Quienes estéis acostumbrados al estilo más clásico de reviews en general y al sistema de esta casa en particular, es probable que este análisis de World of Warcraft: Battle For Azeroth os choque bastante debido a su estructura. No me refiero únicamente a la falta de nota numérica, sino también a la forma de englobar el conjunto de la expansión en un único texto.
Esto no viene por capricho personal, y es que World of Warcraft no es lo que se dice un juego que se ajuste a la estructura más clásica del videojuego en lo que se refiere a producto cerrado, algo lógico al tratarse de un MMORPG, donde la inclusión la inclusión de contenido en el tiempo es esencial para mantener a los jugadores atados. Por eso y porque resultaría infernal andar actualizando estas palabras con cada actualización de contenido, me parece bastante injusto resumir y puntuar Battle for Azeroth con lo que tenemos a día de hoy. En su lugar, hoy vamos a centrarnos en las sensaciones que desprende la enésima expansión de la franquicia más potente de Blizzard.
No puedo decir que sea el mayor fan de World of Warcraft. Sí, antes del salto de la franquicia al mundo online me flipada cosa mala ver a orcos y compañía zurrarse en Warcraft 3. Pero más allá de eso tan solamente había disfrutado de este título durante la época de The Burning Crusade y Wrath of the Lich King. Aun así, eso no me ha impedido seguir disfrutando de su universo desde una posición más de espectador que de jugador. Y es que la gran baza de World of Warcraft reside en su ambientación, que a pesar de basarse en la fantasía medieval más conocida y genérica, no deja de tener su propio sello y personalidad gracias a la gente de Blizzard, siendo el factor clave para aguantar el tirón en sus ya casi 14 años de vida, algo impensable fuera del nombre de World of Warcraft.
Centrándonos ya en Battle for Azeroth, la historia nos sitúa justo donde lo dejó Legion: tras años de tira y afloja al fin ha caído la Legión Ardiente definitivamente (o hasta que Blizzard decida volver a tirar de ella). Pero a pesar de esta victoria, las cosas andan un poco alteradas, ya que no solamente Azeroth anda un poco jodida debido al espadazo de Sargeras, sino que a causa de ello ha aparecido un nuevo material en el mundo de gran poder, lo que ha iniciado una guerra entre la Alianza y la Horda por su control.
A pesar de esta primera desilusión, he de admitir que mis sensaciones fueron mejorando gracias a la anterior citada ambientación. En este caso, ambos territorios cuentan con un estilo muy marcado y definido, siendo Zandalar una isla que bebe de la cultura azteca y Kul Tiras una tierra donde los aires marineros toman las riendas. Puertos pesqueros, enormes pirámides y demás hacen que cada paso en estas nuevas tierras sean una gozada visual.
Otro de los pilares que ayudan a que esta ambientación gane enteros es la banda sonora de Battle for Azeroth. De nuevo, la gente de Blizzard ha demostrado que la música es el gran guía a la hora de meternos en faena. Si ya los tráilers dejaban ver sus grandes dotes, el juego en sí no se queda atrás tampoco.
Volviendo de nuevo al tema de la historia, Battle for Azeroth hace que a pesar de ser los nuevos del lugar nos veamos comprometidos con los sucesos de los nuevos territorios, siendo una vez más el motor de ello la personalidad que desprenden algunos de los protagonistas de estos sucesos. Y ojo, porque hay indicios de que en los próximos meses la trama apunte en dirección a los Dioses Antiguos, volviendo Blizzard a jugar al despiste con las cartas que tiene sobre la mesa.
Respecto a las novedades de la expansión pues nos encontramos con unas cuantas la mar de interesantes. La primera de ellas es sin duda la llegada de las razas aliadas, una serie de variaciones de algunas especies ya conocidas que podemos desbloquear a base de subir reputaciones y conseguir logros específicos. Sin duda, una buena opción para seguir pegados a la pantalla tras completar la trama principal de Battle for Azeroth.
Más allá de las nuevas razas nos encontramos también con novedades en los modos de juego Jugador contra Jugador. Por una parte tenemos las Islas Inesploradas, una modalidad donde luchamos 3 vs 3 para conseguir un número de recursos, que si bien llega a ser entretenido no deja de ser un modo bastante soso y repetitivo.
Por otro lado tenemos los frentes de guerra, los cuales nos juntarán a 20 jugadores en asaltos inspirados en la estrategia a tiempo real de los Warcraft clásicos. De momento no se puede participar en ellos, así que toca esperar a ver si realmente es tan bueno como pinta a priori.
A parte de todo esto, volvemos a encontrarnos lo típico de cada expansión de World of Warcraft: nuevo nivel máximo, nuevos objetos, nuevas mazmorras… Sí, puede que éstas de primeras sepan a menos tras Legion, pero hay que decir que al menos no falta la variedad de escenarios.
Aun queda mucho tiempo y mucho contenido por delante para darle una valoración más o menos fija a Battle for Azeroth y ver si se vuelve a repetir el éxito de Legion. Aun así, lo que tenemos a día de hoy me deja un buen sabor de boca y esperanzado con el porvenir de Battle for Azeroth para los próximos años. Igual esta sensación viene de los tantísimos años que llevaba tentado en volver a World of Warcraft. Sea como sea, de lo que sí estoy seguro es que este juego todavía tiene mucha guerra que dar, y que durante los próximos meses voy a dejar el asiento del espectador para volver al de jugador.
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