fallo gordo. Aunque la misma he de decir que hace un uso del lenguaje maravilloso para ajustarse a cada personaje y momento. También decir que el rendimiento en PlayStation 4 pudo haber sido mejor. Pero no es nada grave, estamos ante uno de los mejores juegos del año -y posiblemente de la generación- y no va haber irregularidades que nos estropeen la fiesta.
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